Estreno de Carretero por Oyarzábal en León
Sábado 15 de octubre, 20:30 horas. XXVIII FIOCLE, Iglesia de Santa Marina la Real (León): Daniel Oyarzábal, órgano. "Cuadernos para el Órgano Echevarría de Santa Marina la Real de León".
Siempre es un placer volver a la coqueta iglesia leonesa para escuchar su excelente "Echevarría" con obras que en él suenan impolutas como si el tiempo de ellas fuese el nuestro, y más si el organista es de la talla del vitoriano Oyarzábal, capaz de sacar todos los recursos de un instrumento emparentado con el de Salamanca.
Todo el programa elegido con el subtítulo de "Música para un órgano mesotónico" pasaría por el casi obligado homenaje a Victoria y acabaría con el estreno absoluto de "Tríptico" de Alberto Carretero Aguado (1985), encargo del Festival que pasará a engrosar la colección de música para "el Echevarría leonés" a partir del propio folklore de la tierra, y que volvió actual un instrumento por el que los años pasan para bien.
Del intérprete alavés comenzar diciendo que su fama internacional es lógica a la vista de lo escuchado. Escrupuloso en la elección de los registros, con cambios justos, ayudado por dos señoritas en todo el proceso, comedido en las sonoridades (apenas usa los tutti), de un virtuosismo hepatante pero siempre al servicio de la música, su concierto resultó impactante y del programa iré añadiendo algunas pinceladas y comentarios.
Comenzaba con el breve Ballo dell'intorcia (Antonio Valente) para ir templando desde Italia con la música de este clavecinista y organista del siglo XVI, prosiguiendo hasta Alemania en un juego con los dos teclados de la Gallarda en Re m (Heinrich Scheidemann) y la Canzona en Re m (Mathias Weckmann), todo un despliegue de bajoncillos, címbalas y tapadillos, agudos con un perfecto equilibrio de planos sonoros en ambas manos.
Del anónimo del XVI Fantasía sopra ut-re-mi-fa-sol-la (Johann Jakob Froberger) salieron nuevas combinaciones tímbricas en cada una de las variaciones con una técnica del vitoriano sorprendente, para proseguir con las movidas Danzas antiguas venecianas del mismo compositor barroco alemán y que me impresionaron por las excelentes ornamentaciones y nuevamente el juego de volúmenes mediante el cambio de registros para lograr los contrastes piano - fuerte tan del gusto de la época.
Con el sabor veneciano en la transición del Renacimiento al Barroco llegaron el Ricercare del VII tono y la Canzon francese (Giovanni Gabrieli), el primero con registros agudos en el primer teclado, y la segunda con llenos y violones muy movida.
Pasamos a la Holanda germana del Onder een linde groen (Jan Pieterszoon Sweelinck) no en virginal sino a órgano con otra muestra de registros contrastados en ambos teclados (y no sólo en uno) y donde la mano izquierda siempre resultó clara y equilibrada con la derecha en los planos melódicos, cual preparación para una de nuestras maravillas españolas: las Diferencias sobre el canto llano del Caballero (Antonio de Cabezón) utilizando solamente un teclado que nos transportó a la pureza hispana y con la presentación del motivo en un "lleno" redondo antes del virtuosismo de cada variación del compositor burgalés. La Toccata prima (G. Frescobaldi), pese a que el propio Oyarzábal diga que son "antidivos", sonó pletórica, con mixturas y plenos potentes unidos al despliegue virtuoso en ambas manos como corresponde a la forma utilizada por el italiano.
El homenaje al gran Victoria en el 400 aniversario del abulense vendría del motete "O Magnum mysterium" in Die Circumcisionis Domini totalmente vocal no ya en intención sino en la búsqueda sonora al utilizar un único registro que permitía seguir mentalmente las cuatro voces, y el cambio de teclado para lograr el clímax final.
Pero faltaba el estreno del joven catedrático de música contemporánea y compositor sevillano Alberto Carretero: "Tríptico" para órgano ibérico del que sus propias explicaciones en el programa apuntaban por dónde vendría el despliegue compositivo y el descubrimiento de las posibilidades "escondidas" del órgano Echevarría, como también figura en la página 38, engrosando los "Cuadernos" (van tres tomos) con una obra para un instrumento que el maestro andaluz, como me comentaba tras el concierto, pudo investigar con tiempo para lograr de él unas sonoridades y sutilezas que Oyarzábal supon transmitirnos como nadie podría en estos momentos. Hubo que preparar cuñas, pesos (candados), medios registros y demás artilugios que hicieron moderno lo antiguo y eterno lo de bueno, pareciendo por momentos escuchar sintetizadores en vez de tubos. La Fantasía es claroscuro hecho sonido a partir de una nana leonesa que talmente creó ambientes oníricos. La Españoleta esconde ritmos, trimbres y armonías que recuerdan danzas del pueblo pero nuevamente con el barniz contemporáneo para el instrumento barroco. Y el Tiento de Batalla supuso la traca final, jugando con clusters en ambos teclados (preparando para ellos unas tablas azules), la trompetería en todo su esplendor, percusiones, juego con los propios tiradores de los registros y casi más fantasía que la primera, realmente una "batalla" de sensaciones sonoras en unos fuegos no ya artificiales sino impresionantemente bien construidos y compuestos por el sevillano, puestos en acción por un Daniel Oyarzábal pletórico. Todo un lujo haber estado en este estreno del que me gustaría volver a escucharlo con la partitura delante, aunque supongo que tendremos que esperar un poco más que en repetir organista en León, con distinto programa e instrumento.
Siempre es un placer volver a la coqueta iglesia leonesa para escuchar su excelente "Echevarría" con obras que en él suenan impolutas como si el tiempo de ellas fuese el nuestro, y más si el organista es de la talla del vitoriano Oyarzábal, capaz de sacar todos los recursos de un instrumento emparentado con el de Salamanca.
Todo el programa elegido con el subtítulo de "Música para un órgano mesotónico" pasaría por el casi obligado homenaje a Victoria y acabaría con el estreno absoluto de "Tríptico" de Alberto Carretero Aguado (1985), encargo del Festival que pasará a engrosar la colección de música para "el Echevarría leonés" a partir del propio folklore de la tierra, y que volvió actual un instrumento por el que los años pasan para bien.
Del intérprete alavés comenzar diciendo que su fama internacional es lógica a la vista de lo escuchado. Escrupuloso en la elección de los registros, con cambios justos, ayudado por dos señoritas en todo el proceso, comedido en las sonoridades (apenas usa los tutti), de un virtuosismo hepatante pero siempre al servicio de la música, su concierto resultó impactante y del programa iré añadiendo algunas pinceladas y comentarios.
Comenzaba con el breve Ballo dell'intorcia (Antonio Valente) para ir templando desde Italia con la música de este clavecinista y organista del siglo XVI, prosiguiendo hasta Alemania en un juego con los dos teclados de la Gallarda en Re m (Heinrich Scheidemann) y la Canzona en Re m (Mathias Weckmann), todo un despliegue de bajoncillos, címbalas y tapadillos, agudos con un perfecto equilibrio de planos sonoros en ambas manos.
Del anónimo del XVI Fantasía sopra ut-re-mi-fa-sol-la (Johann Jakob Froberger) salieron nuevas combinaciones tímbricas en cada una de las variaciones con una técnica del vitoriano sorprendente, para proseguir con las movidas Danzas antiguas venecianas del mismo compositor barroco alemán y que me impresionaron por las excelentes ornamentaciones y nuevamente el juego de volúmenes mediante el cambio de registros para lograr los contrastes piano - fuerte tan del gusto de la época.
Con el sabor veneciano en la transición del Renacimiento al Barroco llegaron el Ricercare del VII tono y la Canzon francese (Giovanni Gabrieli), el primero con registros agudos en el primer teclado, y la segunda con llenos y violones muy movida.
Pasamos a la Holanda germana del Onder een linde groen (Jan Pieterszoon Sweelinck) no en virginal sino a órgano con otra muestra de registros contrastados en ambos teclados (y no sólo en uno) y donde la mano izquierda siempre resultó clara y equilibrada con la derecha en los planos melódicos, cual preparación para una de nuestras maravillas españolas: las Diferencias sobre el canto llano del Caballero (Antonio de Cabezón) utilizando solamente un teclado que nos transportó a la pureza hispana y con la presentación del motivo en un "lleno" redondo antes del virtuosismo de cada variación del compositor burgalés. La Toccata prima (G. Frescobaldi), pese a que el propio Oyarzábal diga que son "antidivos", sonó pletórica, con mixturas y plenos potentes unidos al despliegue virtuoso en ambas manos como corresponde a la forma utilizada por el italiano.
El homenaje al gran Victoria en el 400 aniversario del abulense vendría del motete "O Magnum mysterium" in Die Circumcisionis Domini totalmente vocal no ya en intención sino en la búsqueda sonora al utilizar un único registro que permitía seguir mentalmente las cuatro voces, y el cambio de teclado para lograr el clímax final.
Pero faltaba el estreno del joven catedrático de música contemporánea y compositor sevillano Alberto Carretero: "Tríptico" para órgano ibérico del que sus propias explicaciones en el programa apuntaban por dónde vendría el despliegue compositivo y el descubrimiento de las posibilidades "escondidas" del órgano Echevarría, como también figura en la página 38, engrosando los "Cuadernos" (van tres tomos) con una obra para un instrumento que el maestro andaluz, como me comentaba tras el concierto, pudo investigar con tiempo para lograr de él unas sonoridades y sutilezas que Oyarzábal supon transmitirnos como nadie podría en estos momentos. Hubo que preparar cuñas, pesos (candados), medios registros y demás artilugios que hicieron moderno lo antiguo y eterno lo de bueno, pareciendo por momentos escuchar sintetizadores en vez de tubos. La Fantasía es claroscuro hecho sonido a partir de una nana leonesa que talmente creó ambientes oníricos. La Españoleta esconde ritmos, trimbres y armonías que recuerdan danzas del pueblo pero nuevamente con el barniz contemporáneo para el instrumento barroco. Y el Tiento de Batalla supuso la traca final, jugando con clusters en ambos teclados (preparando para ellos unas tablas azules), la trompetería en todo su esplendor, percusiones, juego con los propios tiradores de los registros y casi más fantasía que la primera, realmente una "batalla" de sensaciones sonoras en unos fuegos no ya artificiales sino impresionantemente bien construidos y compuestos por el sevillano, puestos en acción por un Daniel Oyarzábal pletórico. Todo un lujo haber estado en este estreno del que me gustaría volver a escucharlo con la partitura delante, aunque supongo que tendremos que esperar un poco más que en repetir organista en León, con distinto programa e instrumento.
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