Un Momus colorista y sesentero
Foto ©ACO
Temporada de Ópera de Las Palmas de Gran Canaria "Alfredo Kraus 2013", Teatro Pérez Galdós. La Bohème (Puccini). Miércoles 19, Viernes 21, Domingo 23 y Martes 25 de Junio.Fiorenza Cedolins (Mimì), Massimiliano Pisapia (Rodolfo), Beatriz Díaz (Musetta), Giorgio Caoduro (Marcello), Felipe Bou (Colline), Simone Del Savio (Schaunard), Jeroboám Tejera (Benoit / Alcindoro / un aduanero), Rubén Pérez (Parpignol / un vendedor), Stefano Ranzani (dirección musical), Mario Pontiggia (dirección artística), Claudio Martín (coreografía y diseño de vestuario). Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, Coro de la Ópera de Las Palmas (dirección: Olga Santana Correa), Coro Infantil de la OFGC (dirección: Marcela Garrón Velarde).
Este martes se clausuraba la 46 temporada de ópera de Las Palmas con este título tan emblemático y representado, habiendo asistido a la función dominical de las 19:30 horas el pasado domingo 23. Producción nueva de los Amigos Canarios de la Ópera (ACO) elegante, colorida, sin perder de vista el argumento, una obra totalmente actual y con un espectacular "Momus" que llenó el escenario de vida y color. Con un reparto equilibrado, coros perfectos y orquesta bien llevada por el maestro Ranzani (al que vi hace años en el Campoamor), el público con mucha juventud se lo pasó genial con la maravillosa partitura pucciniana antes de continuar la fiesta de San Juan.
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Personalmente me gustó la puesta en escena y vestuario en ese París de los 60's que podemos comprobar en las fotos que de la propia ópera canaria que ilustran casi toda la entrada, y el impresionante acto segundo por la ambientación del café Momus, que aparece arriba, con más de 100 personas en escena, cuerpo de baile y figuración incluidos, y la aparición de Musetta que brilló como todo el entorno. La soprano asturiana fue con creces la mejor de un elenco con algunas voces de renombre que no dieron la talla esperada pero lograron una homogeneidad a la que faltó el toque de calidad que aportó Beatriz Díaz en un rol que domina como han hecho antes otras sopranos que acabaron siendo Mimì.
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En la balanza masculina me quedo con el Marcello de Caoduro que resultó el complemento perfecto de Musetta. La aparición de los caballeros ya me dejó claro el plantel con un Felipe Bou decepcionante que parece estar pasando un mal momento vocal, opaco y sin la musicalidad que demostró en Oviedo.Del esperado primer dúo de Rodolfo y Mimí (con linterna sustituyendo vela con palmatoria) me dejó tan gélido como la mano, en parte por un sonido metálico en ambos que empasta precisamente por eso (ya han compartido otros títulos) aunque faltó la emoción y proyección de unos pianissimi que en gallinero no pude degustar. Cedolins tuvo distintos colores vocales a lo largo de la obra y un vibrato demasiado pronunciado en el agudo, así como cierto estatismo en todas sus apariciones aunque lo compensa con una musicalidad innata para Puccini. De Pisapia otro tanto para un Rodolfo que sin compararlo con nadie y menos en este teatro, parece olvidar la importancia de los pianos, puede que por miedo a verse tapado por su compatriota, apostando siempre por un agudo potente que le pierde interpretativamente.
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No hubo química en la pareja protagonista ni tampoco convicción para estos sesenteros de Pontiggia.El segundo acto trajo lo mejor de la ópera con la irrupción del Vals de una Musetta frívola y elegante, convincente en lo vocal y actoral como seña de identidad de Beatriz Díaz, bien respondida por un Benoît tinerfeño que resultó un excelente comprimario (al igual que el Parpignol local Rubén Pérez) y sobre todos el citado Marcello, y ese concertante potente en todos que dejó buen sabor de boca. Muy bien el coro que dirige Olga Santana y excelente el infantil de Marcela Garrón, solista incluido, auténtica fiesta musical y visual.
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El descanso pareció enfriarnos para preparar ese cuadro hermoso y gélido del invierno parisino donde los dos enamorados recuerdan a sus parejas pero contagiando frialdad. Destacar la orquesta siempre presente y más implicada que los protagonistas con un Ranzani que logró unos momentos sonoros deliciosos para esa ambientación.
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Nueva pausa y un último acto que mantuvo la línea musical, menos pasión en el dúo protagonista, excelencia en el de reparto y desiguales emociones para un desenlace siempre emotivo del que me quedo con "qué buena es Musetta" incluso de amarillo, intimismo y delicadeza que la escena y partitura piden.
Buen final de (mi) temporada donde todavía quedan algunos coletazos y el balance de un curso marcado por las dudas que la crisis impone...
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