No funcionó
Viernes 12 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Concierto nº 2 de abono: OSPA, Michelle Johnson (soprano), Margaret Mezzacappa (mezzo), Adam Frandsen (tenor), Luis Ledesma (barítono), Coro Lírico de Cantabria, Coro El León de Oro, Rossen Milanov (director). Novena sinfonía de Beethoven.
Qué difícil afrontar una obra tan conocida como la Sinfonía nº 9 en Re m., Op. 125 "Coral" de Beethoven con algo nuevo que aportar, tanto para los intérpretes como para el público. Esta vez, pese a la ilusión previa, nada funcionó. No puedo caer en populismos ni decir que la música de Beethoven triunfa siempre porque precisamente faltó "hacer música", escucharse unos a otros, disfrutarla y contagiarnos. Desde el arranque del Allegro ma no troppo, un poco maestoso ya flotaba cierto temor en el ambiente, indecisión en las entradas, inseguridad, sin pegada en los graves, como una bruma que impedía captar los muchos detalles de un cuadro sinfónico único, más brochazos (y timbalazos) que pinceladas para un fresco brillante que parecía empañado. Era un "querer y no poder" al que le faltaba emoción y limpieza.
El Molto vivace parecía arrancar con otro espíritu pero de nuevo se contagió de cierta melancólica indiferencia, tiempo contenido, partes inconexas, falta de un discurso único, sumas de partes que no lograban el todo. Detalles sin continuidad con altibajos en un "querer y no poder", trompas que no cuajaban, madera por libre, cuerda sin tensión, timbales demasiado fuertes... sin vigor ni rigor.
Parecía que el Adagio molto e cantabile nos redimiría, pero fue otro espejismo. Aquello no funcionaba, esbozos sin cuajar para un movimiento lento que favorecía saborear cada compás pero que el maestro Milanov parecía no tener claro su discurso musical. Las líneas melódicas, las intervenciones solistas, todo seguía con una neblina que impedía arribar a buen puerto. Todos esperando el ansiado Presto final, roto por la aparición de los cuatro solistas que con los aplausos parecían comenzar otra obra en vez de continuar una ascensión ya de por sí tortuosa.
Ni siquiera el tempo elegido logró contagiar algo de este último movimiento que debería suponer esa "Oda a la alegría", hoy tornada en tristeza a la vista de los resultados a pesar de las excelentes notas al programa de mi admirada Hertha Gallego de Torres. La entrada del barítono mexicano prometía por su color vocal, excelente, vigoroso, pero nuevamente quedó en soplo sin continuidad. El coro nunca transmitió confianza ni pegada, juntar dos no hace uno y las concepciones vocales son totalmente distintas, dando como resultado un "simple" entonar olvidando calidad y calidez en la emisión aunque hubiese momentos válidos, pero tampoco funcionó. Si el empaste y color vocal es cuestión de años, es imposible lograrlo en una semana, más el idioma de Schiller y Goethe que requiere mucho tiempo tampoco resultó inteligible, aunque me consta que el LDO lo domina.
La soprano norteamericana, siendo la destacada, cumplió sin emocionar, como su compatriota la mezzo de Ohio, y el tenor danés de color vocal perfecto para el rol, llegó a ser "engullido" por un coro algo desbocado y demasiado apretado en los agudos, parte forzado por dinámicas nunca ajustadas. El cuarteto solista empastó sin más, faltando otra vez la musicalidad, el escucharse todos un poco. Y es que como escribía "en caliente", las partes no lograron hacer un todo, faltó la visión unitaria, el conjunto, el discurrir fluido que esta sinfonía requiere, entenderla globalmente y no sumas individualizadas.
Desconozco el trabajo previo de todos así como lo que buscaba el maestro Milanov en esta versión, pero personalmente me dejó no ya indiferente sino algo cabreado. Beethoven nunca es fácil y requiere algo más, puede que lo que faltó este viernes en Oviedo. Seré raro, especial o vaya Vd. a saber, pero esta vez NO FUNCIONÓ casi nada.
VÍDEO: © OSPA en YouTube®:
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Qué difícil afrontar una obra tan conocida como la Sinfonía nº 9 en Re m., Op. 125 "Coral" de Beethoven con algo nuevo que aportar, tanto para los intérpretes como para el público. Esta vez, pese a la ilusión previa, nada funcionó. No puedo caer en populismos ni decir que la música de Beethoven triunfa siempre porque precisamente faltó "hacer música", escucharse unos a otros, disfrutarla y contagiarnos. Desde el arranque del Allegro ma no troppo, un poco maestoso ya flotaba cierto temor en el ambiente, indecisión en las entradas, inseguridad, sin pegada en los graves, como una bruma que impedía captar los muchos detalles de un cuadro sinfónico único, más brochazos (y timbalazos) que pinceladas para un fresco brillante que parecía empañado. Era un "querer y no poder" al que le faltaba emoción y limpieza.
El Molto vivace parecía arrancar con otro espíritu pero de nuevo se contagió de cierta melancólica indiferencia, tiempo contenido, partes inconexas, falta de un discurso único, sumas de partes que no lograban el todo. Detalles sin continuidad con altibajos en un "querer y no poder", trompas que no cuajaban, madera por libre, cuerda sin tensión, timbales demasiado fuertes... sin vigor ni rigor.
Parecía que el Adagio molto e cantabile nos redimiría, pero fue otro espejismo. Aquello no funcionaba, esbozos sin cuajar para un movimiento lento que favorecía saborear cada compás pero que el maestro Milanov parecía no tener claro su discurso musical. Las líneas melódicas, las intervenciones solistas, todo seguía con una neblina que impedía arribar a buen puerto. Todos esperando el ansiado Presto final, roto por la aparición de los cuatro solistas que con los aplausos parecían comenzar otra obra en vez de continuar una ascensión ya de por sí tortuosa.
Ni siquiera el tempo elegido logró contagiar algo de este último movimiento que debería suponer esa "Oda a la alegría", hoy tornada en tristeza a la vista de los resultados a pesar de las excelentes notas al programa de mi admirada Hertha Gallego de Torres. La entrada del barítono mexicano prometía por su color vocal, excelente, vigoroso, pero nuevamente quedó en soplo sin continuidad. El coro nunca transmitió confianza ni pegada, juntar dos no hace uno y las concepciones vocales son totalmente distintas, dando como resultado un "simple" entonar olvidando calidad y calidez en la emisión aunque hubiese momentos válidos, pero tampoco funcionó. Si el empaste y color vocal es cuestión de años, es imposible lograrlo en una semana, más el idioma de Schiller y Goethe que requiere mucho tiempo tampoco resultó inteligible, aunque me consta que el LDO lo domina.
La soprano norteamericana, siendo la destacada, cumplió sin emocionar, como su compatriota la mezzo de Ohio, y el tenor danés de color vocal perfecto para el rol, llegó a ser "engullido" por un coro algo desbocado y demasiado apretado en los agudos, parte forzado por dinámicas nunca ajustadas. El cuarteto solista empastó sin más, faltando otra vez la musicalidad, el escucharse todos un poco. Y es que como escribía "en caliente", las partes no lograron hacer un todo, faltó la visión unitaria, el conjunto, el discurrir fluido que esta sinfonía requiere, entenderla globalmente y no sumas individualizadas.
Desconozco el trabajo previo de todos así como lo que buscaba el maestro Milanov en esta versión, pero personalmente me dejó no ya indiferente sino algo cabreado. Beethoven nunca es fácil y requiere algo más, puede que lo que faltó este viernes en Oviedo. Seré raro, especial o vaya Vd. a saber, pero esta vez NO FUNCIONÓ casi nada.
VÍDEO: © OSPA en YouTube®:
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