Camilos carbayones

Sábado 12 de enero, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Alexandre Da Costa (violín), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de C. Saint-Saëns.
Arrancaba mi 2013 del Auditorio ovetense con el regreso del violinista Alexandre Da Costa, esta vez con la OvFi dirigida por su titular y en un monográfico Saint-Saëns que se grabará para el Sello Warner en estos días. Reconozco que el compositor francés no está entre mis elegidos, sin entrar en la "corriente de opinión que desvalorizaba a este compositor acusándolo entre otras cosas de frío academicismo..." que comenta en las notas del programa la profesora Miriam Perandones, pero resultó un placer seguir comprobando el crecimiento artístico de la orquesta carbayona y el buen entendimiento con el maestro italiano que está dándole a la formación nuevos colores y el espíritu mediterráneo del que Haider carece pero que nos hace más cercana en los repertorios y sus interpretaciones.
Además del protagonismo del virtuoso violinista canadiense y su Stradivarius "Di Barbaro" (1727) con un arco Sartory, cortesía de la Fundación Canimex, una delicia completa, la orquesta con Monti estuvo a su altura, todo un logro haciendo que Oviedo tenga ahora dos Camilos: Camilo de Blas y Camilo Saint-Saëns, destronando a Wolf-Ferrari del repertorio discográfico emprendido con el maestro austriaco.
La Introducción y rondó caprichoso en La m., Op. 28 abría el concierto, obra que tiene mucho de nuestro virtuoso español Sarasate no ya por haberla estrenado y dedicatario de la misma sino por la cantidad de temas hispanos, con una orquestación muy académica pero también exigente desde ese inicio en pianísimo hasta todo el desarrollo cual catálogo de exhibición violinística. El canadiense sacó de la joya una amplísima gama de sonidos siempre presentes en primer plano, con una técnica impactante perfectamente concertada por Conti que llevó a la orquesta a ser perfecta acompañante. El disco dejará constancia de ello.
Más complejo, igualmente estrenado y dedicado a mi tocayo navarro, el Concierto para violín y orquesta nº 3 en Si m., Op. 61 está entre los habituales del repertorio. Sus tres movimientos resultaron bien contrastados y ejecutados, poderío en el Allegro non troppo, lirismo en el Andantino quasi allegretto y fortaleza en el Molto moderato e maestoso, majestuoso encuentro solista y orquesta que la obra, con sus altibajos emocionales, resultó más que aseada, equilibrada y por momentos plena de emotividad. Destacar nuevamente el entendimiento entre solista y orquesta que brillaron con luz propia.
Una versión a solo de la Asturiana de Falla fue un regalo con guiño local desde la universalidad de la música, donde no lloró el pino sino el violín de Alexandre, expléndido nuevamente.
La segunda parte nos trajo la nada habitual Sinfonía nº 3 en Do m., Op. 78 con el compositor Guillermo Martínez al órgano (bien amplificado incluso con un subwoofer) y el piano a cuatro manos de Olga Semouchina y la mierense Silvia Carrera, protagonistas dentro del conjunto orquestal que así concibió Saint-Saëns y volviendo a preguntarme por qué no hay órganos de tubos en todos los auditorios, enriqueciendo una tímbrica que la orquesta ovetense comienza a tener como signo de identidad en todas sus secciones, no ya la cuerda que ha alcanzado su madurez a pesar de la plantilla siempre corta, sino en una madera bien ensamblada, unos metales seguros y nada estridentes, más la percusión siempre con un toque de calidad que envidio para otras formaciones queridas.
Los dos bloques de la sinfonía estuvieron bien delineados por el maestro italiano el Adagio-Allegro moderato - Poco adagio claro de diseño, sacando a flote los recovecos melódicos que esconde y jugando con las dinámicas y cambios de tempo, más la irrupción orgánica y pianística del Allegro moderato - Presto - Maestoso - Allegro perfectamente encajados cual bloque cálido jugando con los protagonismos de todas las familias instrumentales. Versión brillante de esta sinfonía "orgánica" casi pariente lejana aunque con menos recursos que el posterior Preludio Festivo Op. 61 de R. Strauss.
La Jota Aragonesa para orquesta en LA M., Op. 64 fue la propina a plantilla completa para cerrar este monográfico, aunque vuelve mi opinión de la falta de "pegada" en esta partitura del compositor francés dedicada a Paquita Sarasate y deudora de la de Pablo o Tárrega, frente a orquestaciones mucho más brillantes para obras de un folklore como el español que tanto ha inspirado (y lo que queda aún) a músicos de muchas y distintas generaciones, aunque dentro de la grabación ayude a completar la duración y visión española de Monti y la Oviedo Filarmonía. Esperaremos a disfrutarla también en CD.

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