Muti: una lección de vida

El Faltstaff de Verdi en Oviedo con el maestro Riccardo Muti es historia desde el momento de su programación, noticia en todos los medios de comunicación y todo un acontecimiento nacional para los melómanos en general y operófilos en particular, siendo cita ineludible a pesar de las fechas en este tránsito de mes con luna llena, inicio, final o continuidad vacacional.
La Asociación de Directores de Orquesta Españoles (AESDO) que presiden Cristóbal Soler y Óliver Díaz lograron organizar el mismo día de la primera representación verdiana un homenaje  y encuentro con el gran Muti en el Salón de Té del Teatro Campoamor, con el apoyo del Ayuntamiento de OviedoCosme Marina y la representante del director napolitano) que resultó toda una lección no ya de música y de Verdi, que lo fue, sino de vida y pasión mediterránea a cargo del maestro napolitano, una hora para haber grabado cada palabra, cada gesto, desde la cercanía de los GRANDES y la sabiduría de quien conoce y defiende como nadie las óperas de su compatriota.
Difícil reflejar la emoción en el ambiente, la escucha casi religiosa de los presentes, la humanidad del Maestro, con mayúsculas, despojado de la batuta e imbuido de la vida más allá de los pentgramas, ese Don Riccardo que puede decir sin equivocarse que "el director no debe crear" (en entrevista de Rubén Amón para el diario El Mundo, hoy también presente en Oviedo junto a muchos críticos, empresarios y dirigentes musicales).
En un italiano comprensible, con algunas palabras en español, no importa el idioma cuando todo es tan vivido, fue llenando de anécdotas e historias donde se mezclaban con naturalidad pinceladas históricas que ayudaron a entender más a Verdi, la importancia de Vincenzo Lavigna, alumno de Paisiello y lo que supuso la escuela napolitana, el sur frente al norte, el Milán perteneciente al imperio austrohúngaro donde Mozart era "ciudadano" frente al Verdi "extranjero" rechazado como alumno de piano en su Conservatorio, el compositor romántico de escuela clásica, el escritos de todas su óperas para el público excepto la última Falstaff  para él mismo como auténtico testamento.
Volvió a recordarnos Muti la "escritura mozartiana" de Verdi, conocedor y estudioso de los cuartetos del genio de Salzburgo, de los de Haydn y también de Beethoven como referentes siempre al lado de la mesa de trabajo en Roncole, y el Falstaff como la ópera más difícil de todas que inspira y acerca a Debussy o Stravinski por una modernidad increíble que requiere un control absoluto de la verticalidad de la música, el texto como protagonista en esta "ópera de cámara" ligera y profunda.
No faltó el sentido del humor del Maestro criticando el poder visual, la imagen, olvidando que lo importante es la música, y hacer referencia a muchos colegas de gesto grandilocuente en esta moda de la imagen que encandilan al público, cuando precisamente es la letra con la música exacta la protagonista que apenas requiere un gesto mínimo, o cómo en los teatros los espectadores miran los sobretítulos olvidándose de la escena, exigiendo que todos conozcan el argumento con antelación... No podía olvidar a Mahler, admirador de las partituras de Verdi por su clasicismo, no solo el ritmo sino la expresión, cada nota con su emoción, sin renunciar al común Mediterráneo, los orígenes griego y romano de nuestra cultura frente a los "tedescos", por lo que "Grecia debe estar en Europa" sin falta de ser economista ni político.
Bromeó incluso con Rigoletto y la famosa aria La donna è mobile, criticada como "vulgar" pero no estúpida, una canción del pueblo que está ahí por el momento y el personaje, algo que no debemos olvidar. Y lo mal que trató la vida al de Busseto, los críticos de Londres o París afirmando estar ante la peor ópera de su vida, el buscado enfrentamiento del público prefiriendo la "intelectualidad" a Wagner antes que a Verdi con todo el sufrimiento causado que le tuvo veinte años en silencio...
De los intérpretes, casi como avisando de la función que vendría, les pide a todos que tengan "el diablo en el cuerpo", esa pasión y sentir de nuestra cultura, que no es ni circo ni inferior a las otras "del norte", Nápoles también como herencia española, saber escuchar y vivir frente a la exigencia, porque Verdi no juzga, habla y reconforta, Beethoven exige... algo que podemos compartir todos los presentes.
Tampoco faltó el enfoque espiritual de Verdi, creyente en un dios no solo católico, judío, más bien la energía o fuerza superior, cómo sino podría haber compuesto su Requiem, y por supuesto la rúbrica musical del acorde de do mayor, acorde de paz y de luz que tantos otros compositores utilizarán con este sentido. La vida no se puede entender sin el amor, y aparece en todas las óperas del compositor parejo a su edad, todos los personajes (masculinos, femeninos, coros) son el propio Giuseppe, autobiográficos, citando La Traviata como la experiencia propia de la negativa a sus segundas nupcias con Giuseppina Strepponi como ejemplo, y por supuesto este Falstaff donde "todo es burla" cerrando ese círculo vital y amoroso.
Un placer escucharle tararear muchas citas al hilo del relato, siempre sentido y compartido. Nos supo a poco y aún hubo tiempo para más emociones, como el programa de su debut como alumno-director allá por 1966 que le trajo su compañero de estudios Vicenzo Menghini, fagot de la orquesta de La Scala -como también su padre-, afincado en Deva (Gijón) hace años, departiendo largo y tendido sobre las vivencias de entonces, de Antonino Votto, a su vez discípulo de Toscanini, que rejuvenecieron ambos tras su anterior encuentro en 2011.
Las fotos con todos los presentes, la cordialidad y amabilidad tras una lección que continuó casi hasta la hora de comer a las puertas del teatro, con las caras de sorpresa de transeúntes y visitantes (como "Pauline Viardot" espectadora de excepción) sabiendo que a las 20:00 horas de este viernes 31 de julio se levantaría el telón del Campoamor...

Pero esta es otra historia...
Gracias a la AESDO por hacernos partícipes de algo tan especial.

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