Caleidoscopio en infinidad de grises

Viernes 9 de diciembre, 20:00 horas. Teatro de la Laboral, GijónLaboral Cineteca, Concierto extraordinario OSPA, Sonia de Munck (soprano), Mª José Suárez (mezzo), José Ramón Encinar (director). Jesús Torres: "Fausto. Música para la proyección de la película de Friedrich Wilhelm Murnau (1926)" (2008). Entrada: 8 € (más 1 € de gestión, todo desde casa incluyendo la impresión de la misma).
El mal llamado cine mudo siempre tuvo la música como soporte y apoyo, en directo con un piano, un dúo, una agrupación de cámara o una gran formación sinfónica. Grandes partituras orquestales se han escrito para la pantalla desde sus inicios y comienzan a recuperarse desde hace tiempo esas proyecciones con la música en vivo, incluso con nuevas bandas sonoras para películas históricas como ya hemos podido disfrutar en Asturias en repetidas ocasiones.
Y este viernes llegaba a Gijón el Faust. Eine deutsche Volkssage (Fausto. Una leyenda popular alemana) de 1926 del director alemán F. W. Murnau con música de Jesús Torres (Zaragoza, 1965), no la banda sonora sino una música paralela a la proyección, como indica el título de la partitura, superposición de ambos acontecimientos y pensada para complementarse más que subrayar la acción. El dedicatario de la misma, José Ramón Encinar junto a las voces que estrenaron la obra en Madrid, pero esta vez con nuestra OSPA en vez de la ORCAM (merece ver la entrevista en OSPATV) fueron los encargados de un excelente espectáculo sinfónico que nos devuelve lo mejor de la programación asturiana aunque sea fuera de los abonos y de los escenarios habituales, fichando como compositor residente al maño, con todo lo que supone trabajar codo con codo al creador y sus intérpretes.
El expresionismo como género artístico se concibe en toda la partitura como nueve escenas o números no siempre concidentes con la acción cinematográfica pero igualmente cargadas de emociones y ambientes sonoros desde un lenguaje atemporal con especial protagonismo de la percusión y el piano para una plantilla no muy grande donde además de metales (sin tuba), la madera presenta instrumentos extremos como flautín, clarinete bajo o contrafagot además del corno inglés, todos con intervenciones solistas y un tejido de texturas en la cuerda para ir jugando con una infinita carga de matices sobre el blanco y negro dibujando emociones, efectos avanzados para los años veinte del pasado siglo y la música por momentos contemporánea a la vez que actual, dos obras maestras discurriendo paralelas. La incorporación de la voz femenina hacia el final con la madrileña Sonia de Munck y la asturiana Mª José Suárez en perfecta simbiosis vocal de empaste, color y expresión, sin texto, amplificadas lo justo con una reverberación que ayudaba aún más a ese clima dramático en el amplio sentido de la palabra, las mismas voces que han participado en cada concierto, conforman casi una ópera visual, aportando una dimensión tan celestial como el propio triunfo del amor que ilumina pantalla y espacio sonoro.
Si percusión y viento parecen cargar con el peso, toda la cuerda (hoy con Fernando Zorita de ayudante de concertino) tejió pasajes en un caleidoscopio orgánico de variadas texturas para alcanzar dramatismo, pulsión rítmica, lirismo en los solos de Vasiliev o von Pfeil, guiños melodramáticos sin cargar tintas, dolor y amor en las dosis idóneas, todo con el dominio total de un Encinar que llevó cada fotograma sonoro de la partitura con igual exactitud que los del celuloide, dotándolo de las dinámicas precisas y el ambiente ideal pensado por un Torres que maneja la paleta sinfónica paralela a la de Murnau. Si la película sigue asombrando con la perspectiva de los años y el amor por el séptimo arte que no ha dejado de avanzar, la música no solo camina de la mano sino que puede volar independiente de la imagen aunque con ella alcance el verdadero sentido compositivo.
Las notas al programa de Álvaro Guibert son las preparadas para el estreno madrileño en el Teatro de la Zarzuela que encarga esta partitura, allá por mayo de 2009, y que se ha repetido no demasiadas veces, agradeciendo poder disfrutarla en Gijón, un placer la lectura previa y también la posterior al espectáculo que agradó a todos los presentes, toses siempre evitables, alcanzando el clímax en la explosión de parte de los parches colocados en los palcos laterales del primer piso con el redoble de caja en el escenario mientras el amor de Goethe triunfaba sobre Mefisto, el drama inmortal  donde se sigue vendiendo el alma no ya por la eterna juventud sino por cosas mucho más perecederas. Torres ha sabido captar la quintaesencia y atraparla en una partitura para la que Murnau es compañero de este viaje.

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