A Roma pasando por Oviedo
Lunes 12 de noviembre, 20:00 horas. Oviedo Barroco: Sala de Cámara del Auditorio de Oviedo. European Union Baroque Orchestra (EUBO), Lars Ulrik Mortensen (director y clave). "Todos los caminos llevan a Roma" (All Roads Lead To Rome), obras de Muffat, Händel y A. Corelli.
No sólo de música sinfónica vivimos en Oviedo y así surge este breve ciclo de tres conciertos (y otro gasto para el abono: 44€) que abría esta orquesta barroca patrocinada por la Unión Europea agrupando un plantel de excelentes intérpretes comandados por el clavecinista danés Mortensen, rompiendo el estereotipo de nórdico frío (algunos les llaman "los latinos del norte") porque transmite a sus pupilos todo lo que puede y más de un repertorio siempre agradecido aunque difícil de conseguir lo que esta formación derrocha: compenetración total, unión real en la ejecución, disfrute colectivo tocando, escuchándose unos a otros, y sobre todo una juventud ejemplo a seguir, auténticamente europeos para demostrar lo positivo del sueño hecho realidad en el terreno musical (pues del político o económico mejor lo dejamos "pa prau" que decimos en mi tierra).
El trío de compositores elegido lo abría y cerraba el alemán Georg Muffat con dos sonatas del "Armónico Tributo", la II en Sol m. y la V en SOL, lenguaje universal de contrastes rítmicos, dinámicos, orígenes de las danzas usadas, tempi o compases llenos de un ímpetu en los vivos y un poso en los lentos bien llevados desde el primer clave de Mortensen aunque siempre perfectamente "complementado" por el francés Jean-Christophe Dijoux. Eso sí, las intervenciones solistas del maestro son auténticas perlas naturales como el término barroco pese a parecer cultivadas.
Otro alemán nacionalizado inglés y viajero imparable, barroco personal igualmente europeo y universal siguió la primera parte, Händel con la Obertura HWV 336 y la Sonata a 5, HWV 288 ambas en la tonalidad de SIb, aparición del trío femenino en el viento madera (dúo de oboes y fagot) uniéndose a una cuerda que daba gusto escuchar, empaste, preocupación permanente por la afinación (en cada inicio se advertía esa necesidad llevada con maestría desde el clave del danés). Mayoría femenina en el tutti aunque concertino y continuo casi pleno masculino, destacando además del ya citado clavecinista francés, el concertino croata Bojan Čičić, el polaco y violín II Jacek Kurzydto y el cello del checo Petr Hamouz, sin olvidarme del único español Ricardo Cuende Isuskiza a la viola.
Y no podía faltar un italiano en este itinerario barroco que viene de Alemania y Reino Unido para proseguir en Bulgaria y finalizar nuevamente en Alemania: A. Corelli para cerrar y abrir las dos partes del concierto, dos de los doce Concerti Grossi Op. 6, el nº 4 en RE M. y el nº 3 en Do m. nuevo derroche técnico del conjunto con una rigurosidad y respeto al gesto ampuloso y efectivo (alguno podría tacharlo de grandilocuente) de Lars Ulrik Mortensen. Los fraseos, cambios bruscos de ritmo llevados con total suavidad, los ataques hirientes que hacían percibir cuerdas como trompetas frente a los pianissimi "aflautados", y sobre todo el juego de dinámicas al que me han acostumbrado sus colegas de Forma Antiqva, cercanos a lo vocal pese a tratarse de obras instrumentales. Propina incluída pudimos contagiarnos del sentir barroco siempre vivo, alegre, atemporal, felizmente recuperado en nuestros días con la pátina del estudio y trabajo riguroso de personalidades como la de mi admirado danés, buscando sitio propio en las programaciones. Últimamente no tengo queja.
No sólo de música sinfónica vivimos en Oviedo y así surge este breve ciclo de tres conciertos (y otro gasto para el abono: 44€) que abría esta orquesta barroca patrocinada por la Unión Europea agrupando un plantel de excelentes intérpretes comandados por el clavecinista danés Mortensen, rompiendo el estereotipo de nórdico frío (algunos les llaman "los latinos del norte") porque transmite a sus pupilos todo lo que puede y más de un repertorio siempre agradecido aunque difícil de conseguir lo que esta formación derrocha: compenetración total, unión real en la ejecución, disfrute colectivo tocando, escuchándose unos a otros, y sobre todo una juventud ejemplo a seguir, auténticamente europeos para demostrar lo positivo del sueño hecho realidad en el terreno musical (pues del político o económico mejor lo dejamos "pa prau" que decimos en mi tierra).
El trío de compositores elegido lo abría y cerraba el alemán Georg Muffat con dos sonatas del "Armónico Tributo", la II en Sol m. y la V en SOL, lenguaje universal de contrastes rítmicos, dinámicos, orígenes de las danzas usadas, tempi o compases llenos de un ímpetu en los vivos y un poso en los lentos bien llevados desde el primer clave de Mortensen aunque siempre perfectamente "complementado" por el francés Jean-Christophe Dijoux. Eso sí, las intervenciones solistas del maestro son auténticas perlas naturales como el término barroco pese a parecer cultivadas.
Otro alemán nacionalizado inglés y viajero imparable, barroco personal igualmente europeo y universal siguió la primera parte, Händel con la Obertura HWV 336 y la Sonata a 5, HWV 288 ambas en la tonalidad de SIb, aparición del trío femenino en el viento madera (dúo de oboes y fagot) uniéndose a una cuerda que daba gusto escuchar, empaste, preocupación permanente por la afinación (en cada inicio se advertía esa necesidad llevada con maestría desde el clave del danés). Mayoría femenina en el tutti aunque concertino y continuo casi pleno masculino, destacando además del ya citado clavecinista francés, el concertino croata Bojan Čičić, el polaco y violín II Jacek Kurzydto y el cello del checo Petr Hamouz, sin olvidarme del único español Ricardo Cuende Isuskiza a la viola.
Y no podía faltar un italiano en este itinerario barroco que viene de Alemania y Reino Unido para proseguir en Bulgaria y finalizar nuevamente en Alemania: A. Corelli para cerrar y abrir las dos partes del concierto, dos de los doce Concerti Grossi Op. 6, el nº 4 en RE M. y el nº 3 en Do m. nuevo derroche técnico del conjunto con una rigurosidad y respeto al gesto ampuloso y efectivo (alguno podría tacharlo de grandilocuente) de Lars Ulrik Mortensen. Los fraseos, cambios bruscos de ritmo llevados con total suavidad, los ataques hirientes que hacían percibir cuerdas como trompetas frente a los pianissimi "aflautados", y sobre todo el juego de dinámicas al que me han acostumbrado sus colegas de Forma Antiqva, cercanos a lo vocal pese a tratarse de obras instrumentales. Propina incluída pudimos contagiarnos del sentir barroco siempre vivo, alegre, atemporal, felizmente recuperado en nuestros días con la pátina del estudio y trabajo riguroso de personalidades como la de mi admirado danés, buscando sitio propio en las programaciones. Últimamente no tengo queja.
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