Estrenando con grandes
Viernes 29 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano "Luis G. Iberni": Horacio Lavandera (piano), Oviedo Filarmonía, Marzio Conti (director). Obras de Respighi, Guillermo Martínez y Sibelius.
Este último viernes de noviembre, frío y cálido al mismo tiempo, nos traía un nuevo estreno del compositor curtido en Covadonga y su Escolanía, que viajaron hasta el Auditorio para admirar y disfrutar de un modelo a seguir: Guillermo Martínez al que rebauticé como "Cosecha del 83", madurado en esa escuela cuna de España que nos estrenaría su Concierto nº 1 para piano y orquesta en si bemol mayor, Op. 83 interpretado por otro joven igualmente de raíces asturianas como es Horacio Lavandera, con la Oviedo Filarmonía bajo la dirección de su titular el florentino Conti, orquesta que convocó en 2012 su Primer Concurso Nacional de Jóvenes Compositores "Ciudad de Oviedo" ganado también por Guillermo con una obra titulada Rapsodia para violín y orquesta "Der Wanderer über dem Nebelmeer" que esperamos escuchar el próximo verano, otra prueba de la amplia y exitosa producción que lleva en su imparable e impagable carrera.
Primero disfrutamos de la Serenata per piccola orchestra -1904- (Respighi) bien llevada por el titular para una formación que cada vez suena mejor, dentro y fuera del foso, plantilla homogénea para una obra breve y perfecto preludio lleno de vitalidad que transmitieron antes de afrontar el estreno absoluto.
Ubicar dentro de las jornadas dedicadas al piano este primer concierto de Guillermo Martínez resulta todo un lujo no ya para el compositor o el solista sino también para los presentes, invitados, abonados y público puntual, que pudieron disfrutar de una partitura compuesta desde el academicismo más puro sin perderse el tiempo actual, algo de agradecer en momentos donde las raíces no deben olvidarse. La obra está perfectamente comentada en las notas al programa de Joaquín Valdeón, quien ha tenido la suerte de dirigir otros estrenos del compositor asturiano (al que "nacieron en Venezuela") y analiza la partitura con todo lujo de detalles, así como las del intérprete Horacio Lavandera, primero en degustar una obra que pronto sonará en otras salas.
Mis primeras impresiones recién escuchado: tres movimientos bien armados que resultan cual ideario o muestrario de todo lo que el (in)genio y oficio compositivo atesora, montón de referencias en una mochilla repleta de sensaciones, escuchas, emociones a flor de piel que salen a borbotones y resulta complicado organizar en una línea continua y cohesionada. Guiños a los grandes conciertos románticos, cercanía al más lírico Rachmaninov, el Ravel maduro o el Adinsell del cinematográfico Concierto de Varsovia, orquestación de libro trabajada en ordenadores que son capaces de trinos imposibles para los metales o combinar difíciles percusiones en vivo, así como un lenguaje pianístico donde las "cadenzas", solos, concertantes, son previsibles precisamente por seguir la receta del concierto para piano más "académico", bien llevado por un Conti que siempre ha confiado en Martínez.
El Tempo como, ma eroico-Allegro appasionato resultó ciertamente bien trabajado desde la forma, dramatismo en la primera aparición del solista y juego de colores al fundirse primero y dialogar después con una amplia orquesta siempre arropando ese fluir de temas que no llegan nunca al clímax, con todo un despliegue técnico en el piano: trinos (personalmente demasiados a lo largo de la obra y en todas las familias orquestales), escalas y arpegios arriba y abajo, contrapuntos, pedales... El pianista argentino siempre impecable engrandeciendo cada intervención. El Adagietto espressivo sacó colores hermosos de la paleta orquestal (corno, arpa y el cello de Elva Trullén) que Guillermo Martínez mostrase en "El sueño eterno", intimismo mayor en un delicado solo de piano con atmósferas francesas antes de desembocar en el Allegretto giocoso, auténtico "collage" y torbellino de motivos desde los asturianos a los orientales hasta desembocar en el jazz con piano y batería, modos mayores y menores, estampidas rítmicas, marchas casi patrióticas, paletas orquestales siempre equilibradas por Conti perfecto concertador con el piano de Lavandera, auténtico destinatario de este primer concierto de Guillermo Martínez desde "su compromiso compositivo, en su decidida y no disimulada intención de avanzar estéticamente, construyendo desde los cánones clásicos y no destruyéndolos" como bien escribe Valdeón. No podemos negar el trabajo y valía de este bautizo en la forma para un compositor joven al que el tiempo hará madurar como los buenos vinos, pero que también debemos valorar desde el momento actual.
Y de auténtica madurez resultó la Sinfonía nº 5 en mi bemol mayor, op. 82 de Sibelius, reafirmando el dicho de "no hay quinta mala" que el director italiano desgranó con una visión trabajada desde todos los planos orquestales en una formación cada vez más adulta, partitura compleja y exigente en sus tres movimientos bien delineados por esta batuta que está "maridando" con su orquesta a la perfección. Tempo molto moderato con protagonismo de las trompas, mejor que en la primera parte, y una cuerda homogénea e hiriente cuando se le pide, todo con ritmo más dinámicas muy conseguidas. El Andante mosso, quasi allegretto con esos "medios tiempos" tranquilos de los que Conti extrae calidades altísimas a su formación, y el Allegro molto de reafirmación en los metales para el Sibelius puro, maduro, heróico, efectista incluso en el final poderoso con el que la OFil remató un concierto de grandes obras nunca menores, música pura desde la total subjetividad emocional y compartida.
Este último viernes de noviembre, frío y cálido al mismo tiempo, nos traía un nuevo estreno del compositor curtido en Covadonga y su Escolanía, que viajaron hasta el Auditorio para admirar y disfrutar de un modelo a seguir: Guillermo Martínez al que rebauticé como "Cosecha del 83", madurado en esa escuela cuna de España que nos estrenaría su Concierto nº 1 para piano y orquesta en si bemol mayor, Op. 83 interpretado por otro joven igualmente de raíces asturianas como es Horacio Lavandera, con la Oviedo Filarmonía bajo la dirección de su titular el florentino Conti, orquesta que convocó en 2012 su Primer Concurso Nacional de Jóvenes Compositores "Ciudad de Oviedo" ganado también por Guillermo con una obra titulada Rapsodia para violín y orquesta "Der Wanderer über dem Nebelmeer" que esperamos escuchar el próximo verano, otra prueba de la amplia y exitosa producción que lleva en su imparable e impagable carrera.
Primero disfrutamos de la Serenata per piccola orchestra -1904- (Respighi) bien llevada por el titular para una formación que cada vez suena mejor, dentro y fuera del foso, plantilla homogénea para una obra breve y perfecto preludio lleno de vitalidad que transmitieron antes de afrontar el estreno absoluto.
Ubicar dentro de las jornadas dedicadas al piano este primer concierto de Guillermo Martínez resulta todo un lujo no ya para el compositor o el solista sino también para los presentes, invitados, abonados y público puntual, que pudieron disfrutar de una partitura compuesta desde el academicismo más puro sin perderse el tiempo actual, algo de agradecer en momentos donde las raíces no deben olvidarse. La obra está perfectamente comentada en las notas al programa de Joaquín Valdeón, quien ha tenido la suerte de dirigir otros estrenos del compositor asturiano (al que "nacieron en Venezuela") y analiza la partitura con todo lujo de detalles, así como las del intérprete Horacio Lavandera, primero en degustar una obra que pronto sonará en otras salas.
Mis primeras impresiones recién escuchado: tres movimientos bien armados que resultan cual ideario o muestrario de todo lo que el (in)genio y oficio compositivo atesora, montón de referencias en una mochilla repleta de sensaciones, escuchas, emociones a flor de piel que salen a borbotones y resulta complicado organizar en una línea continua y cohesionada. Guiños a los grandes conciertos románticos, cercanía al más lírico Rachmaninov, el Ravel maduro o el Adinsell del cinematográfico Concierto de Varsovia, orquestación de libro trabajada en ordenadores que son capaces de trinos imposibles para los metales o combinar difíciles percusiones en vivo, así como un lenguaje pianístico donde las "cadenzas", solos, concertantes, son previsibles precisamente por seguir la receta del concierto para piano más "académico", bien llevado por un Conti que siempre ha confiado en Martínez.
El Tempo como, ma eroico-Allegro appasionato resultó ciertamente bien trabajado desde la forma, dramatismo en la primera aparición del solista y juego de colores al fundirse primero y dialogar después con una amplia orquesta siempre arropando ese fluir de temas que no llegan nunca al clímax, con todo un despliegue técnico en el piano: trinos (personalmente demasiados a lo largo de la obra y en todas las familias orquestales), escalas y arpegios arriba y abajo, contrapuntos, pedales... El pianista argentino siempre impecable engrandeciendo cada intervención. El Adagietto espressivo sacó colores hermosos de la paleta orquestal (corno, arpa y el cello de Elva Trullén) que Guillermo Martínez mostrase en "El sueño eterno", intimismo mayor en un delicado solo de piano con atmósferas francesas antes de desembocar en el Allegretto giocoso, auténtico "collage" y torbellino de motivos desde los asturianos a los orientales hasta desembocar en el jazz con piano y batería, modos mayores y menores, estampidas rítmicas, marchas casi patrióticas, paletas orquestales siempre equilibradas por Conti perfecto concertador con el piano de Lavandera, auténtico destinatario de este primer concierto de Guillermo Martínez desde "su compromiso compositivo, en su decidida y no disimulada intención de avanzar estéticamente, construyendo desde los cánones clásicos y no destruyéndolos" como bien escribe Valdeón. No podemos negar el trabajo y valía de este bautizo en la forma para un compositor joven al que el tiempo hará madurar como los buenos vinos, pero que también debemos valorar desde el momento actual.
Y de auténtica madurez resultó la Sinfonía nº 5 en mi bemol mayor, op. 82 de Sibelius, reafirmando el dicho de "no hay quinta mala" que el director italiano desgranó con una visión trabajada desde todos los planos orquestales en una formación cada vez más adulta, partitura compleja y exigente en sus tres movimientos bien delineados por esta batuta que está "maridando" con su orquesta a la perfección. Tempo molto moderato con protagonismo de las trompas, mejor que en la primera parte, y una cuerda homogénea e hiriente cuando se le pide, todo con ritmo más dinámicas muy conseguidas. El Andante mosso, quasi allegretto con esos "medios tiempos" tranquilos de los que Conti extrae calidades altísimas a su formación, y el Allegro molto de reafirmación en los metales para el Sibelius puro, maduro, heróico, efectista incluso en el final poderoso con el que la OFil remató un concierto de grandes obras nunca menores, música pura desde la total subjetividad emocional y compartida.
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