RenovadOS PAra bien
Viernes 15 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: OSPA, abono 3: "El ballet y la música", Rossen Milanov (director). Obras de Stravinsky, Tchaikovsky y Prokofiev.
Volvía el maestro titular al frente de nuestra orquesta con un programa de los que hacen afición y donde todos nos sentimos cómodos (tengo pendiente comentar el último CD que también ayuda a costear temporada, precisamente con música de ballet), música para la escena de tres rusos con lenguajes distintos para un mismo fin: excelente música escrita para la danza pero capaces de emocionar sin ella, y así resultó devolviéndonos la OSPA que todos deseamos sustentada en esas tres patas rusas para bailar unos cuentos atemporales.
Nada mejor para calentar motores que la suite El pájaro de fuego (versión 1919) de Stravinsky, selección de seis números de los diecinueve totales del ballet, donde la Introducción "pianissimo" en los contrabajos ya aventuraba colorido y buen hacer, para ir ganando rotundidad desde el buen gusto interpretativo de esta música casi centenaria tan llena de vitalidad. Tiempos bailados interiormente, claridad expositiva, calidad en las intervenciones solistas y sonido compacto lleno de matices de principio a fin para un cuento musicado con mucha enjundia como bien escribe Joaquín Valdeón en las notas al programa (enlazadas en la cabecera de esta entrada con los autores): "... el cromatismo asociado a los elementos sobrenaturales del cuento -mientras que los personajes mortales están emparentados a lo diatónico y al desarrollo melódico compositivo propio del siglo XIX, antítesis diatónico-cromática... ", atreviéndome rematar con una versión de "música para mortales inspirada por inmortales".
La Suite Op. 20a de El lago de los cisnes (Tchaikovsky) es peligrosa por conocida, pero como si de una coreografía instrumental se tratase, el maestro Milanov hizo bailar interiormente la hermosísima partitura que más allá del argumento de cuento resulta un muestrario de danzas contrastadas para mayor gloria de solistas, totalmente centrados y entregados, bien arropados por el "tutti" que empastó a la perfección con algunos "segundos" de "primeros". Hermoso Vals totalmente ruso, delicada Danza de los cisnes y sobre todo la segunda Escena nos mostraron a Miriam del Río (¡el arpa en estado puro! e imprescindible en esta obra) y Vasiliev al que se sumó Atapin como auténticos virtuosos, sin olvidar cada aparición solista de sus compañeros en la bella pugna por enamorar al oyente (ahí siempre Ferriol con su oboe), las Czardas elegantes con percusionistas precisos en su plano sonoro, una Danza Española desde Rusia tamizada en nuestra tierra, la Napolitana casi felliniana de nuestro trompeta holandés y rematar con la Mazurka que nuestro director búlgaro hizo volar para cerrar una primera parte "in crescendo".
Los cuentos musicados están destinados a niños de todas las edades, y Prokofiev los trata con una paleta propia inspirada en sus compatriotas, auténticos recreadores y promotores del ballet. La Cenicienta: Suite nº1 op. 107 concentra en sus ocho números la nueva visión de danzas, mazurkas o valses, escrita en 1946 desde una orquestación potente y delicada al mismo tiempo, bailable pero sin perder el "rubato", algo que Milanov y la OSPA lograron para resarcirnos de malos tragos, incluso recreando mentalmente los episodios bailados, esta tercera pata para un estable taburete (tayuelu en asturiano) danzante en un viernes invernal pero cálido musicalmente hablando. El gato resultó de terciopelo, la pelea no pasó a mayores sino que la "coreografía interna" nos la convirtió en trazos sin dureza, las hadas con ambientes etéreos, y sobre todo el Vals de Cenicienta y la medianoche con las doce campanadas de rigos pero dos horas de adelanto donde los protagonistas de este cuento hecho realidad fueron los maestros de la OSPA con la batuta de coreógrafo que transmite, domina y deja hacer, pero sobre todo la buena música de una partitura bien "bailada".
Los finales de estos cuentos rusos fueron distintos pero felices aunque la guerra volverá la próxima semana, esperemos que sin heridas profundas, al menos que cicatricen pronto...
Volvía el maestro titular al frente de nuestra orquesta con un programa de los que hacen afición y donde todos nos sentimos cómodos (tengo pendiente comentar el último CD que también ayuda a costear temporada, precisamente con música de ballet), música para la escena de tres rusos con lenguajes distintos para un mismo fin: excelente música escrita para la danza pero capaces de emocionar sin ella, y así resultó devolviéndonos la OSPA que todos deseamos sustentada en esas tres patas rusas para bailar unos cuentos atemporales.
Nada mejor para calentar motores que la suite El pájaro de fuego (versión 1919) de Stravinsky, selección de seis números de los diecinueve totales del ballet, donde la Introducción "pianissimo" en los contrabajos ya aventuraba colorido y buen hacer, para ir ganando rotundidad desde el buen gusto interpretativo de esta música casi centenaria tan llena de vitalidad. Tiempos bailados interiormente, claridad expositiva, calidad en las intervenciones solistas y sonido compacto lleno de matices de principio a fin para un cuento musicado con mucha enjundia como bien escribe Joaquín Valdeón en las notas al programa (enlazadas en la cabecera de esta entrada con los autores): "... el cromatismo asociado a los elementos sobrenaturales del cuento -mientras que los personajes mortales están emparentados a lo diatónico y al desarrollo melódico compositivo propio del siglo XIX, antítesis diatónico-cromática... ", atreviéndome rematar con una versión de "música para mortales inspirada por inmortales".
La Suite Op. 20a de El lago de los cisnes (Tchaikovsky) es peligrosa por conocida, pero como si de una coreografía instrumental se tratase, el maestro Milanov hizo bailar interiormente la hermosísima partitura que más allá del argumento de cuento resulta un muestrario de danzas contrastadas para mayor gloria de solistas, totalmente centrados y entregados, bien arropados por el "tutti" que empastó a la perfección con algunos "segundos" de "primeros". Hermoso Vals totalmente ruso, delicada Danza de los cisnes y sobre todo la segunda Escena nos mostraron a Miriam del Río (¡el arpa en estado puro! e imprescindible en esta obra) y Vasiliev al que se sumó Atapin como auténticos virtuosos, sin olvidar cada aparición solista de sus compañeros en la bella pugna por enamorar al oyente (ahí siempre Ferriol con su oboe), las Czardas elegantes con percusionistas precisos en su plano sonoro, una Danza Española desde Rusia tamizada en nuestra tierra, la Napolitana casi felliniana de nuestro trompeta holandés y rematar con la Mazurka que nuestro director búlgaro hizo volar para cerrar una primera parte "in crescendo".
Los cuentos musicados están destinados a niños de todas las edades, y Prokofiev los trata con una paleta propia inspirada en sus compatriotas, auténticos recreadores y promotores del ballet. La Cenicienta: Suite nº1 op. 107 concentra en sus ocho números la nueva visión de danzas, mazurkas o valses, escrita en 1946 desde una orquestación potente y delicada al mismo tiempo, bailable pero sin perder el "rubato", algo que Milanov y la OSPA lograron para resarcirnos de malos tragos, incluso recreando mentalmente los episodios bailados, esta tercera pata para un estable taburete (tayuelu en asturiano) danzante en un viernes invernal pero cálido musicalmente hablando. El gato resultó de terciopelo, la pelea no pasó a mayores sino que la "coreografía interna" nos la convirtió en trazos sin dureza, las hadas con ambientes etéreos, y sobre todo el Vals de Cenicienta y la medianoche con las doce campanadas de rigos pero dos horas de adelanto donde los protagonistas de este cuento hecho realidad fueron los maestros de la OSPA con la batuta de coreógrafo que transmite, domina y deja hacer, pero sobre todo la buena música de una partitura bien "bailada".
Los finales de estos cuentos rusos fueron distintos pero felices aunque la guerra volverá la próxima semana, esperemos que sin heridas profundas, al menos que cicatricen pronto...
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