Talento también en verano
Miércoles 12 de agosto, 20:00 horas. Festival de Verano Oviedo 2015, Claustro del Museo Arqueológico de Asturias: Dúo In Extremis: Andrés Fernández (oboe) y Omar Majbour Navarro (piano). Obras de Schumann, Gilles Silvestrini (1961), Tchaikovsky y O. Majbour (Oviedo, 1983). Entrada libre.
Concierto original con estreno incluido del pianista, director y compositor carbayón, organizado de forma cíclica donde no faltaron las correspondiente intervenciones a solo de dos músicos de casa que “in extremis” lograron evitar más fugas de un público veraniego mal educado que acude a ciegas y sin respeto por nada. Menos mal que sólo queda en anécdota pues todo estuvo bien trabajado y ejecutado por un dúo joven con mucho que decir en el difícil terreno de la música.
Schumann abría programa con Tres romanzas, op. 94, tres originales "lieder" sin palabras para la voz del oboe de timbre no siempre nasal, mientras el piano mantuvo y compartió protagonismo arropando melodías, Nicht schnell bien fraseado arropado por un teclado romántico, intenso Einfach, innig, "sencilla y ardorosa", simplemente íntimo pero con fuego, y la última Nicht schnell llena de intensidades y poesía instrumental.
Del oboísta y compositor francés Gilles Silvestrini pudimos escuchar dos lienzos distintos pero de "pinceladas maestras" donde Andrés Fernández jugó con una amplísima y virtuosa paleta de unas partituras con variadas reminiscencias, explorando sonoridades extremas de un instrumento siempre melódico, más de lo esperado a solo: De los Seis cuadros para oboe solo, el nº 2 "Potager et Arbres en Fleurs, Printemps Pontoise", el cuadro de Camile Pissarro primaveral árbol en flor como inspiración de expresividad máxima, incluso espacial en la búsqueda de colores plenos más allá del impresionismo, proyectando el sonido en las dos alas del claustro, ligero, de acento ruso y extremista sin perder expresión para todo un recital de oboe, y tras el estreno comentado, el nº 8 "Le Ballet Espagnol de E. Manet", cuadro lleno de luz para un nuevo lucimiento solista, ese baile español que me trajo recuerdos de viajes, rumores de la caleta malagueña de Albéniz, expresividad desde la exploración tímbrica de tintes mediterráneos con pellizco flamenco de Alhambra orientalista como la de nuestro Falla, momentos sonoros cercanos al corno inglés ante un registro grave muy compacto, auténtico muestrario de notas extremas cual arco violinístico para semejar dos voces sin perder sentido melódico, verdaderos lienzos maestros con el pincel del oboe de Andrés Fernández.
Omar Majbour eligió para su intervención solista nada menos que a Tchaikovsky, sinónimo de melodía y sentimiento musical, Tres valses para piano que recordaron parte de los ballets sinfónicos del ruso, contrastes de género y tiempo, el opus 39 nº 9 masculino y quasi orquestal, ligero de ritmo bien marcado, la feminidad "sentimental" opus 51 nº 6, introspección menos bailable por el "rubato" que buscó y contagió todo el intimismo de esencia chopiniana, con una mano izquierda que semeja los violonchelos llevando el peso melódico mientras la derecha alza el vuelo cristalino, para volver a la fortaleza en pareja del opus 40 nº 8 por carácter e interpretación, sinfonismo del teclado en blanco y negro en bailarines de salón y puro romanticismo. Muy buena ejecución del pianista ovetense antes de enfrentarse a su estreno.
La Fantasía para oboe y piano, op. 8 del propio Omar Majbour conjuga parte de lo escuchado en el resto del concierto, conocedor del lenguaje del oboe, dominador de la escritura pianística para pasar del acompañamiento al solo en una obra “ad hoc” de plena actualidad. Tiene tintes franceses como los cuadros de Silvestrini, armonías ricas, un completo y variado discurso más allá del lucimiento del viento, que lo tiene, juegos de notas extremas y disonancias sin perder nunca el sentido melódico característico del instrumento "solista", cargas expresivas a base de amplios reguladores y tiempos contrastados, más silencios subrayando un expresionismo cercano. Interesante obra y ejecución de este dúo “in extremis”. Como en cada estreno suelo tomar notas según voy escuchando, aquí las comparto:
Las dos propinas fueron muy del gusto de cualquier melómano por lo conocidas: un respetuoso arreglo del Nocturno op. 9 nº 2 de Chopin, aquí con el oboe llevando toda la melodía y el piano original sin ella, para degustar todavía más del placer y dolor romántico, más el Summertime de Gershwin interpretado y sentido como un canto del siglo XX en el lenguaje americano que perseguía el llamado "Chopin de Broadway", aquí despojado de jazz, perfecto entendimiento de un joven dúo sobresaliente ¡y de casa!.
Del público veraniego irreverente y maleducado volver a destacar sus móviles, movimientos ruidosos de sillas, desvergüenza en marcharse sin esperar una pausa entre obras y demás lindezas que mejor no cabrearse ante el incivismo campante de nuestro tiempo. Por lo menos los fotógrafos respetan los tiempos y algunos incluso desactivan el "click" de sus cámaras digitales, marchando a las redacciones al finalizar los intérpretes. Supongo que algo de complicidad artística hay. Todavía queda mucha música de verano en Oviedo, y en las de pago espero no pasar vergüenza ajena.
Concierto original con estreno incluido del pianista, director y compositor carbayón, organizado de forma cíclica donde no faltaron las correspondiente intervenciones a solo de dos músicos de casa que “in extremis” lograron evitar más fugas de un público veraniego mal educado que acude a ciegas y sin respeto por nada. Menos mal que sólo queda en anécdota pues todo estuvo bien trabajado y ejecutado por un dúo joven con mucho que decir en el difícil terreno de la música.
Schumann abría programa con Tres romanzas, op. 94, tres originales "lieder" sin palabras para la voz del oboe de timbre no siempre nasal, mientras el piano mantuvo y compartió protagonismo arropando melodías, Nicht schnell bien fraseado arropado por un teclado romántico, intenso Einfach, innig, "sencilla y ardorosa", simplemente íntimo pero con fuego, y la última Nicht schnell llena de intensidades y poesía instrumental.
Del oboísta y compositor francés Gilles Silvestrini pudimos escuchar dos lienzos distintos pero de "pinceladas maestras" donde Andrés Fernández jugó con una amplísima y virtuosa paleta de unas partituras con variadas reminiscencias, explorando sonoridades extremas de un instrumento siempre melódico, más de lo esperado a solo: De los Seis cuadros para oboe solo, el nº 2 "Potager et Arbres en Fleurs, Printemps Pontoise", el cuadro de Camile Pissarro primaveral árbol en flor como inspiración de expresividad máxima, incluso espacial en la búsqueda de colores plenos más allá del impresionismo, proyectando el sonido en las dos alas del claustro, ligero, de acento ruso y extremista sin perder expresión para todo un recital de oboe, y tras el estreno comentado, el nº 8 "Le Ballet Espagnol de E. Manet", cuadro lleno de luz para un nuevo lucimiento solista, ese baile español que me trajo recuerdos de viajes, rumores de la caleta malagueña de Albéniz, expresividad desde la exploración tímbrica de tintes mediterráneos con pellizco flamenco de Alhambra orientalista como la de nuestro Falla, momentos sonoros cercanos al corno inglés ante un registro grave muy compacto, auténtico muestrario de notas extremas cual arco violinístico para semejar dos voces sin perder sentido melódico, verdaderos lienzos maestros con el pincel del oboe de Andrés Fernández.
Omar Majbour eligió para su intervención solista nada menos que a Tchaikovsky, sinónimo de melodía y sentimiento musical, Tres valses para piano que recordaron parte de los ballets sinfónicos del ruso, contrastes de género y tiempo, el opus 39 nº 9 masculino y quasi orquestal, ligero de ritmo bien marcado, la feminidad "sentimental" opus 51 nº 6, introspección menos bailable por el "rubato" que buscó y contagió todo el intimismo de esencia chopiniana, con una mano izquierda que semeja los violonchelos llevando el peso melódico mientras la derecha alza el vuelo cristalino, para volver a la fortaleza en pareja del opus 40 nº 8 por carácter e interpretación, sinfonismo del teclado en blanco y negro en bailarines de salón y puro romanticismo. Muy buena ejecución del pianista ovetense antes de enfrentarse a su estreno.
La Fantasía para oboe y piano, op. 8 del propio Omar Majbour conjuga parte de lo escuchado en el resto del concierto, conocedor del lenguaje del oboe, dominador de la escritura pianística para pasar del acompañamiento al solo en una obra “ad hoc” de plena actualidad. Tiene tintes franceses como los cuadros de Silvestrini, armonías ricas, un completo y variado discurso más allá del lucimiento del viento, que lo tiene, juegos de notas extremas y disonancias sin perder nunca el sentido melódico característico del instrumento "solista", cargas expresivas a base de amplios reguladores y tiempos contrastados, más silencios subrayando un expresionismo cercano. Interesante obra y ejecución de este dúo “in extremis”. Como en cada estreno suelo tomar notas según voy escuchando, aquí las comparto:
Arranca el oboe solo contestado por pinceladas del piano a base de acordes en melodía tranquila antes de desarrollar un tema de aire ruso por fraseo y acompañamiento, ganando en intensidad y tiempo de forma simultánea para un segundo tema jugando en unísonos, notas cortas y silencios, stacatos en ambos protagonistas y un remanso pianístico solo preparando el tercer tema casi oriental y variando el primero, momentos "ad libitum" antes de un puente del piano que retoma el tempo lento de fraseo muy melódico por parte del oboe, escritura muy clásica con los rellenos armónicos del piano donde no faltan notas pedales que engrandecen una sentimental melodía. Prosigue esta fantasía con un crescendo y tempo agitado a base de arpegios y trinos desembocando en un lento y brillante tema de aire francés con unos graves en el piano que contrastan tímbricantemente con el oboe y caminan juntos hacia un final sin excesos, mínima pausa con e silencio subrayando el vivo y aumento dinámico hasta un seco y concluyente fortísimo.Tras el ya comentado segundo cuadro del oboista francés, se cerraba el círculo virtuoso con el Adagio y allegro op. 70 de Schumann, perfecto principio y final, auténticas "romanzas sin palabras" del Leipzig de Félix y Robert, el “lied” lento de verbo abstracto y claro seguido del “allegro” final tortuoso y brillante, cascada sentimental de protagonismo compartido en el más puro romanticismo alemán.
Las dos propinas fueron muy del gusto de cualquier melómano por lo conocidas: un respetuoso arreglo del Nocturno op. 9 nº 2 de Chopin, aquí con el oboe llevando toda la melodía y el piano original sin ella, para degustar todavía más del placer y dolor romántico, más el Summertime de Gershwin interpretado y sentido como un canto del siglo XX en el lenguaje americano que perseguía el llamado "Chopin de Broadway", aquí despojado de jazz, perfecto entendimiento de un joven dúo sobresaliente ¡y de casa!.
Del público veraniego irreverente y maleducado volver a destacar sus móviles, movimientos ruidosos de sillas, desvergüenza en marcharse sin esperar una pausa entre obras y demás lindezas que mejor no cabrearse ante el incivismo campante de nuestro tiempo. Por lo menos los fotógrafos respetan los tiempos y algunos incluso desactivan el "click" de sus cámaras digitales, marchando a las redacciones al finalizar los intérpretes. Supongo que algo de complicidad artística hay. Todavía queda mucha música de verano en Oviedo, y en las de pago espero no pasar vergüenza ajena.
P.D. 1: Dejo la crónica de N. Hermida en LNE del 13 de agosto.
Comentarios