That's entertainment
Como dice el título en inglés "That's entertainment", eso es entretenimiento, un concierto para disfrutar con una música siempre cercana a nuestra memoria cinematográfica con dos compositores norteamericanos que entendieron la música popular del jazz para elevarla a categoría sinfónica desde unos arreglos realmente agradables de escuchar, esta vez con una orquesta alemana que parecía no de Köln sino de Hollywood, con una plantilla algo corta en la cuerda pero que cumplió con las expectativas de un programa diríamos que ligero, capitaneados por el organista, pianista y director británico Wayne Marshall, especialista en los dos compositores que hoy traía al Auditorio de Oviedo dentro de una gira que llegaba de Barcelona, supongo que por "encajarlo" en las llamadas jornadas de piano, aunque lo único con el instrumento de las 88 teclas solista sería la Rhapsody in Blue tras la obertura Of thee I Sing que supo a poco pese al éxito de todo el musical, y antes de lo que los anglófonos denominan "Medley" y nosotros popurrí, que comentaré más adelante.
Con una cuerda sedosa, abundante percusión, maderas donde no podían faltar los saxofones y el propio Marshall dirigiendo y tocando la "rapsodia" este "concierto" de piano tuvo dos momentos álgidos precisamente en los solos "made in Wayne" cargados de buen gusto jazzístico, distintos de las múltiples versiones que atesoro (la de Michel Camilo es referente para mí junto a la de Gabriela Montero, con el género de la improvisación tan antiguo como la propia música), llevando las melodías de Broadway con unas armonías delicadas bien marcadas, así como unos tiempos rápidos sin perder nunca el "swing" y dejando que la orquesta alemana demostrase la calidad de sus integrantes desde el solo de clarinete inicial. Difícil tocar y dirigir que el músico británico, dominador de todo el concierto (memorizado en su integridad), llegó a contestar tocando de pie sin perder detalle en una obra donde el solista tiene dificultades técnica y de carácter. No es el pianista y organista de color uno de esos intérpretes de fuerza en las dinámicas (con orquesta deberían ser algo mayores) ni de sonido cristalino (en los arpegios quedó algo opaco) pero su versión de la rapsodia fue notable, sobre todo por la visión global, impetuosa y cercana de una obra siempre actual con una instrumentación rica en colores aunque con la balanza caída hacia el carácter.
Con el título de Gershwin in Hollywood Robert Russell Bennet (1894-1981), un gran músico siempre en la sombra, orquestó esta suite de concierto con ocho conocidos temas de los hermanos Gershwin que hemos escuchado en tantas películas y documentales, todo muy bien analizado en las notas al programa por Alejandro G. Villalibre, donde no faltó "El amor llegó para quedarse" de la conocida película y musical Un americano en París, instrumentaciones muy "americanas" y canciones bien enlazadas para dotar de unidad idiomática en el amplio sentido este repertorio que también se denomina de "standards". Bien los alemanes que tanto les gusta el jazz (no faltó el banjo), con calidad y calidez para esta música hoy sin palabras de George Gerswhin.
Un músico completo fue Leonard Berstein, el gran Lenny que destacó en todas las facetas (también interpretó y dirigió la "Rhapsody") y donde la composición nos ha dejado páginas únicas que rompen etiquetas, caso de West Side Story o Candide, versiones en cualquier soporte y escena con fuentes cercanas tanto a Gerswhin y el jazz como a Copland o lo mejor del music hall, su forma de entender el espectáculo total, concepción de la ópera popular, opereta en cuanto a la cercanía contrapuesta a la "seria" que parece irreconciliable con ese letrero de "música culta" que los puristas no perdonaron (ni perdonan) todavía en este siglo XXI. Mejor interpretación de unas partituras llenas de matices, contrastes, ritmo y siempre la popularidad desde la calidad.
Las "Danzas sinfónicas" de West Side Story mostraron el dominio que Bernstein tenía del lenguaje orquestal, revisión de 1961 para unir nueve secciones de su musical tras la orquestación que Ramin y Kostal hicieron para la película que nos hizo enamorarnos de Natalie Wood, dejando la música pura capaz de mantener el dramatismo del argumento shakesperiano. Un placer escuchar los temas por unos alemanes a los que Marshall deja disfrutar, con un Mambo realmente latino y técnicamente sinfónico a más no poder.
Otro tanto podríamos decir de la suite de Candide, obertura incluida, que la Orquesta Sinfónica de la Radio de Colonia eleva a la categoría de culta con una ejecución impecable en todos los números y una química con el maestro británico al que especializarse en estos repertorios le da la autoridad demostrada en unas interpretaciones de indiscutible calidad.
Entretenimiento ideal para una tarde de sábado y cual cambio de menú que los melómanos agradecemos, aunque ya saben que me declaro omnívoro. El regalo con la orquesta "sola" y Mr. Wayne al piano (lástima no tener órgano como en Barcelona) como un músico más, todo un refresco.
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