Geroncio, ángeles y demonios
Jueves 17 de marzo, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Concierto extraordinario de Semana Santa, OSPA, Allison Cook (mezzo), Zach Borichevsky (tenor), Nathan Berg (bajo), Coro FPA (maestro de coro: José Esteban García Miranda), Rossen Milanov (director). Sir Edward Elgar: El sueño de Geroncio, op. 38 (1900). Entrada: invitación abonados OSPA.
Hay obras que deben escucharse en vivo al menos una vez en la vida, y si además el propio compositor dice "Si alguna obra mía es digna de no olvidarse, ésta es", entonces podrán comprender mi deseo hecho realidad de este The Dream of Gerontius de Elgar, puede que sintiéndome ya un "hombre viejo" como el protagonista, sin importar cómo clasificar o analizar esta magna obra (oratorio, cantata dramática...) sobre textos del cardenal John Henry Newman (1801-1890). Está tan bien escrita para cada intervención que es maravilloso escuchar cómo se mueven y aparecen las voces solistas, el coro y la propia orquesta en una sucesión sin apenas respiro, con dos partes bien diferenciadas donde el descanso rompió un poco el dramatismo implícito: una primera parte "terrenal" y la segunda "más allá de la tierra", tal y como la concibió un inglés que adoraba a Wagner (como recuerda Lorena Jiménez en las notas al programa enlazadas arriba en el autor) pero cuya música tiene sello propio en este diálogo con la muerte lleno de serenidad.
Interesantes los tres solistas de este concierto extraordinario, comenzando por el tenor Borichevsky que tiene el papel más extenso. De timbre hermoso, emisión más que correcta en todos los registros y momentos de belleza casi íntima, especialmente cuando se convierte en el alma de Geroncio con unos pianissimi muy sentidos.
El bajo-barítono Berg al que pude escuchar hace años en el Auditorio, interpreta al predicador de la primera parte y al ángel de la agonía final, dos registros en uno donde el impacto del texto se refleja en su proyección desde un color algo metálico en el agudo pero ideal para inspirar el terror y temblor antes del último vuelo.
Encantado con la mezzo escocesa Allison Cook que "llena" la segunda parte como un ángel, voz carnal de amplio registro, destacando un grave homogéneo precisamente en los momentos dramáticos, una musicalidad etérea como el personaje y un fraseo siempre contenido lleno de gusto, sin exceso alguno e ideal color para esta obra donde su voz lleva los momentos más emocionantes. Cantando ópera es un nombre a tener en cuenta y apuntarlo.
El Coro de la FPA se enfrentó nuevamente a un reto ante la envergadura de esta partitura, superando con creces las exigencias. A lo largo de la obra pasa por todos los estados anímicos hechos música, "Los asistentes" con un Kyrie latino "a capella" bien emitido y afinado, siguiendo el Be merciful, be gracious con orquesta sin perder presencia, el Rescue him con Amén incluido para mantener gusto y musicalidad, aumentando las tensiones durante la segunda parte, ángeles y demonios reflejados en papel y línea de canto, con unas voces blancas angelicales, las graves algo cortas en número pero buen contrapeso, e insistiendo en la escritura tan excelente de Elgar, el empaste y búsqueda de un timbre propio ideal, donde los instrumentos doblan a veces (impresionantes las trompas) o realizan contracantos alcanzando un color único donde no era necesario aumentar volumen para escucharlos nítidamente. La aparente lejanía del canto (estaba en la fila seis lateral) sumó en vez de restar calidades, puede que la inseguridad puntual esta vez ayudase a unos pianísimos increíbles, poniendo los contrastes al ángel o el alma en los coros de "Demonios" o "Coro angelical" (especialmente las mujeres), clamando las "Voces de la tierra" al pedir misericordia y ese final de las Almas del purgatorio como clímax coral antes de despedirse como "almas" y nuevamente el "Coro angelical", amén incluido.
La OSPA sigue en niveles de excelencia en todas sus secciones, incluso con los refuerzos que esta obra exige aumentando vientos e incluyendo órgano. Su amplísima gama dinámica fue un placer, más allá de buscar ambientes complementarios del texto, protagonismo siempre presente y tesituras que refuerzan cada número coral.
La dirección de Milanov tendió a ralentizar algunos números que perdieron impacto, salvo el inmenso y emotivo Preludio, aunque ganaron lirismo y emoción, pero hubiese preferido más aire que convenciese de los contrastes entre tierra y más allá, quedándonos en unos apuntes que el Jovellanos agradece por sus dimensiones, obligando a tocar muy juntos y escucharse todos. Este reto de Gerontio superado, supongo que en el Auditorio tendrá aún más grandiosidad tras este estreno gijonés.
Hay obras que deben escucharse en vivo al menos una vez en la vida, y si además el propio compositor dice "Si alguna obra mía es digna de no olvidarse, ésta es", entonces podrán comprender mi deseo hecho realidad de este The Dream of Gerontius de Elgar, puede que sintiéndome ya un "hombre viejo" como el protagonista, sin importar cómo clasificar o analizar esta magna obra (oratorio, cantata dramática...) sobre textos del cardenal John Henry Newman (1801-1890). Está tan bien escrita para cada intervención que es maravilloso escuchar cómo se mueven y aparecen las voces solistas, el coro y la propia orquesta en una sucesión sin apenas respiro, con dos partes bien diferenciadas donde el descanso rompió un poco el dramatismo implícito: una primera parte "terrenal" y la segunda "más allá de la tierra", tal y como la concibió un inglés que adoraba a Wagner (como recuerda Lorena Jiménez en las notas al programa enlazadas arriba en el autor) pero cuya música tiene sello propio en este diálogo con la muerte lleno de serenidad.
Interesantes los tres solistas de este concierto extraordinario, comenzando por el tenor Borichevsky que tiene el papel más extenso. De timbre hermoso, emisión más que correcta en todos los registros y momentos de belleza casi íntima, especialmente cuando se convierte en el alma de Geroncio con unos pianissimi muy sentidos.
El bajo-barítono Berg al que pude escuchar hace años en el Auditorio, interpreta al predicador de la primera parte y al ángel de la agonía final, dos registros en uno donde el impacto del texto se refleja en su proyección desde un color algo metálico en el agudo pero ideal para inspirar el terror y temblor antes del último vuelo.
Encantado con la mezzo escocesa Allison Cook que "llena" la segunda parte como un ángel, voz carnal de amplio registro, destacando un grave homogéneo precisamente en los momentos dramáticos, una musicalidad etérea como el personaje y un fraseo siempre contenido lleno de gusto, sin exceso alguno e ideal color para esta obra donde su voz lleva los momentos más emocionantes. Cantando ópera es un nombre a tener en cuenta y apuntarlo.
El Coro de la FPA se enfrentó nuevamente a un reto ante la envergadura de esta partitura, superando con creces las exigencias. A lo largo de la obra pasa por todos los estados anímicos hechos música, "Los asistentes" con un Kyrie latino "a capella" bien emitido y afinado, siguiendo el Be merciful, be gracious con orquesta sin perder presencia, el Rescue him con Amén incluido para mantener gusto y musicalidad, aumentando las tensiones durante la segunda parte, ángeles y demonios reflejados en papel y línea de canto, con unas voces blancas angelicales, las graves algo cortas en número pero buen contrapeso, e insistiendo en la escritura tan excelente de Elgar, el empaste y búsqueda de un timbre propio ideal, donde los instrumentos doblan a veces (impresionantes las trompas) o realizan contracantos alcanzando un color único donde no era necesario aumentar volumen para escucharlos nítidamente. La aparente lejanía del canto (estaba en la fila seis lateral) sumó en vez de restar calidades, puede que la inseguridad puntual esta vez ayudase a unos pianísimos increíbles, poniendo los contrastes al ángel o el alma en los coros de "Demonios" o "Coro angelical" (especialmente las mujeres), clamando las "Voces de la tierra" al pedir misericordia y ese final de las Almas del purgatorio como clímax coral antes de despedirse como "almas" y nuevamente el "Coro angelical", amén incluido.
La OSPA sigue en niveles de excelencia en todas sus secciones, incluso con los refuerzos que esta obra exige aumentando vientos e incluyendo órgano. Su amplísima gama dinámica fue un placer, más allá de buscar ambientes complementarios del texto, protagonismo siempre presente y tesituras que refuerzan cada número coral.
La dirección de Milanov tendió a ralentizar algunos números que perdieron impacto, salvo el inmenso y emotivo Preludio, aunque ganaron lirismo y emoción, pero hubiese preferido más aire que convenciese de los contrastes entre tierra y más allá, quedándonos en unos apuntes que el Jovellanos agradece por sus dimensiones, obligando a tocar muy juntos y escucharse todos. Este reto de Gerontio superado, supongo que en el Auditorio tendrá aún más grandiosidad tras este estreno gijonés.
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