El órgano orquestal

Lunes 24 de octubre, 21:00 horas. Catedral de León, XXXIII FIOCLE: Daniel Oyarzabal (órgano). Obras de Bach, Mendelssohn, Brahms, Mussorgski, Messiaen Rimski-Korsakov, más Saint-Saëns. En colaboración con el CNDM. Entrada libre.
Regresaba el ideólogo de la integral de Bach en "el bicho Klais" y del vermut sabatino en el Auditorio Nacional madrileño, que vuelve esta temporada con mucho más que "el viejo peluca" aunque siempre vaya asociado al instrumento rey.  Como si se hubiese programado, la última propina de Guillou era la que abriría el concierto del instrumentista vitoriano en este festival que llena la Pulchra (y aún faltan otros dos que seguirán esta línea bachiana para no perder nunca el norte).
La "Sinfonía" de la Cantata "Wir danken dir, Gott" BWV 29 de Bach en los dedos de Daniel Oyarzábal resultó la auténtica acción de gracias divina, brillante en aire y registros, poderosamente barroca con aire joven antes de proseguir con el descubridor y seguidor de "nuestro Dios", el Mendelssohn romántico que rinde pleitesía al maestro, primero con la Sonata VI en re menor (1845) cuyos seis movimientos comienzan con un Coral luterano respirando Leipzig por todas partes, el Andante sostenuto cual preludio o primera variación de sonoridades aterciopeladas e íntimas antes de las cinco siguientes, empuje de la nueva generación que romperá moldes en el Allegro molto (cuarta y quinta variación) por virtuosismo y plenitud tímbrica bien elegida por el victoriano, antes de la Fuga: Sostenuto e legato, limpieza de líneas preparando el Finale: Andante, vuelta al reposo en volúmenes y registros cual meditación personal tras el tributo bachiano de nuevo lenguaje. Otro tanto podría decir del Preludio y fuga en re menor, op. 37 nº 3 (1837) casi continuación del genio en un portento de aunar tradición y evolución, algo que en Mendelssohn, con Bach siempre presente en el órgano, consigue y Oyarzábal transmite.
Otro alemán como Brahms llevará las formas barrocas, más las propias del instrumento rey y también partiendo, como no puede ser de otra manera, de Bach y la evolución del órgano en cuanto a expresión, del coral (Herzlich tut mich verlangen y O Welt, ich muss dich lassen, ambos de sus Preludios Corales Opus 122) perfectamente entendido y traducido en los registros del intérprete alavés, y el inmenso Preludio y fuga en sol menor, WoO 10, mismas formas, misma herencia, mismo respeto, pero avanzando hacia un horizonte interminable e inalcanzable.
El salto lo dará el inigualable Oliver Messiaen y su Livre du Saint Sacrament (1984), de quien Daniel eligió La Résurrection du Christ, explosión sonora en un órgano como el Klais leonés que es perfecto en estos repertorios tan exigentes en combinaciones, volúmenes y efectos, más la oración tras la comunión íntima, reflexiva, bella y serena de Prière après la communion, herencias de escuela francesa y raíces cristianas comunes donde catolicismo o luteranismo se dan la mano con la música inspirada en la religión.
Impresionante interpretación de Oyarzábal que preparó sabores y sonidos rusos antes con "La cabaña sobre patas de gallina" de los Cuadros de una exposición (Mussorgski), la recreación más que transcripción al órgano de una magnífica obra sinfónica orquestada por Ravel, traspasada incluso por Guillou de rey a rey, confluencia rusa y francesa, pero especialmente con otro ruso pintor orquestal como Rimski-Korsakov, de cuyo Capricho español, op. 34 (1887) el también joven organista alavés Israel Ruiz de Infante preparó unos arreglos endiablados que sólo Daniel Oyarzábal puede afrontar para que "el bicho" supere la propia orquesta sinfónica. La Alborada, la Scena e canto gitano y el Fandango asturiano son mucho más que tres números sacados de tan magna obra, en el órgano pudimos disfrutar de manos y pies con toda la paleta sinfónica en los tubos, juegos de teclados y registros virtuosísticos sin perder nunca presencia las conocidas y populares melodías (que se ha dicho fueron escuchadas por el ruso en una escapada a Ciaño desde aguas mediterráneas, invitado por Don Pedro Duro) engrandecidas más que arregladas por Ruiz de Infante y hechas realidad por su paisano.
Por dos veces volvió Dani Oyarzábal y dos propinas en la misma línea orgánica orquestal pero francesa, Saint-Saëns con su Carnaval de los Animales primero el final donde los dos pianos y la orquesta fueron el pletórico órgano en otro endiablado arreglo lleno de fuerza, humor y virtuosismo, y el cristaliano Aquarium, lírico y sereno como la contemplación de los peces, timbres acuáticos llenos de brillos, pianos como arpas y tubos de ensayo orquestales porque así se adaptan los registros del Klais que finalizaron una velada de juegos sonoros llenos de volúmenes extremos.

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