Música entre amigos
Había que cruzar España para no perderse un concierto en el que volvían a reencontrarse dos amigos venezolanos en mi segunda casa en el segundo día del tercer programa de la OFM con su titular al frente.
Para comenzar la Sinfonía nº 10... "Infinita" del madrileño Tomás Marco (1942) que estrenase en el Festival de Santander el 14 de agosto de 2012 con todas las evocaciones cántabras que vienen más de los títulos de los movimientos aunque resulten de lo más evocadores, al menos para un oyente asturiano, trabajadas con un material sonoro modelado por Marco como pocos de sus contemporáneos, y que desde mi perspectiva suenan cercanos: el 1 Reverso de la marea inquietante presenta registros extremos y matices amplios con un ritmo de los parches en glisandi unido al de todas las secciones. 2 Mar y monte me resultó profundo y grave en tesituras incluida el arpa junto a unos timbales poderosos, el contraste de color y hasta de olor, totalmente distinto del 3 Rincón de poetas, mortecino y celeste por los toques de arpa y fagot más un solo de viola hermoso a cargo de Evdokia Erchova, o ese dúo de flautas mitológicas en ambientes lúgubres, los dos movimientos que en cierto modo vuelven al ciclo vital y paisajístico, 4 Cumbre y valle, 5 Colores de la caverna, vigor majestuoso de tempestades con origen marino y perlas de espuma salpicando en los cellos, más evocador que los dos primeros cual vistas marinas desde las alturas con canto de los bronces como sirenas, las literales del faro de Ajo cuando hay niebla, contrabajo y glisandos varios de esa incertidumbre inestable en continuo juego de dinámicas sin opulencia, timbres etéreos con sordina disipada en un solo de trompa de Cayetano Granados antes de los nuevos embites del hombre primitivo en Altamira, solo de fagot (a cargo de Alberto Reig) y calma cortada por armónicos preparando un final in crescendo tras un enorme trabajo de dirección e interpretación a cargo de la orquesta malagueña que alcanzó momentos de total entendimiento con su titular Hernández-Silva que demuestra nuevamente su talento y profesionalidad en todos los repertorios, sacando de sus músicos lo mejor. Unir magisterio y rigor al trabajo continuado marca la trayectoria ascendente de director y orquesta que solo con tiempo se alcanza, y el venezolano deja huella por donde pasa. El propio Tomás Marco, presente los dos días, compartió aplausos para una "infinita" sinfonía que cambió el Cantábrico por el Mediterráneo de manos de un caribeño con espíritu asturiano.
La esperada segunda parte me devolvía el Concierto nº1 para piano y orquesta en si bemol menor, op. 23 (Tchaikovsky), totalmente distinto al reciente de Oviedo, con una Gabriela Montero lesionada en el dedo anular de su mano derecha por un percance doméstico que a punto estuvo de cancelar, incluso con el sobreesfuerzo del día anterior podría hacerme pensar que mermaría la parte técnica, cosa que no ocurrió, máxime cuando su musicalidad es superlativa y el entendimiento alcanzado con su amigo compatriota fue sobresaliente. Concierto exigente para todos, el Andante non troppo e molto maestoso-Allegro con spirito marcó la pauta a seguir, la fortaleza física y sonora de la pianista, el equilibrio orquestal y el encaje ideal de la batuta con la solista para una página conocida que utiliza un motivo popular ucraniano más el segundo romántico en plenitud de pasiones e "inquietante ansiedad" que escribe José Antonio Cantón en las notas al programa. Tras ese volcán sonoro y cristalino donde pudimos disfrutar de todos los detalles, el Andantino semplice-Allegro vivace assai central fue un remanso remando todos en las mismas emociones, la flauta de Jorge Francés dialogando con un piano rivalizando en lirismo y el alegre aire de vals que Hernández-Silva entiende como vienés de espíritu, contagiado a su formación que fue perfecta pareja de baile venezolana, sin pisotones, encajado al detalle para llegar al verdadero "fuego" final, el Allegro con fuoco que comienza vertiginoso y saltarín, nueva danza de entendimiento único para alcanzar lo sublime, la batuta siempre atenta al piano, protagonismos en diálogos sin quitarse la palabra, completándose para engrandecer ese derroche de emociones con un virtuosismo hondo que puso la carne de gallina a mis compañeras de palco.
Mas toda aparición de Gabriela Montero lleva incluida la felizmente recuperada técnica de la improvisación que siempre asombra allá donde actúa, algo que para "la Divina Emperatriz" (como la rebauticé tras escucharla hace tres años en Barcelona) forma parte de su propia historia desde los juegos infantiles en su amada Venezuela, dañada y más querida aún, con distintas peticiones por parte del público, bandera tricolor incluida, decantándose por ese Alma Llanera de la querida tierra natal de estos amigos reunidos en Málaga, pero con las referencias al recién finalizado primero de Tchaikovsky, reencontrándose con Mozart tras un apunte llegado de lo alto del coliseo, con variaciones y modulaciones en tono menor, ritmos de habanera marina y llanera recorriendo un océano de musicalidad y dolor, físico e interior, para regalarnos diez minutos para el recuerdo y la alegría de este encuentro entre amigos que continuaría tras el concierto, porque los kilómetros no son distancia para unir pasiones.
P. D.: Compartí palco con mi esposa Asun, mi cuñada Olvido e Irene que acudía por vez primera a un concierto. No podía ser mejor bautismo musical para mi sobrina de nueve años.
Antes del concierto y durante el descanso con Alejandro Fernández (crítico de Codalario y de La Opinión de Málaga, entre otras publicaciones) pudimos ponernos voz y conversación.
Especialmente emotivo resultó conocer a Pilar Pino, una zamorana compañera de profesión en Fuengirola, y a su hijo Roque Casabona, joven pianista que tampoco podía faltar a este concierto que nos reunió por unas horas fuera de las redes sociales continuando una amistad de años con la pasión musical como motor vital de nuestras vidas.
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