Ópera nada fingida con René Jacobs
Martes 7 de diciembre, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio (Oviedo). Mozart: La finta giardiniera, KV 196 (dramma giocoso en tres actos: versión de 1978, en concierto). Freiburger Barockorchester (Orquesta Barroca de Friburgo), Alexandrina Pendatchanska (soprano), Sunhae Im (soprano), Marie-Claude Chappuis (mezzo), Jeffrey Francis (tenor), Topi Lehtippu (tenor), Michael Nagy (barítono-bajo). Dirección: René Jacobs.
Lo sucedido desde el viernes pasado en España por culpa de los controladores aéreos no tiene palabras, y además de dejar sin "puente" a muchos (el musical ya lo hice yo), hubo consecuencias muy graves a las que la música no ha sido ajena, y así lo escuchado este martes en Oviedo acabó siendo primicia nacional por la suspensión de las dos funciones de Madrid, con todo en el aire (nunca mejor dicho) para la organización asturiana -si bien se vendieron más de 200 entradas de "last time"- y sumándose la baja de última hora nada menos que de la soprano Sophie Karthauser, cuyo papel tuvo que asumir con todo lo que ello conlleva (supresión de algunas escenas, arias y recitativos) la surcoreana Im, auténtica protagonista por el doble rol que le tocó "apechugar".
Aunque el maestro Jacobs diga que "el mundo de la ópera está enfermo", puedo asegurar que sus proyectos la sacan de la UVI, Mozart es siempre un seguro de éxito (qué bueno su artículo La finta giadiniera per amore en traducción de Llorenç Serrahima que abría el programa de mano), y con el elenco "vienés" que pudimos disfrutar también en Oviedo, les aseguro que las casi tres horas y media me pasaron "volando", pudiendo decir sin miedo a equivocarme que estamos ante el redescubrimiento de esta ópera (mal llamada menor pese a ser de "juventud") donde no echamos de menos escenografía alguna por la propia libertad dada a los cantantes que se movieron mejor que nunca por detrás y por delante de una orquesta llamada a hacer historia llevada por las manos del ex-cantante como nadie mejor que él puede hacer. Ya lo decía en la entrevista telefónica con Pablo Gallego para LNE: "Para mantener sana la ópera lo primero debe ser la música. Después, todo lo demás". Incluso las supresiones obligadas por la ausencia de Sandrina / Marquesa Violante que podrían complicar el hilo argumental, apenas se notaron en el discurrir general asumidas por ese doblete Serpetta / Sandrina realmente difícil pero que incluso supo sobrellevar la soprano norcoreana con un tul amarillo que diferenciaba visualmente, cuando era posible, ambos roles. Lástima privarnos de una voz pero alegría por mantener la función como excelentes profesionales que se mostraron.
La orquesta es una maravilla escucharla desde la obertura, con la concertino Anne-Katharina Schreiber tan pendiente de ellos como el propio director, con el clave (que por momentos sonaba a pianoforte) en el centro -excelente Wiebke Weidanz- y dispuesto el viento a la derecha (salvo las trompetas, que no intervienen mucho, atrás a la izquierda con los timbales), antiguos ó "historicistas" por el material y digitación de oboes, flautas, fagots y trompas naturales, pero de sonido totalmente "moderno" y apropiado también para el genio salzburgués. Una maravilla escuchar una formación tan afinada y compacta, límpida en todas sus familias, sabiendo destacar cuando así se le exigía desde el podio, con unos recitativos increíbles por lo sutiles, y sin la cual la calidad global no hubiese sido la misma.
De las voces, todas homogéneas y equilibradas que dieron el excelente resultado final, con unos conjuntos bien resueltos (que suponen una de las mayores aportaciones de Mozart a la ópera), achacar como viene siendo habitual hoy en día el poco volumen del registro grave o una mejor proyección de la voz (Topi Lethippu como Conde Belfiore), aunque compensado por una musicalidad excelente en todos ellos y una "puesta en escena" que nos introdujo a todos perfectamente en el liante argumento tan del gusto de la época. Quiero volver a destacar el esfuerzo de la norcoreana (mozartiana pura y de las preferidas por Jacobs), además de la excelente mezzo suiza (también habitual en estos papeles) como Don Ramiro, originalmente escrita para castrato / soprano como apunta el crítico cinematográfico y gran melómano Manuel González Cuervo en las notas al programa, y en especial el Nardo / Roberto de Michael Nagy, sin desmerecer tampoco Don Anchise, el Alcalde de Jeffrey Francis. Pero insistir en lo equilibrado del elenco vocal siempre necesario para unos resultados más que brillantes.
Del maestro belga René Jacobs poco nuevo podríamos añadir, auténticamente implicado en estos proyectos que van de Monteverdi al Clasicismo de los Haydn y Mozart hasta llegar a Rossini, porque cuando caminas de espaldas no ves el lugar al que te diriges, siempre con las ideas claras primero como cantante y después como director "sin batuta". Una actuación que ya ha quedado constatada como inolvidable no ya en Viena, también en Oviedo (y por una vez en España).
Lo sucedido desde el viernes pasado en España por culpa de los controladores aéreos no tiene palabras, y además de dejar sin "puente" a muchos (el musical ya lo hice yo), hubo consecuencias muy graves a las que la música no ha sido ajena, y así lo escuchado este martes en Oviedo acabó siendo primicia nacional por la suspensión de las dos funciones de Madrid, con todo en el aire (nunca mejor dicho) para la organización asturiana -si bien se vendieron más de 200 entradas de "last time"- y sumándose la baja de última hora nada menos que de la soprano Sophie Karthauser, cuyo papel tuvo que asumir con todo lo que ello conlleva (supresión de algunas escenas, arias y recitativos) la surcoreana Im, auténtica protagonista por el doble rol que le tocó "apechugar".
Aunque el maestro Jacobs diga que "el mundo de la ópera está enfermo", puedo asegurar que sus proyectos la sacan de la UVI, Mozart es siempre un seguro de éxito (qué bueno su artículo La finta giadiniera per amore en traducción de Llorenç Serrahima que abría el programa de mano), y con el elenco "vienés" que pudimos disfrutar también en Oviedo, les aseguro que las casi tres horas y media me pasaron "volando", pudiendo decir sin miedo a equivocarme que estamos ante el redescubrimiento de esta ópera (mal llamada menor pese a ser de "juventud") donde no echamos de menos escenografía alguna por la propia libertad dada a los cantantes que se movieron mejor que nunca por detrás y por delante de una orquesta llamada a hacer historia llevada por las manos del ex-cantante como nadie mejor que él puede hacer. Ya lo decía en la entrevista telefónica con Pablo Gallego para LNE: "Para mantener sana la ópera lo primero debe ser la música. Después, todo lo demás". Incluso las supresiones obligadas por la ausencia de Sandrina / Marquesa Violante que podrían complicar el hilo argumental, apenas se notaron en el discurrir general asumidas por ese doblete Serpetta / Sandrina realmente difícil pero que incluso supo sobrellevar la soprano norcoreana con un tul amarillo que diferenciaba visualmente, cuando era posible, ambos roles. Lástima privarnos de una voz pero alegría por mantener la función como excelentes profesionales que se mostraron.
La orquesta es una maravilla escucharla desde la obertura, con la concertino Anne-Katharina Schreiber tan pendiente de ellos como el propio director, con el clave (que por momentos sonaba a pianoforte) en el centro -excelente Wiebke Weidanz- y dispuesto el viento a la derecha (salvo las trompetas, que no intervienen mucho, atrás a la izquierda con los timbales), antiguos ó "historicistas" por el material y digitación de oboes, flautas, fagots y trompas naturales, pero de sonido totalmente "moderno" y apropiado también para el genio salzburgués. Una maravilla escuchar una formación tan afinada y compacta, límpida en todas sus familias, sabiendo destacar cuando así se le exigía desde el podio, con unos recitativos increíbles por lo sutiles, y sin la cual la calidad global no hubiese sido la misma.
De las voces, todas homogéneas y equilibradas que dieron el excelente resultado final, con unos conjuntos bien resueltos (que suponen una de las mayores aportaciones de Mozart a la ópera), achacar como viene siendo habitual hoy en día el poco volumen del registro grave o una mejor proyección de la voz (Topi Lethippu como Conde Belfiore), aunque compensado por una musicalidad excelente en todos ellos y una "puesta en escena" que nos introdujo a todos perfectamente en el liante argumento tan del gusto de la época. Quiero volver a destacar el esfuerzo de la norcoreana (mozartiana pura y de las preferidas por Jacobs), además de la excelente mezzo suiza (también habitual en estos papeles) como Don Ramiro, originalmente escrita para castrato / soprano como apunta el crítico cinematográfico y gran melómano Manuel González Cuervo en las notas al programa, y en especial el Nardo / Roberto de Michael Nagy, sin desmerecer tampoco Don Anchise, el Alcalde de Jeffrey Francis. Pero insistir en lo equilibrado del elenco vocal siempre necesario para unos resultados más que brillantes.
Del maestro belga René Jacobs poco nuevo podríamos añadir, auténticamente implicado en estos proyectos que van de Monteverdi al Clasicismo de los Haydn y Mozart hasta llegar a Rossini, porque cuando caminas de espaldas no ves el lugar al que te diriges, siempre con las ideas claras primero como cantante y después como director "sin batuta". Una actuación que ya ha quedado constatada como inolvidable no ya en Viena, también en Oviedo (y por una vez en España).
P. D. 1: Reseñas en LVA, LNE y crónica de Ramón Avello en El Comercio del miércoles 8.
P. D. 2: Críticas de Aurelio M. Seco en LVA, Joaquín Valdeón en LNE, y Ramón Avello en El Comercio, del jueves 9.
P. D. 2: Críticas de Aurelio M. Seco en LVA, Joaquín Valdeón en LNE, y Ramón Avello en El Comercio, del jueves 9.
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