Gergiev primavera wagneriana
Sábado 21 de marzo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. Orquesta y solistas del Teatro Mariinski de San Petersburgo, Coro de la FPA, Valery Gergiev (director). Wagner:
La valquiria (acto I): Mikhail Vekua (Siegmund), Mlada Khudoley (Sieglinde), Mikhail Petrenko (Hunding).
Parsifal (Acto III): Yuri Vorobiev (Gurnemanz),Evgeny Nikitin (Amfortas); Sergei Semishkur (Parsifal), Rosa Sarmiento del Campo (Kundry).
Lleno en el auditorio ovetense de los que se recordarán para afrontar casi tres horas de Wagner en una ciudad operística aunque más verdiana que wagneriana pero con una orquesta de otra galaxia como la del Mariinski con Gergiev sumo sacerdote al frente, más que un reclamo una garantía de calidad. Con distintos cambios en el programa final e inmersos en una gira de las que no dan respiro, con obras y repartos solistas distintos, a Oviedo llegaron para regalarnos un acto primero de Die Walküre que no tuvo desperdicio ni peros desde la obertura que silenció móviles y toses aunque no el aire acondicionado.
El trío vocal elegido resultó convincente, con calidad y timbres plenamente adecuados donde destacaron en orden el poderoso Hunding de Petrenko, con ganas de gustar recuperando por fin la cuerda de bajo auténtico, profundo decíamos hace años, y el Siegmund de Vekua, el típico "helden tenor" wagneriano, que no se achica ante el empuje orquestal, más Khudoley Sieglinde que fue creciendo a medida que avanzaba el acto, convincente, color metálico sin asperezas y un grave manteniendo uniformidad que al inicio quedó tapada por unos matices que en foso hubiesen resultado más adecuados para su volumen en ese registro.
La orquesta de referencia, terciopelo y seda llevada a placer por un Gergiev que domina todo con sus manos (sin "palito" en la primera parte), contenido en ampulosidad y efectivo en el resultado. Cada sección responde a un leve movimiento de dedos el instante antes, los planos siempre claros tanto en los pianos como en los fuertes, solistas impecables y ese sonido ruso que parecía olvidado en estos lares. Esta Valquiria resultó única, cerrando los ojos podíamos descubrir cada cuadro, el vestuario, luces y sombras, hasta olores respirando la primavera de mayo, e incluso la Excalibur germana bautizada como Nothung saliendo del tronco pese a que Vekua estuviese pegado al atril frente a su "hermana" convencida y esperando un acercamiento físico que en escena no llegó. Impresionante primer acto.
El Parsifal bajó un peldaño el nivel de los solistas, voces algo menos "wagnerianas" y más habituales en cualquier repertorio, aunque igualmente aceptables, con un Vorobiev Gurnemanz bien contrapuesto a Semishkur Parsifal, juegos tímbricos de colores en cada papel, tan distintos de la valquiria, y voces graves de las que se cayó en la primera nota un Amfortas con flemas y sin "gratitud en el encuentro", desfinando, parando en seco y pidiendo "sorry" para marchar con un portazo que nos dejó huérfanos aunque la orquesta con Gergiev pareció olvidar el incidente y sacar aún más paleta de texturas para regocijo instrumental.
La primera intervención de los hombres del Coro de la Fundación más que meritoria, sin amilanarse ante el derroche sonoro, respetando los matices y sin recurrir al socorrido aumento de volumen, manteniendo presencia y buen gusto. Especial mención a las voces blancas (incluida la breve pero convincente intervención de Kundry Sarmiento) con un agudo larguísimo y traicionero pero mantenido sin fluctuaciones con un bellísimo sonido empastado con cuerda y madera que redondearon este final de Parsifal sin protagonista, salvo Valery Gergiev, director que pasará a engrosar los nombres que figuran en el hall del Auditorio. El coro que dirige José Esteban García Miranda sigue añadiendo obras y batutas de fama mundial a su historial y afrontando los repertorios sinfónico-corales con total solvencia.
Amén del incidente del "amofortazo" no me gusta la mala educación de parte del público, unos por no respetar los aplausos y marchar como alma que lleva el diablo (aunque fuesen las once de la noche pues ya sabían la duración antes de entrar), otros por un exceso de "clá" que confunden el entusiasmo con la chavacanería, aunque las pasiones se puedan desbocar en conciertos como el de hoy, pero con ser grande tampoco era para tanta confianza con el maestro Gergiev al que no me atrevería a tutear en mi vida.
Se acerca la Semana Santa y las vacaciones, el Coro de la Fundación las preparará con el concierto extraordinario en compañía de la OSPA y Milanov con Un Réquiem Alemán (Brahms) con mi admirada María Espada totalmente distinto al Wagner de hoy, que me perderé con la convicción de otro éxito para este nuevo encuentro en casa. También presumo del Oviedo musical allá donde voy.
La valquiria (acto I): Mikhail Vekua (Siegmund), Mlada Khudoley (Sieglinde), Mikhail Petrenko (Hunding).
Parsifal (Acto III): Yuri Vorobiev (Gurnemanz),
Lleno en el auditorio ovetense de los que se recordarán para afrontar casi tres horas de Wagner en una ciudad operística aunque más verdiana que wagneriana pero con una orquesta de otra galaxia como la del Mariinski con Gergiev sumo sacerdote al frente, más que un reclamo una garantía de calidad. Con distintos cambios en el programa final e inmersos en una gira de las que no dan respiro, con obras y repartos solistas distintos, a Oviedo llegaron para regalarnos un acto primero de Die Walküre que no tuvo desperdicio ni peros desde la obertura que silenció móviles y toses aunque no el aire acondicionado.
El trío vocal elegido resultó convincente, con calidad y timbres plenamente adecuados donde destacaron en orden el poderoso Hunding de Petrenko, con ganas de gustar recuperando por fin la cuerda de bajo auténtico, profundo decíamos hace años, y el Siegmund de Vekua, el típico "helden tenor" wagneriano, que no se achica ante el empuje orquestal, más Khudoley Sieglinde que fue creciendo a medida que avanzaba el acto, convincente, color metálico sin asperezas y un grave manteniendo uniformidad que al inicio quedó tapada por unos matices que en foso hubiesen resultado más adecuados para su volumen en ese registro.
La orquesta de referencia, terciopelo y seda llevada a placer por un Gergiev que domina todo con sus manos (sin "palito" en la primera parte), contenido en ampulosidad y efectivo en el resultado. Cada sección responde a un leve movimiento de dedos el instante antes, los planos siempre claros tanto en los pianos como en los fuertes, solistas impecables y ese sonido ruso que parecía olvidado en estos lares. Esta Valquiria resultó única, cerrando los ojos podíamos descubrir cada cuadro, el vestuario, luces y sombras, hasta olores respirando la primavera de mayo, e incluso la Excalibur germana bautizada como Nothung saliendo del tronco pese a que Vekua estuviese pegado al atril frente a su "hermana" convencida y esperando un acercamiento físico que en escena no llegó. Impresionante primer acto.
El Parsifal bajó un peldaño el nivel de los solistas, voces algo menos "wagnerianas" y más habituales en cualquier repertorio, aunque igualmente aceptables, con un Vorobiev Gurnemanz bien contrapuesto a Semishkur Parsifal, juegos tímbricos de colores en cada papel, tan distintos de la valquiria, y voces graves de las que se cayó en la primera nota un Amfortas con flemas y sin "gratitud en el encuentro", desfinando, parando en seco y pidiendo "sorry" para marchar con un portazo que nos dejó huérfanos aunque la orquesta con Gergiev pareció olvidar el incidente y sacar aún más paleta de texturas para regocijo instrumental.
La primera intervención de los hombres del Coro de la Fundación más que meritoria, sin amilanarse ante el derroche sonoro, respetando los matices y sin recurrir al socorrido aumento de volumen, manteniendo presencia y buen gusto. Especial mención a las voces blancas (incluida la breve pero convincente intervención de Kundry Sarmiento) con un agudo larguísimo y traicionero pero mantenido sin fluctuaciones con un bellísimo sonido empastado con cuerda y madera que redondearon este final de Parsifal sin protagonista, salvo Valery Gergiev, director que pasará a engrosar los nombres que figuran en el hall del Auditorio. El coro que dirige José Esteban García Miranda sigue añadiendo obras y batutas de fama mundial a su historial y afrontando los repertorios sinfónico-corales con total solvencia.
Amén del incidente del "amofortazo" no me gusta la mala educación de parte del público, unos por no respetar los aplausos y marchar como alma que lleva el diablo (aunque fuesen las once de la noche pues ya sabían la duración antes de entrar), otros por un exceso de "clá" que confunden el entusiasmo con la chavacanería, aunque las pasiones se puedan desbocar en conciertos como el de hoy, pero con ser grande tampoco era para tanta confianza con el maestro Gergiev al que no me atrevería a tutear en mi vida.
Se acerca la Semana Santa y las vacaciones, el Coro de la Fundación las preparará con el concierto extraordinario en compañía de la OSPA y Milanov con Un Réquiem Alemán (Brahms) con mi admirada María Espada totalmente distinto al Wagner de hoy, que me perderé con la convicción de otro éxito para este nuevo encuentro en casa. También presumo del Oviedo musical allá donde voy.
P.D.: Tendré que escribir menos tarde porque en la primera escritura nocturna confundí a Parsifal con Amfortas, menos mal que mis lectores están en todo y me lo han hecho saber. Ventajas de poder corregir y disculpas que aquí quedan constatadas. GRACIAS A TODOS (Tocayu, MiEstrella, Cuquito, Nacho...).
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