Anna Tonna: doble estreno con pasión

Miércoles 13, 20:15 horas"XXXIV Semana de Música Religiosa de Avilés"Iglesia de Santo Tomás: Anna Tonna (mezzo); Itziar Aguirre Intxaurbe (piano); con la colaboración de Jacek Niwelt (violín). Obras de: DebussyBach, Javier Jacinto (1968), Samuel Barber, y Julián Orbón (1925-1991).
Por fin se hizo la luz y llegó música con una interpretación de altura en la tercera jornada de la semana avilesina.
La mezzosoprano dominicana, nacionalizada estadounidense, Anna Tonna, becada en España, de dilatada trayectoria donde no olvida el recital ni la zarzuela, actuaba con la pianista, flautista y docente local Itziar Aguirre (remarco sus tres facetas porque tienen mucho que ver) enfrentándose a un programa de altura donde no faltó de nada, con profesionalidad e interpretaciones de mucha calidad y "poderío".
Arrancaba el recital -nuevamente resonando los clicks del maleducado fotógrafo ¿de plantilla?- con la traducción de todas las letras en la mano (enhorabuena por la iniciativa) con esa hermosura vocal de Debussy que es la Canción de Lia (de la Cantata L'enfant prodigue), que en esta versión con piano el registro de mezzo dió más enjundia, y un acompañamiento que fue más allá, coprotagonista, con esa escritura aún "poco impresionista" pero igual de delicada, "respirando" juntas, matizando, deleitándonos con una dicción francesa y una digitación española.
No podía faltar "mein gott" Bach con el aria de contralo Erbarme dich (de la Pasión Según San Mateo) con el violín del polaco afincado como profesor en Avilés, Jacek Niwelt, pues no resultaría igual sin ese "dúo" doliente, terrenal y espiritual a la vez. Nuevamente pese a no ser el registro "natural" de la estadounidense, solventado desde su alemán perfecto con una intensidad e interpretación íntima capaz de conmovernos y casi rezar en común unión con los músicos.
El primer estreno (absoluto) de la tarde fue el Stabat Mater del guipuzcoano Javier Jacinto (1968), que pese a lo actual de la composición respiraba un academicismo muy interesante, no ya en el terreno vocal, donde el texto es el protagonista perfectamente resaltado por la melodía, sino también con un acompañamiento "clásico", tonal, con ligeros guiños que no enturbian en absoluto el sentimiento de la estampa más conmovedora de la Semana Santa. Puede que incluso de haberse decantado por el órgano como acompañante no hubiera logrado igual clima, pero la voz es protagonista, máxime con la interpretación de Anna Tonna.
A continuación otra obra muy exigente y creo que por ello poco escuchada: Las canciones del ermitaño (The Hermit Songs), Op. 29 de Samuel Barber, ciclo de diez páginas compuestas entre 1952-53 (aún dentro del llamado periodo "moderno" fechado de 1910 a 1949) sobre textos irlandeses del gaélico y latín de los siglos VIII al XIII que son como "microrrelatos", exigiendo interpretaciones muy concentradas por parte del dúo protagonista (obra estrenada por la gran Leontyne Price con el propio autor al piano, aunque haya también versiones para barítono o como hoy, mezzo): voz que debe narrar, rezar, comentar, reir, susurrar, desear, volver a orar... y piano con "texto propio" donde las notas tienen que "hablar" sin necesidad de concesiones descriptivas, aunque haya alguna, evidentemente. Volvió a demostrar la amplitud de registro para afrontar sin problemas cada una de las canciones, nuevamente con más corporeidad que la versión "fidedigna", y con una Itziar pletórica, de sonoridades sugerentes, pulsación contenida cuando así lo exigía la partitura, y un juego de pedales que sólo pudo enturbiar la propia reverberación de la iglesia.
Y el segundo estreno (en Avilés) de esta jornada sería el Libro de Cantares (1986) compuesto, creo que en su último viaje a casa, por el avilesino Julián Orbón (1925-1991) del que la mezzo hablaba en entrevista al diario local, este compositor que da nombre al conservatorio local y sin duda uno de los grandes compositores sinfónicos del siglo XX, tristemente más reconocido en América que en Europa, un auténtico puente musical atlántico, aunque quienes lo descubren graban, interpretan e incluso repiten.
A partir de la obra de cabecera de la música asturiana que es el Cancionero de la Lírica Asturiana de Eduardo Martínez Torner, Julián Orbón nos regaló una reinterpretación / recreación de catorce temas donde el piano adquiere un color impensable en tantos otros compositores que bebieron y aún beben de las mismas fuentes, y la voz adquiere realmente categoría de "lírica", algo que se emparenta con Antón García Abril y su "Madre Asturias" (1) en la grabación del tenor Joaquín Pixán y el piano de Rosa Torres-Pardo, pero que con el avilesino, asturiano en Cuba y después en el "exilio" de Miami, alcanza la categoría de Homenaje y tributo a su patria chica en su "último viaje", testimonio imperecedero que estoy convencido lo interpretarán en los cinco continentes todo dúo de primera fila en sus recitales. Obra muy exigente para la voz y aún más para el piano, intentaré saber si está publicada porque hay que difundirla como auténtico Patrimonio Musical Asturiano y merecido reconocimiento al olvidado Maestro Orbón, que al menos en su Avilés natal sí ha sido profeta y homenajeado ¡en vida!. Impresionantes ambas intérpretes que parecían llevar años juntas y no unos pocos ensayos, muy trabajados evidentemente antes del concierto. Cuando hay talento es fácil que surja la empatía, y supongo que los gustos comunes también ayudan y mucho.
Aplausos muy merecidos y emoción rota al final de un concierto que ha puesto a Avilés y su Semana en el sitio que nos tiene acostumbrados.
(1) A propósito del piano, las notas de mi admirado colega Ramón Avello, también presente en esta velada, podrían explicar esta nueva "reinterpretación" del folklore asturiano llevado a las salas de concierto.
P. D.: Ya están subidas en el Canal de la Semana en YouTube las interpretaciones de Bach, y los estrenos de J. Jacinto. más el Libro de Cantares de Orbón, imprescindible.

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