Milanov pintor sinfónico

Viernes 23 de marzo, 20:00 horas. OSPA, Concierto de Abono nº 8: Albena Danailova (violín), Rossen Milanov (director). Obras de Rachmaninov, Bartók y Mussorgsky - Ravel.
La apuesta del director búlgaro como titular de nuestra OSPA se reafirma cada vez y ya es realidad antes incluso de su toma de posesión para la próxima temporada. Este nuevo concierto de abono conectaba el programa directamente con la pintura, como el propio Milanov comenta en la entrevista para OSPA TV y las notas al programa de mi admirada María Sanhuesa Fonseca también reflejan.
El poema sinfónico La isla de los muertos, Op. 29 (Rachmaninov) nos puede remontar no ya al cuadro de Böcklin o la fotografía en blanco y negro con la que el compositor ruso se inspiró -en mi caso la evocación es al San Michele veneciano- sino a todo un catálogo sonoro de intensidades y colores instrumentales que Milanov pinta como nadie, tras lo escuchado en sus anteriores conciertos, y es que más allá del algo manido "Dies Irae" que últimamente parece perseguirnos, el (post)romanticismo y omnipresente tema de la muerte que lleva a Rachmaninov por unos derroteros orquestales llenos de vericuetos y turbulencias sonoras que la sinfónica asturiana pintó con claridad bien delineada por Mister Rossen en una obra maestra de la producción sinfónica, precisamente por la personalidad angustiada del compositor, que la terminará en Dresde hace más de cien años, pero totalmente vigente aunque no muy escuchada. Todas las secciones estuvieron bien desde el arranque en el registro grave de la cuerda, viento y arpa para la evocación de los remos de la barca de Caronte cruzando la laguna Estigia, los colores lúgubres que se tornan brillantes, suaves y apacibles en el Tranquillo central (qué bien el clarinete de Andreas), o ese "órgano de metales" del citado Dies Irae siempre arropado por una cuerda poderosa que logra resaltar el color del resto. Volverían los remos al final sin ápice de mareos tras la marejada tímbrica y toda una paleta dinámica impecable, saboreando la delicada complejidad de esta joya colorista salida del gran Sergei.
Continuando con obras poco escuchadas llegó el Concierto para violín nº 1 Sz. 36 (Bartók) con la extraordinaria violinista búlgara Albena Danailova que afrontaba por primera vez esta obra, como confiesa en su entrevista para el canal televisivo que la OSPA tiene en Internet. Aceptada la invitación de su compatriota, lo que siempre es de agradecer ante una agenda tan repleta como concertino de la Filarmónica de Viena, su interpretación resultó una auténtica delicia desde su inicio sola, continuando los primeros y segundos violines en perfecta fusión cordal, bien concertada por su paisano y entrega total en esta declaración de amor del húngaro hacia la violinista Stefi Geyer, precisamente con una mujer que nos devolvería esta nueva joya -no tan famosa como el segundo-, pero llena en sus dos movimientos de amor hecho música, diría que Romeo y Julieta concertístico sin programa previo, aunque contrastado entre el Andante Sostenuto y el Allegro giocoso que dejó la puerta abierta a un final distinto del real para esta relación imposible. Maravilloso sonido el de la búlgara, delicadeza y desgarro cuando así lo pedía la partitura, escuchando a la orquesta igualmente entregada, plena, todos atentos y pendientes de un desenlace no por conocido igual de arrebatador, nuevas pinceladas de color para la batuta de Milanov y el lienzo sonoro de la OSPA. Aún no han tocado techo y cada concierto supone otro reto, más cuando los solistas aportan tanta calidad como Danailova, haciendo disfrutar a todos.
La segunda parte no dejaba dudas: Cuadros de una exposición en la impresionante orquestación que Ravel hizo de la pianística obra de Mussorgski. El inicial "paseo" tranquilo aventuraba un recorrido sonoro con detenimiento, lejos de esas visitas a galerías o muestras pictóricas donde el público apenas se para como conformándose sólo en haberla visitado. Milanov es el guía perfecto para apreciar todos y cada uno de los detalles que estos diez cuadros esconden, dando vida a cada intervención de los "principales" (titulares o invitados) sin agobios, perfectos, conduciendo a toda la formación por nuevas sendas sonoras, dando lustre a notas otrora oscurecidas y ahora brillantes sin perder la visión de conjunto. Ni siquiera la cascada de metales pudo con una cuerda que de ser más numerosa todavía hubiese dado más empaque a la versión del búlgaro. Cada intervención solista dejó su sello desde la trompeta inicial de Maarten (siempre impecable) hasta El viejo castillo en el saxo alto de Antonio Cánovas Moreno o el Bydlo, esta vez no en tuba sino al bombardino de Christian Brandhofer -que alternó con el trombón- por citar a dos poco habituales, aunque los "Cuadros" nos recordaron la excelencia de todos ellos, sin olvidar unos cascarones realmente únicos (también podemos presumir de percusionistas), una Baba-Yaga bien asentada y esa Puerta de Kiev abierta para un futuro realmente prometedor en manos de Milanov, artífice de los nuevos colores orquestales y la ilusión que transmite, la misma que ha hecho volver al blog los cuadros de mi amigo pintor Jorge Senabre: Música y pintura.
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