Chopin reencarnado en Zimerman
Sábado 16 de enero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de piano "Luis G. Iberni": Krystian Zimerman. Monográfico de Chopin (1810-1849).
Qué mejor forma de comenzar el año del 200 aniversario del nacimiento de Chopin, el pianista romántico por excelencia, que con su compatriota Zimerman. Lleno en el auditorio de los que hacen época y como suele suceder, había para todos los gustos incluyendo ese cada vez más abundante público maleducado y grosero con sus móviles sonando (les da igual que avisen por megafonía en español e inglés) y una auténtica tormenta de toses (¿tan difícil es poner un pañuelo en la boca?), pero también el devoto y auténtico seguidor de conciertos que recordaremos muchos años porque son de los que hacen historia, como el de esta tarde sabatina ovetense (hasta Max Valdés y su pareja estaba entre el público).
Zimerman es un mito viviente, probablemente el mejor pianista del momento y todo un divo en el amplio sentido de la palabra. Como tal es capaz de levantar algunos odios (en abril protestó contra la política de Obama en su concierto del Disney Hall de Los Angeles pidiendo a EEUU que se vaya de Polonia) y muchas pasiones (en esta gira por España con su/s piano/s y "su Chopin" se llegarán a pagar hasta 133€ en San Sebastián ,¿será un error tipográfico?), llenando por donde quiera que vaya.
Es habitual no saber con qué nos va a deleitar el pianista polaco, y de hecho en el programa sólo figuraban la Sonata nº 2 en SIb M, Op. 35 y la Sonata nº 3 en Si m, Op. 58, a las que se dedican amplias y excelentes notas en el programa a cargo de Sara Oviedo Casero, junto a una excelente entrada sobre La música de Chopin y su "pianismo". Pero como no podía ser menos y se nos comunicó un momento antes de salir al escenario, el programa se completaría con las siguientes obras: arrancaba para "calentar dedos" con el Nocturno nº Opus 15 nº 2, y tras la sonata 2 el imponente Scherzo nº 2 en Sib m, Op. 31. La segunda parte la ocuparía la tercera sonata y la Barcarola en FA#M, Op. 60.
No tengo palabras (envidio a otros blogeros) para poder comentar todas y cada una de las "perlas", auténtica reencarnación chopiniana de las obras seleccionadas, con ese manejo de los pedales y una técnica estratosférica que nos descubre todas y cada una de las muchísimas notas que Chopin deja en sus románticas piezas, siendo capaz de dar el protagonismo a las que realmente lo tienen y a la vez descubriéndonos ese universo sonoro que, todos los que amamos y conocemos el piano adoramos y normalmente, no somos capaces de llegar a plasmar. Pero Zimerman está por encima de todo. El gallego Ramón García Balado escribe sobre su "Chopin la manera que cómo destaca su mecanismo en grado sumo, la claridad de exposición, el sentido del ritmo y el control de intensidades, ímpetu y delicadeza. Si de alguien será heredero no cabe duda que habría que recordar a Horowitz, Richter o su admirado Rubinstein, quien será su mentor en sus años postreros".
Curiosamente le aplicarle al pianista polaco lo que Liszt dijo de Chopin (también escrito en las notas de Sara Oviedo): "imprimía a toda su música un color sin nombre, una apariencia indeterminada, pulsaciones y vibraciones que nada tenían de material y que parecían obrar sin pasar por los sentidos... En su modo de tocar restitutía de una manera encantadora aquella trepidación conmovida, tímica y anhelante... hacía ondular la melodía... la hacía mover indecisa... indicó esta manera de tocar con el nombre de Tempo rubato...".
Las sonatas han sido tocadas por todos los genios del teclado (comenzando por el propio Rachmaninov... pero no voy a citarlos ya que la lista sería muy larga y voy dejando links en las obras y movimientos), pero Zimerman simplemente ¡las redescubre! (y no sólo la archiconocida Marcha fúnebre de la segunda).
Y quiero añadir que ¡Zimerman es humano!. Parece que no le gustan muchos los aplausos (supongo que entre los movimientos de la sonata aún menos) y sin apenas respiro arranca cada obra. Antes del descanso y tras salir a saludar por tercera vez nos indicó con señas "Calma, ¡tranquilos!, es el descanso pero volveré para seguir tocando más...".
Ya en la segunda parte, entre el Allegro maestoso y el Scherzo de la sonata nº 3, una auténtica cascada de toses también pareció "contagiarle", haciendo un gesto como de comprensión porque todos estaban igual, lo que despertó la risa entre el público pero también la interrupción del continuum, algo que sucedió igualmente tras el descanso. Estábamos todos tan subyugados que nos hubiera encantado no fumar el cigarrillo y escucharlo todo "de un tirón" para no perder la auténtica complicidad que se estableció entre Zimerman, Chopin, el piano (al que le dedicó parte de la ovación) y todos los asistentes.
Del Scherzo nº 2 en Sib m, Op. 31, una de mis obras preferidas, decir que siempre que se lo escucho me aporta cosas nuevas...
La propina (en Santiago de Compostela no la dió) tras cuatro salidas a saludar, no pudo resultar mejor: el famoso Vals Op. 64 nº 2 en Do# m, la delicadeza y el romanticismo chopinianos para recordar... hasta su próximo concierto en Oviedo (espero que uno todos los años).
P.D. 1: Por esas coincidencias que nos da la vida y la música, a fin de cuentas para mí lo mismo, el viernes escuchamos el Concierto para piano en re mayor "para la mano izquierda" (1929-1930) de Ravel con el pianista francés Jean-Philippe Collard, una obra que también tiene grabada Zimerman y la comentaba en el blog de mi añorado Cuervo López un melómano de pro como es el salvadoreño Ernesto Nosthas.
Qué mejor forma de comenzar el año del 200 aniversario del nacimiento de Chopin, el pianista romántico por excelencia, que con su compatriota Zimerman. Lleno en el auditorio de los que hacen época y como suele suceder, había para todos los gustos incluyendo ese cada vez más abundante público maleducado y grosero con sus móviles sonando (les da igual que avisen por megafonía en español e inglés) y una auténtica tormenta de toses (¿tan difícil es poner un pañuelo en la boca?), pero también el devoto y auténtico seguidor de conciertos que recordaremos muchos años porque son de los que hacen historia, como el de esta tarde sabatina ovetense (hasta Max Valdés y su pareja estaba entre el público).
Zimerman es un mito viviente, probablemente el mejor pianista del momento y todo un divo en el amplio sentido de la palabra. Como tal es capaz de levantar algunos odios (en abril protestó contra la política de Obama en su concierto del Disney Hall de Los Angeles pidiendo a EEUU que se vaya de Polonia) y muchas pasiones (en esta gira por España con su/s piano/s y "su Chopin" se llegarán a pagar hasta 133€ en San Sebastián ,¿será un error tipográfico?), llenando por donde quiera que vaya.
Es habitual no saber con qué nos va a deleitar el pianista polaco, y de hecho en el programa sólo figuraban la Sonata nº 2 en SIb M, Op. 35 y la Sonata nº 3 en Si m, Op. 58, a las que se dedican amplias y excelentes notas en el programa a cargo de Sara Oviedo Casero, junto a una excelente entrada sobre La música de Chopin y su "pianismo". Pero como no podía ser menos y se nos comunicó un momento antes de salir al escenario, el programa se completaría con las siguientes obras: arrancaba para "calentar dedos" con el Nocturno nº Opus 15 nº 2, y tras la sonata 2 el imponente Scherzo nº 2 en Sib m, Op. 31. La segunda parte la ocuparía la tercera sonata y la Barcarola en FA#M, Op. 60.
No tengo palabras (envidio a otros blogeros) para poder comentar todas y cada una de las "perlas", auténtica reencarnación chopiniana de las obras seleccionadas, con ese manejo de los pedales y una técnica estratosférica que nos descubre todas y cada una de las muchísimas notas que Chopin deja en sus románticas piezas, siendo capaz de dar el protagonismo a las que realmente lo tienen y a la vez descubriéndonos ese universo sonoro que, todos los que amamos y conocemos el piano adoramos y normalmente, no somos capaces de llegar a plasmar. Pero Zimerman está por encima de todo. El gallego Ramón García Balado escribe sobre su "Chopin la manera que cómo destaca su mecanismo en grado sumo, la claridad de exposición, el sentido del ritmo y el control de intensidades, ímpetu y delicadeza. Si de alguien será heredero no cabe duda que habría que recordar a Horowitz, Richter o su admirado Rubinstein, quien será su mentor en sus años postreros".
Curiosamente le aplicarle al pianista polaco lo que Liszt dijo de Chopin (también escrito en las notas de Sara Oviedo): "imprimía a toda su música un color sin nombre, una apariencia indeterminada, pulsaciones y vibraciones que nada tenían de material y que parecían obrar sin pasar por los sentidos... En su modo de tocar restitutía de una manera encantadora aquella trepidación conmovida, tímica y anhelante... hacía ondular la melodía... la hacía mover indecisa... indicó esta manera de tocar con el nombre de Tempo rubato...".
Las sonatas han sido tocadas por todos los genios del teclado (comenzando por el propio Rachmaninov... pero no voy a citarlos ya que la lista sería muy larga y voy dejando links en las obras y movimientos), pero Zimerman simplemente ¡las redescubre! (y no sólo la archiconocida Marcha fúnebre de la segunda).
Y quiero añadir que ¡Zimerman es humano!. Parece que no le gustan muchos los aplausos (supongo que entre los movimientos de la sonata aún menos) y sin apenas respiro arranca cada obra. Antes del descanso y tras salir a saludar por tercera vez nos indicó con señas "Calma, ¡tranquilos!, es el descanso pero volveré para seguir tocando más...".
Ya en la segunda parte, entre el Allegro maestoso y el Scherzo de la sonata nº 3, una auténtica cascada de toses también pareció "contagiarle", haciendo un gesto como de comprensión porque todos estaban igual, lo que despertó la risa entre el público pero también la interrupción del continuum, algo que sucedió igualmente tras el descanso. Estábamos todos tan subyugados que nos hubiera encantado no fumar el cigarrillo y escucharlo todo "de un tirón" para no perder la auténtica complicidad que se estableció entre Zimerman, Chopin, el piano (al que le dedicó parte de la ovación) y todos los asistentes.
Del Scherzo nº 2 en Sib m, Op. 31, una de mis obras preferidas, decir que siempre que se lo escucho me aporta cosas nuevas...
La propina (en Santiago de Compostela no la dió) tras cuatro salidas a saludar, no pudo resultar mejor: el famoso Vals Op. 64 nº 2 en Do# m, la delicadeza y el romanticismo chopinianos para recordar... hasta su próximo concierto en Oviedo (espero que uno todos los años).
P.D. 1: Por esas coincidencias que nos da la vida y la música, a fin de cuentas para mí lo mismo, el viernes escuchamos el Concierto para piano en re mayor "para la mano izquierda" (1929-1930) de Ravel con el pianista francés Jean-Philippe Collard, una obra que también tiene grabada Zimerman y la comentaba en el blog de mi añorado Cuervo López un melómano de pro como es el salvadoreño Ernesto Nosthas.
P.D. 3: Excelente Javier Neira en LNE y la crítica de Joaquín Valdeón, así como las de mis queridos Aurelio M. Seco en LVA, y Ramón G. Avello en El Comercio, todo el lunes 18.
Comentarios
Ayer estuve en el concierto de Zimerman. Fui con mi mujer (ambos "analfabetos clásicos") y nos encantó el concierto a pesar de desconocer casi todo lo relacionado con la música clásica.
Como estamos poco versados en el mundo de Chopin desconociamos cual era el titulo del "regalo" (el vals op.64) y llevo buscandolo un par de horas por Internet.. con tan solo la melodia en la cabeza (aunque ya la conociamos) pero sin un título... pero gracias a Google hemos llegado a tu artículo.
Estábamos viendo ahora en Youtube el vídeo que has puesto de Rubinstein (asociado a esta melodía) y ambos coincidiamos que la ejecución de Zimerman fue tremenda, impresionante... sin palabras.
¿y sabes lo mejor? Al ser la última melodia hubo gente que se la perdió por "cagaprisas" (con perdón) al salir de la sala cuando todavia le estaban aplaudiendo. Me alegro. Perderse la ejecución de Zimerman de esta obra fue un castigo "divino".
Aunque luego volveré con más calma (ahora, por fuerza, la lectura tiene que ser un poco rápida), me has dado pistas sobre cuál puede ser el programa de Madrid el lunes.
Por lo que te leo, el público de Madrid y el de Oviedo se parecen mucho (una parte de ellos cada vez más maleducados y ruidosos, especialmente en los momentos en que más fastidian). Y eso a Zimmerman además, le pone especialmente nervioso. No sería la primera vez que dos minutos antes de salir a escena dice que no toca.
Jajajaja. Si luego tengo tiempo, te cuento una anécdota del concierto del segundo aniversario de Scherzo. Estaba programado el cuaderno primero de los preludios de Debussy. Casi nos quedamos sin escucharlo.
Prometo volver después con calma y leer tu artículo despacito.
Un abrazo
Ahora sí, con calma, he leído toda tu entrada. Y no necesitas palabras de otros. Yo creo que lo has definido muy bien.
Para mí Zimerman es un "divo" extraño. Maniático, pero al tiempo tierno. Parece también que de una increíble sobriedad en sus costumbres y modo de vida. Es neurótico hasta extremos insospechados pero absolutamente genial cuando se sienta a tocar.
En Madrid se hospeda siempre en el mismo hotel, Abba de la Avenida de América, porque le gusta el aparcamiento que tiene para dejar su furgoneta "con la joya" dentro. Se comporta a veces como una prima donna caprichosa, pero cuando sale a escena todo se transforma.
A mí, además de todo lo que has dicho, me vuelve loca el sonido que tiene su piano, independientemente de lo que toque. Puro cristal en equilibrio, frágil pero que nunca se rompe. Sencilla y posiblemente, el mejor.
La anécdota es tontona de la que te hablaba es tontona.
Creo que fue en 1987, diciembre, 2º aniversario de la revista Scherzo. Exactamente, una hora antes del concierto, a las 9 y media, dijo que no tocaba. Que no le gustaba el sonido de ninguno de los tres Steinway que tenía el Auditorio y que no salía a tocar de ninguna de las maneras. No valían súplicas del director del Auditorio, de Antonio Moral, entonces director de la revista, de Gerardo Queipo de Llano, su presidente. No había forma.
José Luis Téllez, con esa finísima y mordiente ironía que, al menos por entonces, le caracterizaba nos decía muerto de risa viendo que el tiempo iba pasando y la cosa no se arreglaba. "Ya verás tú, ya verás. Seguro que al final no sale y para suplirlo, me veo a Antoñito Moral y a Arturito Reverter, con la botella de anís Asturiana, en medio del escenario tocando "Paquito el chocolatero".
Finalmente Antonio Moral lo convenció para salir a tocar e interpretó unos preludios de Debussy que, a mí particularmente, me parecieron sencillamente preciosos. Creo que no se me olvidará jamás su interpretación de La catedral sumergida y de La muchacha de los cabellos del lino.
Salí del auditorio como subida en una nube.
Ya te contaré algo sobre el concierto del lunes en Madrid.
Un abrazo,
PD ¿Sabes que Zacharias, que es un encanto de hombre, de una corrección exquisita y un sentido del humor delicioso, el otro día llegó a enfadarse bastante por el concierto de toses, los móviles y la caída de paraguas continuas a lo largo del concierto? Cada vez es más vergonzoso. Y tocó una 19 de Schubert de las de quitarse el sombrero.
MIra que me enrollo, por diox.
Normalmente escribo nada más llegar a casa de los conciertos o como mucho al día siguiente, y evidentemente siempre quedan cosas "en el teclado" pero la dejo como están por lo que de inmediatez y sinceridad tienen aunque "me vaya por las ramas" más veces de las que quisiera... Totalmente de acuerdo con el sonido que logra Zimerman y de nuevo GRACIAS por tu blog y tus comentarios a "los colegas".