Liszt con champagne
Entrada original del día 21 de enero de 2011 a las 01:17 horas,
y suprimida (censurada) por Blogger© tras "denuncia" yanqui (de
la DMCA, Digital Millennium Copyright Act). Quitados unos pocos links de
la llamada "tierra de la libertad" (por si es parte de su "queja"), la
dejo como estaba ¡y con MIS FOTOS!:
El programa iba a resultar muy denso, con momentos álgidos y otros tenebrosos, algo muy propio de Liszt y perfectamente explicado en las notas al programa de otro maestro del piano como el catedrático gijonés Francisco Jaime Pantín, desde ese Steinway perfectamente ajustado para lo que se le venía encima, pues nos "enfrentaríamos" a páginas conocidas frente a otras menos escuchadas pero no por ello dignas de admiración porque requieren un esfuerzo enorme para intérprete y público.
Comenzamos con las seis breves Consolaciones, S.172 compuestas en mi recordado Weimar, íntimas, melancólicas, bien atacadas y destacando la conocida tercera Lento placido con aires chopinianos.
A continuación y perteneciente a los "Años de peregrinaje" la cuarta pieza de la colección, también muy conocida, Los juegos de agua de la Villa d´Este, S.163, predecesora del lenguaje impresionista de un Ravel que Thibaudet domina con maestría, y así lo hizo desde un virtuosismo al que tal vez sobró algo de pedal y le faltó lirismo, pero que no impidió una versión de la más pura escuela pianística francesa (siempre de agradecer ante el poderío asiático que nos invade). Y para cerrar la primera parte nada menos que las Leyendas, S.175, trinos y cromatismos de una pureza sonora para San Francisco de Asís: La predicación a los pájaros, y el "arsenal lisztiano" (que escribe Pantín) para San Francisco de Paula caminando sobre las olas, un despliegue virtuosístico al que le sobró efectismo sin perder nunca la elegancia y sobriedad que son etiquetas del pianista francés algo menos romántico de lo esperado.
La segunda parte no se quedaría atrás en dificultades, luces y sombras, desde Mis alegrías, S.480, transcripción de los Cantos polacos de Chopin (Nº 5, Op. 74) pero llevados a cimas impensables para muchos pianistas, y sin aplausos afrontar la Balada Nº 2 en Si menor, S.171, personalmente con más oscuros que claros y más tierra que cielo, sin llegar al equilibrio necesario para lograr algo más que una aseada interpretación, lo que en Liszt puede resultar más que suficiente. Todo lo contrario a la Muerte de amor de Isolda, S.447 que Thibaudet supo "cantar" y sacar toda la orquesta que el piano de Liszt esconde en homenaje a su yerno, y como si supiese que Tristán vuelve esta semana al Campoamor.
Y para seguir el "Año de peregrinaje", esta vez el suplemento del segundo y la última de las tres piezas que lo componen, la Tarantella de "Venecia y Nápoles", S.159, auténtica traca final para una sesión maratoniana, exigente y no todo lo agradecida que muchos esperaban, pero realmente sin perder nunca la elegancia, la sonoridad, la melodía subyacente y toda la vitalidad escondida desde una velocidad límite en las obras de Liszt.
De regalo y tras la "xatada" anterior, aún salió con una hoja para interpretar La Cloche Sonne ("Suena la campana") donde ya "superada la prueba" (auténtico tour de force) pareció más cercano, sin tensiones acumuladas y "despeinándose un poco", y no digamos ya con Chopin y su Vals nº 9 en LAbM, Op. 69-nº 1, "L'Adieu" puesto que apareció "otro" Thibaudet, el relajado y disfrutando con un repertorio que se le nota más afín que el del húngaro, donde brilló con otra luz y nos dijo "adiós" con claro acento francés. Todo sea por el centenario del Abate, del que tenemos todo este 2011 por delante para seguir de conmemoraciones. De momento la revista "Scherzo" de enero trae un excelente dossier, que no tiene desperdicio.
Jueves 20 de enero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Jornadas de Piano "Luis Iberni". Jean-Yves Thibaudet, piano. Monográfico homenaje a Franz Liszt.
Un recital como el de hoy hubiera resultado más íntimo y apropiado en una sala más pequeña, incluso en nuestro querido Teatro Filarmónica donde muchos nos rodamos en nuestra infancia escuchando a grandes del piano, y el francés podía haberse sumado a esa lista, recién llegado de Alicante y recalando de nuevo en Oviedo.El programa iba a resultar muy denso, con momentos álgidos y otros tenebrosos, algo muy propio de Liszt y perfectamente explicado en las notas al programa de otro maestro del piano como el catedrático gijonés Francisco Jaime Pantín, desde ese Steinway perfectamente ajustado para lo que se le venía encima, pues nos "enfrentaríamos" a páginas conocidas frente a otras menos escuchadas pero no por ello dignas de admiración porque requieren un esfuerzo enorme para intérprete y público.
Comenzamos con las seis breves Consolaciones, S.172 compuestas en mi recordado Weimar, íntimas, melancólicas, bien atacadas y destacando la conocida tercera Lento placido con aires chopinianos.
A continuación y perteneciente a los "Años de peregrinaje" la cuarta pieza de la colección, también muy conocida, Los juegos de agua de la Villa d´Este, S.163, predecesora del lenguaje impresionista de un Ravel que Thibaudet domina con maestría, y así lo hizo desde un virtuosismo al que tal vez sobró algo de pedal y le faltó lirismo, pero que no impidió una versión de la más pura escuela pianística francesa (siempre de agradecer ante el poderío asiático que nos invade). Y para cerrar la primera parte nada menos que las Leyendas, S.175, trinos y cromatismos de una pureza sonora para San Francisco de Asís: La predicación a los pájaros, y el "arsenal lisztiano" (que escribe Pantín) para San Francisco de Paula caminando sobre las olas, un despliegue virtuosístico al que le sobró efectismo sin perder nunca la elegancia y sobriedad que son etiquetas del pianista francés algo menos romántico de lo esperado.
La segunda parte no se quedaría atrás en dificultades, luces y sombras, desde Mis alegrías, S.480, transcripción de los Cantos polacos de Chopin (Nº 5, Op. 74) pero llevados a cimas impensables para muchos pianistas, y sin aplausos afrontar la Balada Nº 2 en Si menor, S.171, personalmente con más oscuros que claros y más tierra que cielo, sin llegar al equilibrio necesario para lograr algo más que una aseada interpretación, lo que en Liszt puede resultar más que suficiente. Todo lo contrario a la Muerte de amor de Isolda, S.447 que Thibaudet supo "cantar" y sacar toda la orquesta que el piano de Liszt esconde en homenaje a su yerno, y como si supiese que Tristán vuelve esta semana al Campoamor.
Y para seguir el "Año de peregrinaje", esta vez el suplemento del segundo y la última de las tres piezas que lo componen, la Tarantella de "Venecia y Nápoles", S.159, auténtica traca final para una sesión maratoniana, exigente y no todo lo agradecida que muchos esperaban, pero realmente sin perder nunca la elegancia, la sonoridad, la melodía subyacente y toda la vitalidad escondida desde una velocidad límite en las obras de Liszt.
De regalo y tras la "xatada" anterior, aún salió con una hoja para interpretar La Cloche Sonne ("Suena la campana") donde ya "superada la prueba" (auténtico tour de force) pareció más cercano, sin tensiones acumuladas y "despeinándose un poco", y no digamos ya con Chopin y su Vals nº 9 en LAbM, Op. 69-nº 1, "L'Adieu" puesto que apareció "otro" Thibaudet, el relajado y disfrutando con un repertorio que se le nota más afín que el del húngaro, donde brilló con otra luz y nos dijo "adiós" con claro acento francés. Todo sea por el centenario del Abate, del que tenemos todo este 2011 por delante para seguir de conmemoraciones. De momento la revista "Scherzo" de enero trae un excelente dossier, que no tiene desperdicio.
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