Fuego controlado
Martes 13 de septiembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia, Antonio García Egea (violín). Directora: Virginia Martínez. Obras de Brahms, Khachaturian y Stravinsky. Entrada libre.
Como parte del I Encuentro Instrumental del recién inaugurado curso académico, la decana de las orquestas juveniles españolas con su titular al frente (¿tendremos que buscarle piso en Oviedo?) ha estado en Avilés desde el pasado día 4 hasta esta fecha que muchos tocan madera. El profesorado que han tenido ha sido de nuestra OSPA (ya queda menos para arrancar temporada), y los conciertos de Avilés, Oviedo y Murcia, cerrando esta gira de trabajo en su casa, la mejor muestra del trabajo realizado.
El programa elegido no fue para cubrir el expediente, y aunque hubiese altibajos en el inicio, el alumnado dio todo lo que se le pidió desde la batuta, pudiendo estar en desacuerdo con aspectos puntuales de dirección e interpretación: fraseos, planos sonoros, tempi, concertación desigual con el solista, interpretaciones algo "planas" aunque muy trabajadas, pero como apuntaba nada más salir del concierto, eché de menos un poco de alegría y menos seriedad o rigidez, pues la madurez musical no está reñida con el disfrute que se contagia al público (en esto reconozco que "La Bolívar" juega en otra categoría), aunque fuera escaso -demostrándome una afición carbayona más "social" que musical-. Solamente en las propinas parecieron despeinarse todos y fue de agradecer.
Un solista de la casa, Antonio García Egea, natural de Cieza, nos tocó el Concierto para violín y orquesta en RE M., Op. 77 de Brahms, obra de enjundia para todos en los tres movimientos que parecieron ir de más (Allegro non troppo) a menos, con un viento bien ensamblado en el Adagio para ir todos "desinflándose" en el Allegro giocoso, ma non troppo vivace, poco "jocoso", y terminar Poco più presto con más ganas de "quitarse de encima" este pedazo de obra, preocupados más de dar todas las notas que de interpretarlas y sentirlas, faltando el necesario "escucharse todos a todos" así como una concertación más centrada en el solista y no como uno más, que nunca lo es aunque hasta no mucho lo fuese. A favor del joven concertista su sonido potente, claro, rico de matices, arco amplio y jugoso, pero lo apuntado anteriormente que con los años pasará para bien, pues facultades y musicalidad le sobran.
La segunda parte presentó la formación al completo, más centrada y concentrada, obras que Virginia Martínez domina de memoria llevando a la orquesta donde les pidió:
Una de las páginas más famosas de Khachaturian es el Adagio de Spartacus y Phrygia (de la Suite nº 2 de "Spartacus"), que resultó algo inconexa en el discurrir musical aunque bien trabajada en tempo y dinámica. Hubo destellos de mucha calidad en los tutti, pero resultó algo encorsetada.
Menos mal que la prueba del algodón, por no utilizar el otro símil más directo a la obra, vendría con la Suite (versión 1945) de El pájaro de fuego de Stravinsky, con unos solistas impecables todos ellos (los profesores se habrán sentido orgullosos) y una orquesta madura pese al corto intervalo de 16 a 25 años en todas sus secciones. Citar como sobresalientes el oboe de Carmen López y la trompa de Asunción Martínez, así como un notable para la flauta de María Alzallú, el fagot de Rubén Antón, el piano de Pedro Beriso, el arpa de Sara Esturillo y la concertino Lorena Escolar. Nuevamente la Profesora Martínez llevó cómo y donde quiso a "su orquesta", discrepancias mías aparte, consiguiendo algunos números realmente buenos (Khorovod o Ronda de las Princesas, y la Danza infernal del Rey Kaschei), aunque el resultado global haya sido de excesivo control y falta de espontaneidad, no sé si criticable al tratarse de una joven orquesta que necesitará cumplir años para "curarse" y una directora (cada vez más) que todavía tiene mucho camino por delante. En Murcia pueden presumir de cantera y buen trabajo, aunque me gustaría escucharles con otras batutas.
De las dos propinas, el último Vals de la Suite Masquerade del armenio repitió las palmas merecidas y al menos se acercaron al sobresaliente rondando las diez de la noche, aunque supongo que de vuelta a casa den el cien por cien para graduarse con la mejor calificación.
Como parte del I Encuentro Instrumental del recién inaugurado curso académico, la decana de las orquestas juveniles españolas con su titular al frente (¿tendremos que buscarle piso en Oviedo?) ha estado en Avilés desde el pasado día 4 hasta esta fecha que muchos tocan madera. El profesorado que han tenido ha sido de nuestra OSPA (ya queda menos para arrancar temporada), y los conciertos de Avilés, Oviedo y Murcia, cerrando esta gira de trabajo en su casa, la mejor muestra del trabajo realizado.
El programa elegido no fue para cubrir el expediente, y aunque hubiese altibajos en el inicio, el alumnado dio todo lo que se le pidió desde la batuta, pudiendo estar en desacuerdo con aspectos puntuales de dirección e interpretación: fraseos, planos sonoros, tempi, concertación desigual con el solista, interpretaciones algo "planas" aunque muy trabajadas, pero como apuntaba nada más salir del concierto, eché de menos un poco de alegría y menos seriedad o rigidez, pues la madurez musical no está reñida con el disfrute que se contagia al público (en esto reconozco que "La Bolívar" juega en otra categoría), aunque fuera escaso -demostrándome una afición carbayona más "social" que musical-. Solamente en las propinas parecieron despeinarse todos y fue de agradecer.
Un solista de la casa, Antonio García Egea, natural de Cieza, nos tocó el Concierto para violín y orquesta en RE M., Op. 77 de Brahms, obra de enjundia para todos en los tres movimientos que parecieron ir de más (Allegro non troppo) a menos, con un viento bien ensamblado en el Adagio para ir todos "desinflándose" en el Allegro giocoso, ma non troppo vivace, poco "jocoso", y terminar Poco più presto con más ganas de "quitarse de encima" este pedazo de obra, preocupados más de dar todas las notas que de interpretarlas y sentirlas, faltando el necesario "escucharse todos a todos" así como una concertación más centrada en el solista y no como uno más, que nunca lo es aunque hasta no mucho lo fuese. A favor del joven concertista su sonido potente, claro, rico de matices, arco amplio y jugoso, pero lo apuntado anteriormente que con los años pasará para bien, pues facultades y musicalidad le sobran.
La segunda parte presentó la formación al completo, más centrada y concentrada, obras que Virginia Martínez domina de memoria llevando a la orquesta donde les pidió:
Una de las páginas más famosas de Khachaturian es el Adagio de Spartacus y Phrygia (de la Suite nº 2 de "Spartacus"), que resultó algo inconexa en el discurrir musical aunque bien trabajada en tempo y dinámica. Hubo destellos de mucha calidad en los tutti, pero resultó algo encorsetada.
Menos mal que la prueba del algodón, por no utilizar el otro símil más directo a la obra, vendría con la Suite (versión 1945) de El pájaro de fuego de Stravinsky, con unos solistas impecables todos ellos (los profesores se habrán sentido orgullosos) y una orquesta madura pese al corto intervalo de 16 a 25 años en todas sus secciones. Citar como sobresalientes el oboe de Carmen López y la trompa de Asunción Martínez, así como un notable para la flauta de María Alzallú, el fagot de Rubén Antón, el piano de Pedro Beriso, el arpa de Sara Esturillo y la concertino Lorena Escolar. Nuevamente la Profesora Martínez llevó cómo y donde quiso a "su orquesta", discrepancias mías aparte, consiguiendo algunos números realmente buenos (Khorovod o Ronda de las Princesas, y la Danza infernal del Rey Kaschei), aunque el resultado global haya sido de excesivo control y falta de espontaneidad, no sé si criticable al tratarse de una joven orquesta que necesitará cumplir años para "curarse" y una directora (cada vez más) que todavía tiene mucho camino por delante. En Murcia pueden presumir de cantera y buen trabajo, aunque me gustaría escucharles con otras batutas.
De las dos propinas, el último Vals de la Suite Masquerade del armenio repitió las palmas merecidas y al menos se acercaron al sobresaliente rondando las diez de la noche, aunque supongo que de vuelta a casa den el cien por cien para graduarse con la mejor calificación.
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