Mahler y el "bendito loco" Dudamel
Como si mi Carta a Sus Majestades los Magos de Oriente se hubiese materializado en otra parte y con otros intérpretes (¿arte de magia?), me enteré por la prensa que habrá una Octava de Mahler histórica y realmente De los mil: dos orquestas y 16 coros con Gustavo Dudamel al frente, cual visión transmutada hecha realidad en el nuevo continente y por uno de los directores jóvenes que más admiro, volviendo a unirse "los dos Gustavos".
Pero no quedaba ahí esa auténtica "monstruosidad" sino que existe un Proyecto Mahler (ya se ha bautizado como "titánico") que comienza este viernes 13 de enero con este director al que sigo desde hace años, y con dos de "sus" orquestas por no decir "familias": La Bolívar y la Filarmónica de Los Ángeles (en Europa lo tienen fichado los suecos de Gotteborg). El hijo del trombonista barquisimetano va a dirigir TODAS LAS SINFONÍAS de MAHLER en un mes, con todo el esfuerzo físico y mental que supone, máxime cuando Dudamel es un director que suele dirigir de memoria (¡incluso ópera!), y estamos hablando de algo que creo no haya hecho nadie en tan breve espacio de tiempo (pues algunos han dedicado casi una vida y desde una madurez vital).
Con los "angelinos" dirigirá la Primera (que ya tiene grabada y guardo como referencia incluso por su visionado on-line compartido con mi amigo Osvaldo Burgos y el océano Atlántico en medio de ambos), la Cuarta, la Sexta y la Novena así como el Adagio de la Décima (no se decanta por la "completa" de Deryck Cooke), mientras que con la ya madura Bolívar afrontará la Segunda (esa que me cautivó para siempre en Oviedo), Tercera (una de mis preferidas y más escuchadas en vivo), Quinta y Séptima.
El plato fuerte de despedida -no es un postre al uso- será mi deseada Octava con las dos orquestas juntas bajo la batuta dudameliana y esos dieciséis coros, más los solistas vocales (no todos conocidos" por Europa, donde está la sueca Anna Larsson) en el Shrine Auditorium de Los Ángeles el día 4 de febrero, al que habrá que rebautizar como San Gustavo, que además, siempre generoso, ¡repetirá todo el ciclo en Caracas! tal vez para acallar voces que clamen sólo por el espectáculo puro y duro de la ciudad más cinematográfica de U.S.A. -también la más latina- y devolver a su tierra venezolana el esfuerzo y homenaje mahleriano ("... cada sinfonía es como la vida: una pequeña locura").
Aún existen críticos que opinan sobre la falta de madurez para Mahler que tiene Dudamel, pero por mi parte las lecturas ya realizadas de las sinfonías de su tocayo Gustavo están ya de referente en este siglo XXI donde el tiempo del bohemio ya ha llegado, y el venezolano está llamado a ser uno de sus referentes, sin entrar en las (siempre) odiosas y personales comparaciones: para gustos colores y para mí... Mahler. Seguiré disfrutando con Bersntein, Haitink, incluso Abbado, si me apuran Gergiev hasta con el Orfeón Pamplonés, y cómo no, Rattle (por todo lo que significa en toda esta entrada dedicada a "los gustavos") pero también por ser plenamente de "mi tiempo", el gran Dudamel.
Pero no quedaba ahí esa auténtica "monstruosidad" sino que existe un Proyecto Mahler (ya se ha bautizado como "titánico") que comienza este viernes 13 de enero con este director al que sigo desde hace años, y con dos de "sus" orquestas por no decir "familias": La Bolívar y la Filarmónica de Los Ángeles (en Europa lo tienen fichado los suecos de Gotteborg). El hijo del trombonista barquisimetano va a dirigir TODAS LAS SINFONÍAS de MAHLER en un mes, con todo el esfuerzo físico y mental que supone, máxime cuando Dudamel es un director que suele dirigir de memoria (¡incluso ópera!), y estamos hablando de algo que creo no haya hecho nadie en tan breve espacio de tiempo (pues algunos han dedicado casi una vida y desde una madurez vital).
Con los "angelinos" dirigirá la Primera (que ya tiene grabada y guardo como referencia incluso por su visionado on-line compartido con mi amigo Osvaldo Burgos y el océano Atlántico en medio de ambos), la Cuarta, la Sexta y la Novena así como el Adagio de la Décima (no se decanta por la "completa" de Deryck Cooke), mientras que con la ya madura Bolívar afrontará la Segunda (esa que me cautivó para siempre en Oviedo), Tercera (una de mis preferidas y más escuchadas en vivo), Quinta y Séptima.
El plato fuerte de despedida -no es un postre al uso- será mi deseada Octava con las dos orquestas juntas bajo la batuta dudameliana y esos dieciséis coros, más los solistas vocales (no todos conocidos" por Europa, donde está la sueca Anna Larsson) en el Shrine Auditorium de Los Ángeles el día 4 de febrero, al que habrá que rebautizar como San Gustavo, que además, siempre generoso, ¡repetirá todo el ciclo en Caracas! tal vez para acallar voces que clamen sólo por el espectáculo puro y duro de la ciudad más cinematográfica de U.S.A. -también la más latina- y devolver a su tierra venezolana el esfuerzo y homenaje mahleriano ("... cada sinfonía es como la vida: una pequeña locura").
Aún existen críticos que opinan sobre la falta de madurez para Mahler que tiene Dudamel, pero por mi parte las lecturas ya realizadas de las sinfonías de su tocayo Gustavo están ya de referente en este siglo XXI donde el tiempo del bohemio ya ha llegado, y el venezolano está llamado a ser uno de sus referentes, sin entrar en las (siempre) odiosas y personales comparaciones: para gustos colores y para mí... Mahler. Seguiré disfrutando con Bersntein, Haitink, incluso Abbado, si me apuran Gergiev hasta con el Orfeón Pamplonés, y cómo no, Rattle (por todo lo que significa en toda esta entrada dedicada a "los gustavos") pero también por ser plenamente de "mi tiempo", el gran Dudamel.
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