Cuando triunfa la música
Cuando la calidad interpretativa es grande el disfrute musical resulta pleno, primando las obras y sus compositores sobre cualquier otra valoración. Claro que no siempre es así y hoy en día tendemos a recordar tal director o tal pianista independientemente de lo que ejecute, pero en Oviedo últimamente podemos presumir de unos niveles difíciles de conseguir, y este décimo de abono resultó todo un ejemplo del triunfo de la música.
Nuestra OSPA está atravesando su momento álgido -espero se mantenga mucho tiempo- que alcanza sonoridades propias del mayor nivel, sobre todo cuando al frente se pone un conductor (sigo prefiriendo el anglicismo) con las ideas claras de las obras a ejecutar y que además las transmita perfectamente para lograr trascenderlas recreando siempre de forma personal lo que una partitura esconde. Perry So, uno de los aspirantes a la titularidad alcanzada por Milanov, volvió a demostrar que es un director perfecto en todos los sentidos con el que los músicos se sienten tan a gusto que contagian vitalidad, buen gusto y musicalidad a rabiar.
Foto ©: Marta Barbón / OSPA
El Concierto para piano en La m., Op. 54 (R. Schumann) fue el aperitivo de una velada redonda, con la brasileña Cristina Ortiz de solista (rememorando que fue Clara Schumann quien lo estrenó), afrontando esta maravilla del repertorio pianístico desde una óptica plenamente romántica y consensuada con la batuta china, imprescindible para paladear todos y cada uno de los detalles. El exceso de rubato hace difícil siempre concertar solista y orquesta, pero en el podio había toda la sabiduría para lograr el encaje perfecto desde el arranque decidido del Allegro affettuoso en un "tempo" perfecto y arriesgado, jugando con los planos sonoros en su sitio, compartiendo todas las secciones una misma visión de la obra. El Intermezzo: Andantino grazioso corroboró la línea emprendida de compartir, dialogar, disfrutar todos con esos juegos sonoros llenos de delicadezas y buen gusto, y para rematar el Allegro vivace donde la complicidad se hizo mayor contagiando vitalidad, alegría y excelencia interpretativa. Quiero resaltar la causa del merecidísimo primer aplauso para Andreas Weisgerber porque sus intervenciones junto al piano dejaron más que un diálogo la perfecta comunión melódica entre piano y clarinete, sin desmerecer en nada al resto de solistas, con una orquesta que empastó como nunca con un teclado siempre "obedientes" a la batuta china que consiguió una versión romántica del concierto de Schumann donde la limpieza cristalina de la pianista brasileña puso su técnica al servicio de la obra.De regalo ese Chopin cuyos Estudios, esta vez el nº 1 del Op. 25, son además de duro trabajo técnico la condensación del romanticismo en blanco y negro del teclado con la elegancia y limpieza de Cristina Ortiz que nuevamente brilló serena más allá de los arpegios en pos de la música.
Como mahleriano confeso Bruckner es el peldaño anterior y la Sinfonía nº 6 en LA M. obra de referencia orquestal con la que disfruto siempre, mucho más en directo. La interpretación del maestro de Hong-Kong la recordaré y espero recuperarla en su momento por Radio Clásica que graba todos los conciertos de abono, aunque su difusión sea otra cosa y no siempre cercana en el tiempo. Nueva apuesta por las sonoridades compactas, potentes cuando así lo exige la partitura, recogidas igualmente, y equilibrios dinámicos bien llevados por todas las secciones donde no sólo la cuerda impacta sino que la madera ha logrado también la excelencia y los metales están a punto, tal vez falte un escalón para un mejor empaste (de color) entre las trompas y el resto de "bronces" que decía Max Valdés, auténtico valedor de una formación que tras su marcha a Puerto Rico acabó de dar el salto de calidad.
La Sexta de Bruckner es como "la prueba del algodón" de toda gran orquesta. El inicial Maestoso mostró por dónde iba a discurrir la interpretación: cuerda segura, agresivamente cálida o cálidamente agresiva compartiendo musicalidad con el viento, tanto metales como maderas, juegos dinámicos excelsos y me atrevo a calificar de religiosidad organísitica como todo el trasfondo de la obra del gran Anton, aún mayor según avanzaba este primer movimiento. Importantes hasta los silencios que también "suenan" (a ellos hace referencia Asier Vallejo Ugarte en las notas al programa) y que el maestro So remarcó, nueva lección para un público que pareció "escarmentar" tras el bochorno anterior.
El Adagio: Muy solemne mantuvo la contención sin perder intención, cuerda de lirismos celestiales pero con "pegada" en los graves y los protagonismos bien llevados en cada intervención solista, plegaria melódica sin fin con emociones contenidas y compartidas.
Continuando el esquema sinfónico al que Bruckner se ciñe, el Scherzo: Moderato - Trío rezumó vitalidad por el tempo elegido y musicalidad en los temas, dinámicas extremas decididamente románticas, con unos metales bien compactos, el contrapunto de las maderas y nuevamente la cuerda subrayando todas las apariciones temáticas ajenas y propias, con unos pizzicatti limpios sumados a los arcos habituales de calidad y color. De lograr el equilibrio nuevamente el maestro Perry delineando a la perfección toda la música que fluía como nuestros ríos, sin remansos, vigorosa y clara. Podríamos haber terminado aquí ante el clímax alcanzado, pero había que esperar el Finale: Agitado, pero no demasiado rápido, tal cual este movimiento balsámico en el inicio cual penitencia tras los excesos sin apenas respiros emotivos para continuar viaje místico y musical. Cerraba los ojos e imaginaba una orquesta alemana pero era asturiana, nuestra OSPA y Perry So llevándola con guante de seda, transmitiendo serenidad y seguridad en una interpretación increíble por la calidad global de principio a fin y cediendo todo el protagonismo a la música, ejecutada desde la honestidad y el convencimiento.
Foto ©: Marta Barbón / OSPA
Nueva alegría y esperanza ante un futuro incierto en lo extramusical, pero como apuntaba nada más salir del concierto, recordaré el triunfo de la música: el Concierto de piano de Schumann y La Sexta de Bruckner gracias al consenso logrado por el joven conductor chino, tan necesario en estos tiempos donde no estaría mal nombrar presidente de la nación a un director de orquesta siempre que "todos nos integremos en la orquesta y su obra común" como bien me contestó Libreoyente.Gracias.
NOTA: los enlaces (links) en los movimientos de Bruckner son de Rafael Kubelik con la Bavarian Radio Symphony Orchestra.
P. D. 1: Crítica de Javier Neira en LNE.
P. D. 2: Desaparecida "La Voz de Asturias", Aurelio M. Seco realiza la crítica en su web Codalario.
P. D. 2: Desaparecida "La Voz de Asturias", Aurelio M. Seco realiza la crítica en su web Codalario.
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