Magistral Achúcarro. Comparaciones odiosas.
Entrada original del día 4 de marzo de 2009 a las 00:49 horas, y suprimida (censurada) por Blogger© tras "denuncia" yanqui (de la DMCA, Digital Millennium Copyright Act). Quitados unos pocos links de la llamada "tierra de la libertad" (por si es parte de su "queja"), la dejo como estaba ¡pero SIN FOTO!:
Miércoles 4 de marzo. A media mañana, vamos en el recreo, me leo la excelente entrevista en LVA que mi amigo Aurelio M. Seco le hace al maestro Joaquín Achúcarro. Merece la pena leerla (pinchando en el enlace que está subrayado), pero quiero entresacar una frase suya tan magistral como su arte: "Quien no sabe y no sabe que no sabe, es un necio. Huye de él. Quien sabe y no sabe que sabe, está dormido. Despiértale. Quien no sabe y sabe que no sabe, es humilde. Enséñale. Quien sabe y sabe que sabe, es un sabio. Síguele". También Pablo Gallego en la LNE adelanta en titulares "Achúcarro vuelve a Oviedo para mostrar su magisterio al piano".
El pianista bilbaíno es habitual en la Sociedad Filarmónica de Oviedo y es el artista que más veces ha actuado en la misma, siendo su última visita en 2006, siempre con ese flequillo a lo Bryan Ferry aunque ahora blanqueado, normal a sus casi 77 años.
Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", Auditorio de Oviedo, 20:00 horas. "Programa Brahms" al desaparecer del mismo (por razones que desconozco) la «Obertura Coriolano», op. 62, de Beethoven, aunque en la web de Oviedo Filarmonía ya no venía anunciada. A la batuta (que por cierto se le escapó sin daños materiales para ningún músico) la directora canadiense Keri-Lynn Wilson, alta, desgarbada y desigual en las dos partes como comentaré más adelante.
El arranque del concierto era de nuevo el «Concierto n.º 2 en si bemol mayor», opus 83, de Brahms, que escuchamos hace muy poco (el 20 de febrero), y volver a escucharlo en tan poco lapso de tiempo lo critiqué porque hay infinitas obras para "degustar y repetir plato aunque esté cocinado de otra forma y con algún ingrediente distinto". Ésto viene a colación de que la crítica no tiene que ser negativa y la mía tiene diversos enfoques que paso a intentar reflejar aunque me enrolle y mi amigo Octavio también me lo critique, en este caso sí negativamente (lo reconozco e intentaré mejorar mi estilo).
Aunque el refrán diga "las comparaciones son odiosas", supongo que lo son para la parte "peor parada". De hecho y siguiendo con refranes casi "siempre hay una primera vez" y tendemos a buscar en la segunda esa comparación. Sé que no hay dos idénticas y lo malo (o lo bueno) es cuando va aumentando el número de forma progresiva. En la música no lo podemos evitar, sobre todo desde que existen los registros sonoros. Personalmente donde esté el directo, siempre irrepetible, que se quiten las grabaciones (y tengo más de 3.000), pero claro, es como los recuerdos y las fotos (o películas), los primeros pueden "perderse" pero también las segundas, o amarillean. Pero a los de mi generación (1959) siempre nos gusta "atesorar", al menos a mí, cual especie de Síndrome de Diógenes aplicado a grabaciones, programas de mano, entradas de conciertos o cosas así... Y con tanto refrán, un chiste: "Antes abusaba de las frases hechas... ahora huyo de ellas como de la peste".
El Concierto nº 2 de Brahms que escuché hoy, considerado casi unánimemente el más difícil de ejecutar, y escrito casi como una "sinfonía con piano" (que recordaba en las notas al programa no firmadas de Ramón Sobrino), me hubiera gustado grabarlo y escucharlo más veces, incluso PARA COMPARARLO con el del ruso Kirill Gerstein (del que hizo una crítica musical "de las de verdad" Eduardo G. Salueña) si también se hubiese materializado su grabación más allá de la "memoria auditiva". Pero no estamos comparando grabaciones sino dos recreaciones de la misma obra. Hacía tiempo que no escuchaba una afinación tan perfecta entre la orquesta y ese Rolls de los pianos que es el Steinway del Auditorio. Si sumamos una orquesta a la que la directora canadiense llevó como quiso (batutazo aparte), conociendo la obra, dándole el romanticismo que tiene cada pasaje orquestal y sabiendo que el piano es EL PROTAGONISTA pero con pasajes "camerísticos" entre él y unos solistas perfectos (impagable el tercer movimiento con el cantabile inicial del trompa Alberto Rodríguez y Svetlana Manakova al cello -del Quinteto de Moscú y del cuarteto de Los Virtuosos de Moscú afincados en Asturias- y el piano de Achúcarro, consiguiendo unas sonoridades homogéneas que "me redescubrieron" qué es LA INTERPRETACIÓN, pareció una obra distinta de la escuchada por Gerstein, Max Valdés y la OSPA hace dos semanas. He dicho distinta y no entro a comparar aunque se me nota que me gustó más la de hoy. Keri-Lynn Wilson me encantó su dirección, cómo consiguió "hacer sonar" a la orquesta (algún mínimo desajuste en entradas concretas que no empañan el resultado final) y sobre todo la técnica al servicio del arte del maestro Achúcarro por el que su periodo de madurez parece eterno, con esa sonoridad, ese manejo del pedal, esa pulsación y tantos calificativos que han "enamorado" su Dallas actual, con una simbiósis piano-orquesta que en el 2 de Brahms es a lo que se debe (y en su caso puede) aspirar.
Y de propina (no llamó BIS porque no repitió) para seguir todo perfectamente homogéneo, un Intermezzo de Brahms. Impagable y de nuevo magistral. No sólo se le quiere en Oviedo, es que se hace querer a cada nota que sale de sus dedos, independientemente del autor. Como los buenos vinos, cuantos más años mejor...
Tras el descanso la Sinfonía n.º 3 en fa mayor, Op. 90 pareció traerme a otra orquesta (y no quiero comparar con el enlace de YouTube® de la SWR Stuttgart Radio Symphony Orchestra con Celibidache), más insegura, más desajustada y "desobediente" con la canadiense (que sí dominaba esta sinfonía, contemporánea del concierto nº 2). ¿Puede perderse la magia, feeling, pellizco, encantamiento... tras quince minutos y un cigarrillo? En mi caso, y creo que en el de la Oviedo Filarmonía, fue lo sucedido. Como "postre" decir que hacía tiempo que no la escuchaba y mis "recuerdos" tal vez me impidieron una mejor degustación. Sobre gustos sí hay mucho escrito... y los míos son de mi propiedad, aunque también pueda compartirlos.
Miércoles 4 de marzo. A media mañana, vamos en el recreo, me leo la excelente entrevista en LVA que mi amigo Aurelio M. Seco le hace al maestro Joaquín Achúcarro. Merece la pena leerla (pinchando en el enlace que está subrayado), pero quiero entresacar una frase suya tan magistral como su arte: "Quien no sabe y no sabe que no sabe, es un necio. Huye de él. Quien sabe y no sabe que sabe, está dormido. Despiértale. Quien no sabe y sabe que no sabe, es humilde. Enséñale. Quien sabe y sabe que sabe, es un sabio. Síguele". También Pablo Gallego en la LNE adelanta en titulares "Achúcarro vuelve a Oviedo para mostrar su magisterio al piano".
El pianista bilbaíno es habitual en la Sociedad Filarmónica de Oviedo y es el artista que más veces ha actuado en la misma, siendo su última visita en 2006, siempre con ese flequillo a lo Bryan Ferry aunque ahora blanqueado, normal a sus casi 77 años.
Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", Auditorio de Oviedo, 20:00 horas. "Programa Brahms" al desaparecer del mismo (por razones que desconozco) la «Obertura Coriolano», op. 62, de Beethoven, aunque en la web de Oviedo Filarmonía ya no venía anunciada. A la batuta (que por cierto se le escapó sin daños materiales para ningún músico) la directora canadiense Keri-Lynn Wilson, alta, desgarbada y desigual en las dos partes como comentaré más adelante.
El arranque del concierto era de nuevo el «Concierto n.º 2 en si bemol mayor», opus 83, de Brahms, que escuchamos hace muy poco (el 20 de febrero), y volver a escucharlo en tan poco lapso de tiempo lo critiqué porque hay infinitas obras para "degustar y repetir plato aunque esté cocinado de otra forma y con algún ingrediente distinto". Ésto viene a colación de que la crítica no tiene que ser negativa y la mía tiene diversos enfoques que paso a intentar reflejar aunque me enrolle y mi amigo Octavio también me lo critique, en este caso sí negativamente (lo reconozco e intentaré mejorar mi estilo).
Aunque el refrán diga "las comparaciones son odiosas", supongo que lo son para la parte "peor parada". De hecho y siguiendo con refranes casi "siempre hay una primera vez" y tendemos a buscar en la segunda esa comparación. Sé que no hay dos idénticas y lo malo (o lo bueno) es cuando va aumentando el número de forma progresiva. En la música no lo podemos evitar, sobre todo desde que existen los registros sonoros. Personalmente donde esté el directo, siempre irrepetible, que se quiten las grabaciones (y tengo más de 3.000), pero claro, es como los recuerdos y las fotos (o películas), los primeros pueden "perderse" pero también las segundas, o amarillean. Pero a los de mi generación (1959) siempre nos gusta "atesorar", al menos a mí, cual especie de Síndrome de Diógenes aplicado a grabaciones, programas de mano, entradas de conciertos o cosas así... Y con tanto refrán, un chiste: "Antes abusaba de las frases hechas... ahora huyo de ellas como de la peste".
El Concierto nº 2 de Brahms que escuché hoy, considerado casi unánimemente el más difícil de ejecutar, y escrito casi como una "sinfonía con piano" (que recordaba en las notas al programa no firmadas de Ramón Sobrino), me hubiera gustado grabarlo y escucharlo más veces, incluso PARA COMPARARLO con el del ruso Kirill Gerstein (del que hizo una crítica musical "de las de verdad" Eduardo G. Salueña) si también se hubiese materializado su grabación más allá de la "memoria auditiva". Pero no estamos comparando grabaciones sino dos recreaciones de la misma obra. Hacía tiempo que no escuchaba una afinación tan perfecta entre la orquesta y ese Rolls de los pianos que es el Steinway del Auditorio. Si sumamos una orquesta a la que la directora canadiense llevó como quiso (batutazo aparte), conociendo la obra, dándole el romanticismo que tiene cada pasaje orquestal y sabiendo que el piano es EL PROTAGONISTA pero con pasajes "camerísticos" entre él y unos solistas perfectos (impagable el tercer movimiento con el cantabile inicial del trompa Alberto Rodríguez y Svetlana Manakova al cello -del Quinteto de Moscú y del cuarteto de Los Virtuosos de Moscú afincados en Asturias- y el piano de Achúcarro, consiguiendo unas sonoridades homogéneas que "me redescubrieron" qué es LA INTERPRETACIÓN, pareció una obra distinta de la escuchada por Gerstein, Max Valdés y la OSPA hace dos semanas. He dicho distinta y no entro a comparar aunque se me nota que me gustó más la de hoy. Keri-Lynn Wilson me encantó su dirección, cómo consiguió "hacer sonar" a la orquesta (algún mínimo desajuste en entradas concretas que no empañan el resultado final) y sobre todo la técnica al servicio del arte del maestro Achúcarro por el que su periodo de madurez parece eterno, con esa sonoridad, ese manejo del pedal, esa pulsación y tantos calificativos que han "enamorado" su Dallas actual, con una simbiósis piano-orquesta que en el 2 de Brahms es a lo que se debe (y en su caso puede) aspirar.
Y de propina (no llamó BIS porque no repitió) para seguir todo perfectamente homogéneo, un Intermezzo de Brahms. Impagable y de nuevo magistral. No sólo se le quiere en Oviedo, es que se hace querer a cada nota que sale de sus dedos, independientemente del autor. Como los buenos vinos, cuantos más años mejor...
Tras el descanso la Sinfonía n.º 3 en fa mayor, Op. 90 pareció traerme a otra orquesta (y no quiero comparar con el enlace de YouTube® de la SWR Stuttgart Radio Symphony Orchestra con Celibidache), más insegura, más desajustada y "desobediente" con la canadiense (que sí dominaba esta sinfonía, contemporánea del concierto nº 2). ¿Puede perderse la magia, feeling, pellizco, encantamiento... tras quince minutos y un cigarrillo? En mi caso, y creo que en el de la Oviedo Filarmonía, fue lo sucedido. Como "postre" decir que hacía tiempo que no la escuchaba y mis "recuerdos" tal vez me impidieron una mejor degustación. Sobre gustos sí hay mucho escrito... y los míos son de mi propiedad, aunque también pueda compartirlos.
"Café y puro": Comentaba con "mi vecino" de butaca Gaspar, que regalar ramos de flores podían cambiarlo por cajas de bombones de Peñalba o Moscovitas de Rialto, más emblemáticos de Oviedo y que además endulzarían algunos "momentos amargos" (leer el enlace que éstos sí que saben, incluso amargarnos a algunos).
P.D. Crítica en LNE de Joaquín Valdeón el 6 de marzo.
P.D. Crítica en LNE de Joaquín Valdeón el 6 de marzo.
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