Etapas vitales
Viernes 7 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Concierto Extraordinario de Semana Santa OSPA, Clara Mouriz (mezzo), Agustín Prunell-Friend (tenor), Arttu Kataja (barítono), Pablo Ruiz (barítono), Marc Pujol (bajo), Coro "El León de Oro" (director: Marco Antonio García de Paz), Pablo González (director). Berlioz: La infancia de Cristo, op. 25 (1850-1854).
Viernes de Dolor y etapas de la vida, que como Berlioz decía de esta obra, "ingenua y gentil", limpieza educada por unos intérpretes que no lograron llenar el Auditorio pese a la rareza de una obra poco programada y tener de nuevo en el podio al ovetense Pablo González (1975) que ha heredado de su maestro y mentor el gusto más el conocimiento de esta obra, sumándose el mejor coro asturiano de todos los tiempos con su legión de "leónigans" en aumento y manteniendo el nivel que le ha llevado a lo más alto en el mundo coral internacional.
A menudo de las casualidades surgen verdaderos inventos y descubrimientos que cambiarán la historia. Alejandro González Villalibre, autor de las notas al programa (que dejo enlazadas arriba en el compositor) y conferenciante previo relata muy bien la historia "ante la sublimación del oratorio" peculiar, compuesto por diversión como si de una obra a cuatro partes para órgano se tratase, para descubrir "un cierto aire naif, de devoción rústica en la pieza" añadiéndole la letra en francés e ir convirtiéndose en un coro de pastores despidiendo al Niño Jesús antes de la partida hacia Egipto. Añadiría una obertura más el aria de tenor que se publicó independientemente en 1852 y contando con el beneplácito de un público que le dio la espalda más de una vez. Prosiguió con "La llegada a Sais" dedicada a la Academia de Canto y a la Sociedad Coral Universitaria de Leipzig que tanto ayudaron al triunfo de "La Huída a Egipto" y completaría la trilogía con "El sueño de Herodes" para pasar a denominarse L'enfance du Christ representada como tal el 10 de diciembre de 1854 en París.
Cinco años en la vida de Berlioz contando musicalmente la infancia de Jesucristo para ser interpretados por un coro a punto de cumplir 20 años, una orquesta con 26 desde su constitución, y un director de 41 años, todos desde una madurez ideal para interpretar este oratorio tan poco escuchado organizado en tres partes, sin descanso.
Del plantel de solistas que cantan los personajes del Narrador - Centurión, San José, la Virgen María y Herodes - padre de familia, hubo de sustituirse por enfermedad al bajo-barítono Ralf Lukas por el onubense Pablo Ruiz (1985) de hermoso color -que ya cantó en Oviedo el segundo reparto de Fausto- aunque probablemente sin los graves del alemán pero resultando igualmente convincente en sus intervenciones; bien por presencia, color y potencia el bajo catalán Marc Pujol, y de las otras tres voces ya conocidas (que enlazo en sus nombres) en otros roles ayudaron a un elenco equilibrado donde el más "flojo" fue el bajo finlandés Arttu Kataja (1979), muy bien la mezzo donostiarra Clara Mouriz y adecuado como narrador el tenor Agustín Prunell-Friend, tras el Elías de hace tres años.
La plantilla orquestal para este oratorio de Berlioz es la ideal para nuestra OSPA, hoy con Eva Meliskova de concertino, pudiendo brillar nuevamente con luz propia en todas sus secciones. Con un Pablo González que les entiende a la perfección, las sonoridades siempre estuvieron trabajadas, con poco vibrato en las referencias a Bach (que Marco y Zorita comentan amigablemente en OSPA TV), dinámicas ayudando a las intervenciones corales y solistas, incluso fuera de escena, limpieza en cada pasaje, silencios subrayando el drama y un trabajo colorista casi íntimo para una obra más gentil que ingenua, pues la aparente sencillez en la escucha esconde pasajes de orfebre orquestal como siempre fue el francés, maestro de la instrumentación como pocos. A destacar el trío de ismaelitas con las flautas del matrimonio Pearse y el arpa de José Antonio Domené con las luces apagadas solo iluminados desde el atril en uno de los momentos instrumentales más delicados de todo el concierto, así como un órgano fuera de escena acompañando a las voces angelicales perfectamente encajado con ellas y la orquesta, que no le vi salir a saludar.
Y como "leónigan" confeso, nueva demostración de calidad excelsa a cargo del coro que dirige Marco Antonio García de Paz, capaz como pocos de afrontar nuevos retos como el de esta partitura de Berlioz, 20 voces graves y 22 blancas perfectamente ensambladas, afinadas, de ataque y emisión exacta, compenetrados pese al relevo natural de una cantera envidiable que mantiene el nivel con los veteranos, pilares que dan confianza y magisterio a la siguiente generación. Aunque hubo parte del público a la que no gustó las entradas y salidas de escena de coro y solistas a lo largo de la obra, hay que reconocer que ayudaron al dinamismo y en cierto modo a "poner en escena" este oratorio berliozesco. Si la primera intervención de los hombres resultó convincente, las mujeres fuera de escena resultaron angelicales y presentes desde la buscada lejanía. En conjunto siguen siendo únicos, potentes y sensibles, con unos matices llenos de delicadeza que Pablo González aprovechó al máximo para alcanzar un final con el tenor y "El León de Oro" verdaderamente prodigioso e impactante por la "sorpresa" de comprobar que Berlioz puede acabar sin estridencias orquestales decantándose por la gentileza vocal de escritura idónea en la interpretación de este concierto extraordinario.
La música seguirá como la propia vida, madurando hacia la plenitud, tanto compositiva como interpretativa e incluso auditiva de los aficionados, pero la infancia siempre nos dejará recuerdos imborrables en nuestra etapa vital.
Viernes de Dolor y etapas de la vida, que como Berlioz decía de esta obra, "ingenua y gentil", limpieza educada por unos intérpretes que no lograron llenar el Auditorio pese a la rareza de una obra poco programada y tener de nuevo en el podio al ovetense Pablo González (1975) que ha heredado de su maestro y mentor el gusto más el conocimiento de esta obra, sumándose el mejor coro asturiano de todos los tiempos con su legión de "leónigans" en aumento y manteniendo el nivel que le ha llevado a lo más alto en el mundo coral internacional.
A menudo de las casualidades surgen verdaderos inventos y descubrimientos que cambiarán la historia. Alejandro González Villalibre, autor de las notas al programa (que dejo enlazadas arriba en el compositor) y conferenciante previo relata muy bien la historia "ante la sublimación del oratorio" peculiar, compuesto por diversión como si de una obra a cuatro partes para órgano se tratase, para descubrir "un cierto aire naif, de devoción rústica en la pieza" añadiéndole la letra en francés e ir convirtiéndose en un coro de pastores despidiendo al Niño Jesús antes de la partida hacia Egipto. Añadiría una obertura más el aria de tenor que se publicó independientemente en 1852 y contando con el beneplácito de un público que le dio la espalda más de una vez. Prosiguió con "La llegada a Sais" dedicada a la Academia de Canto y a la Sociedad Coral Universitaria de Leipzig que tanto ayudaron al triunfo de "La Huída a Egipto" y completaría la trilogía con "El sueño de Herodes" para pasar a denominarse L'enfance du Christ representada como tal el 10 de diciembre de 1854 en París.
Cinco años en la vida de Berlioz contando musicalmente la infancia de Jesucristo para ser interpretados por un coro a punto de cumplir 20 años, una orquesta con 26 desde su constitución, y un director de 41 años, todos desde una madurez ideal para interpretar este oratorio tan poco escuchado organizado en tres partes, sin descanso.
Del plantel de solistas que cantan los personajes del Narrador - Centurión, San José, la Virgen María y Herodes - padre de familia, hubo de sustituirse por enfermedad al bajo-barítono Ralf Lukas por el onubense Pablo Ruiz (1985) de hermoso color -que ya cantó en Oviedo el segundo reparto de Fausto- aunque probablemente sin los graves del alemán pero resultando igualmente convincente en sus intervenciones; bien por presencia, color y potencia el bajo catalán Marc Pujol, y de las otras tres voces ya conocidas (que enlazo en sus nombres) en otros roles ayudaron a un elenco equilibrado donde el más "flojo" fue el bajo finlandés Arttu Kataja (1979), muy bien la mezzo donostiarra Clara Mouriz y adecuado como narrador el tenor Agustín Prunell-Friend, tras el Elías de hace tres años.
La plantilla orquestal para este oratorio de Berlioz es la ideal para nuestra OSPA, hoy con Eva Meliskova de concertino, pudiendo brillar nuevamente con luz propia en todas sus secciones. Con un Pablo González que les entiende a la perfección, las sonoridades siempre estuvieron trabajadas, con poco vibrato en las referencias a Bach (que Marco y Zorita comentan amigablemente en OSPA TV), dinámicas ayudando a las intervenciones corales y solistas, incluso fuera de escena, limpieza en cada pasaje, silencios subrayando el drama y un trabajo colorista casi íntimo para una obra más gentil que ingenua, pues la aparente sencillez en la escucha esconde pasajes de orfebre orquestal como siempre fue el francés, maestro de la instrumentación como pocos. A destacar el trío de ismaelitas con las flautas del matrimonio Pearse y el arpa de José Antonio Domené con las luces apagadas solo iluminados desde el atril en uno de los momentos instrumentales más delicados de todo el concierto, así como un órgano fuera de escena acompañando a las voces angelicales perfectamente encajado con ellas y la orquesta, que no le vi salir a saludar.
Y como "leónigan" confeso, nueva demostración de calidad excelsa a cargo del coro que dirige Marco Antonio García de Paz, capaz como pocos de afrontar nuevos retos como el de esta partitura de Berlioz, 20 voces graves y 22 blancas perfectamente ensambladas, afinadas, de ataque y emisión exacta, compenetrados pese al relevo natural de una cantera envidiable que mantiene el nivel con los veteranos, pilares que dan confianza y magisterio a la siguiente generación. Aunque hubo parte del público a la que no gustó las entradas y salidas de escena de coro y solistas a lo largo de la obra, hay que reconocer que ayudaron al dinamismo y en cierto modo a "poner en escena" este oratorio berliozesco. Si la primera intervención de los hombres resultó convincente, las mujeres fuera de escena resultaron angelicales y presentes desde la buscada lejanía. En conjunto siguen siendo únicos, potentes y sensibles, con unos matices llenos de delicadeza que Pablo González aprovechó al máximo para alcanzar un final con el tenor y "El León de Oro" verdaderamente prodigioso e impactante por la "sorpresa" de comprobar que Berlioz puede acabar sin estridencias orquestales decantándose por la gentileza vocal de escritura idónea en la interpretación de este concierto extraordinario.
La música seguirá como la propia vida, madurando hacia la plenitud, tanto compositiva como interpretativa e incluso auditiva de los aficionados, pero la infancia siempre nos dejará recuerdos imborrables en nuestra etapa vital.
Comentarios