Iberni nos trajo a Pogorelich

Lunes 24 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", 25 años. Ivo Pogorelich (piano), Orquesta del Teatro Estatal de Gärtnerplatz de Múnich, Michael Guttman (director). Obras de Schumann y Mendelssohn.
Mis recuerdos este lunes primaveral me llevaron al Leipzig de Schumann y Mendelssohn pero también al Teatro Campoamor hace más de dos décadas, por los protagonistas, dos compositores y el pianista que en aquellos 90 rompía moldes, más allá de vestir zapatos de gamuza azul con un impecable frac: Pogorelich.
Arrancaban las Jornadas de Piano que ahora llevan el nombre de su impulsor, nuestro siempre recordado Luis Gracia Iberni, pasando por Oviedo lo mejor del panorama mundial en esta ciudad que no me canso de llamarla "La Viena del Norte", y por supuesto que nadie mejor para conmemorar el cierre de estas bodas de plata que con el retorno de "el bello Ivo", siempre único, con partitura y pasahojas, sin propinas, porque los artistas son así, con un concierto cumbre acompañado por una orquesta a su medida y un director que como violinista sabe escuchar y mantener los balances adecuados.
El Concierto para piano en la menor, op. 54 (R. Schumann) es probablemente de lo más logrado del compositor romántico en cuanto al trabajo que le supuso y la prueba de amor de la que también se ha escrito: "El tema básico de su desarrollo es el sentimiento de dos personas enamoradas, su anhelo de felicidad y dicha, la pasión que lo inspira" y hay mucho amor en la versión que Pogorelich nos ofreció en perfecto entendimiento con un Guttman atento a cada inflexión del croata nacido en 1958 y nacionalizado ruso. Sus versiones no dejan indiferente a nadie y el arranque del Allegro affetuoso ya apuntó sus aportaciones, un verdadero juego con la agógica, sintiendo los tiempos desde el interior sabiéndose entendido desde el podio y con la orquesta muniquesa siempre arropando, escuchando cómplice, contestándose en el Intermezzo, pues el llamado "punto débil" de la obra achacable a su orquestación es precisamente lo contrario, admirable su perfecta claridad donde el cometido orquestal es apoyar la actuación del solista, lo que cumple perfectamente, más con un Guttman increíblemente preciso con esta orquesta casi camerística. Si el "rubato" tiene todo su sentido es en el Romanticismo, y el piano de Schumann en las manos de Pogorelich gana en la grandeza de los contrastes, rítmicos y dinámicos, fraseos nada habituales desde un sonido lo suficientemente claro sin necesidad de excesos, verdaderamente intimista. Schumann entendió este concierto en dos movimientos (Affetuoso allegro, más Andantino y Rondó) aunque figuren los tres, y así los plantearon estos intérpretes. Afectuoso por emotivo, recuerdos del pasado en una vida nada fácil de un pianista genial, como permutando destinatarias entre el compositor y su intérprete. Quedaba el movimiento ágil, vivo, siempre ensamblado con la orquesta salvo sus momentos de lucimiento más allá del virtuosismo, porque el fondo engrandece la forma, ese final emocionante al que la orquesta ayuda con una pulsión encajada desde la escucha mutua y el magisterio de Guttman. Recordaremos este concierto como muestra de amores musicales que dejan huella.
Tras Schumann otro romántico como Mendelssohn y su Sinfonía nº 3 en la menor, op. 56 "Escocesa" para la misma plantilla, con maderas a dos, metales 2+4 (dos trompas más que en el concierto de piano) y timbales, sin olvidar que el total sobre el escenario eran 56 músicos pero con una cuerda perfectamente equilibrada (12-10-8-6-5) que le aporta los graves necesarios para conseguir esa redondez necesaria.
Tener un violinista en el podio creo que suma enteros para alcanzar los balances y el equilibrio de ambas partituras, y es que la Orquesta del Teatro Estatal de Gärtnerplatz de Múnich con Michael Guttman nos dejó una versión naturalista más allá de la ambientación o inspiración a la que se suele hacer referencia y que recogen las notas al programa (enlazadas arriba en los autores) de la profesora Miriam Mancheño Delgado. Luces y sombras con dinámicas amplias, tiempos muy ajustados metronómicamente, calidad en cada sección desde la dirección poco ortodoxa a dos manos plenamente entendible, un Guttmann de apariencia ruda que sacó a los alemanes el sonido esperado y la respuesta a cada gesto. El juego de colores muy trabajado, sombras desde chelos y contrabajos empastados con unas trompas contenidas, luces de violines y violas junto a la madera ensamblada, cambios de paleta para los graves sólidos y limpios al menor gesto de manos y brazos desde el podio para exprimir la técnica necesaria del vivacissimo que desemboca en ese Allegro maestoso assai, fotografía sonora de un Mendelssohn inspirado que completó con Schumann este concierto romántico por excelencia desde la genialidad de Pogorelich, la precisión orquestal germana y el magisterio de un director violinista, concertador y conocedor de los entresijos que dotaron este recuerdo a Iberni con toda la calidad que él conocía y exigía.

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