Y vaya propinas...
Lunes 25 de octubre, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. Orquesta Filarmónica de L'Aquila; Fabrizio Meloni (clarinete); Giancarlo de Lorenzo (director). Obras de Rossini, Mozart, Schubert... y Piazzolla.
Velada algo más que solidaria (el importe de las entradas, de taquilla al menos (1), se destinará a la zona aún afectada tras el terremoto) con la Orquesta Sinfónica Abruzzese, con un programa de claro sabor italiano perfectamente adaptado a una formación para ello y con un director de "largo recorrido" que logra una homogeneidad y dinámicas de la formación italiana dignas de encomio, superando ligeros desajustes en partes puntuales pero que dieron como resultado final una tarde agradable de sabor clásico.
Nadie mejor que Rossini para abrir boca con la obertura de El contrato de matrimonio (La cambiale di matrimonio) de 1809, breve pero fresca antes de volver a escuchar en el auditorio el famoso Concierto para clarinete y orquesta en LA M., K. 622 (1791) de Mozart con el clarinete solista de la Orquesta della Scala. Diálogos bien conseguidos entre orquesta y solista en ese Adagio que nos evoca las Memorias de África de Pollack (también apuntado en las estupendas notas al programa de Ramón G. Avello) y que las toses impidieron enlazar mejor con el Rondó: Allegro realmente fluido, escuchando todas y cada una de las notas escritas por el prodigio de Salzburgo. Digo en estos casos que la música respira y transpira, y como se ha escrito mucho y bien de este concierto, me limitaré a concluir diciendo que disfruté con esta versión "made in Italy".
Y la propina, como en septiembre pasado, Piazzolla, esta vez no el Oblivion de entonces sino las Ausencias que yo parecía prevenir (y espero no volver a confundir... bueno leer al final la P. D. 2) haciendo sonar el clarinete cual bandoneón soplado, y recuperando estos arreglos donde toda la música del argentino suena bien en cualquier versión, si bien el toque jazzístico no puede faltar incluso en las grabaciones del virtuoso italiano.
La segunda parte nos traería la Sinfonía nº 3 en RE M., D. 200 (1815) de Schubert, para mí redescubierta el siglo pasado por Harnoncourt tras las anteriores versiones de Marriner, y también por el tristemente desaparecido El Cuervo López en su elección de Abbado. Como bien escribe Ramón que todas las sinfonías de Schubert son póstumas, "las más póstumas de las póstumas fueron, paradojicamente las cuatro primeras sinfonías", recordando igualmente las versiones del inolvidable Kleiber, cada vez más citado por los actuales directores como punto de referencia en tantas y tantas obras.
Siguiendo o tirando de ese fino hilo conductor en el tiempo dábamos un paso más clásico y puro en la música occidental, con ecos del gran Beethoven que se mastican en esta sinfonía vienesa casi "de libro" pero con hechuras mozartianas (el Allegretto) y ese aire de lied que se respira en toda la obra de Schubert y en cierto modo del programa escuchado: un culto a la melodía independientemente sea vocal o instrumental. Con la orquesta al completo (16-4-4-2 y viento a 2 más timbales) se consigiuó una lectura mucho más allá de lo académico y con esa unidad lograda en todo el concierto. El Adagio maestoso realmente una obertura llevada hasta el Allegro con brio, sonando como tal. Un Allegretto juguetón que hubiese firmado el mismo Mozart como apuntaba anteriormente, y con un clarinete llevando el protagonismo (que alcanzará el cénit precisamente en el concierto a él dedicado). El Menuetto no sólo mantiene el ritmo sino un excelente nivel en la madera italiana (oboe y fagot) con rememoranzas "al sordo", hasta ese Presto vivace finale que rizando el rizo parece hacer un guiño al Rossini de 1815, y pide a la cuerda un último esfuerzo para mantener perfecto el empaste con el viento.
Mas como cerrando un círculo mágico, otra Obertura de Mozart (Las Bodas de Fígaro) pero de propina, donde si el menú elegido estuvo bien, los postres resultaron exquisiteces no previstas y bien servidas por un conjunto salido de un seismo y con cuya música no sólo consuela a las víctimas sino que ayuda a la reconstrucción y vuelta a la normalidad de los pueblos afectados (como indica en el inicio de las notas al programa).
Velada algo más que solidaria (el importe de las entradas, de taquilla al menos (1), se destinará a la zona aún afectada tras el terremoto) con la Orquesta Sinfónica Abruzzese, con un programa de claro sabor italiano perfectamente adaptado a una formación para ello y con un director de "largo recorrido" que logra una homogeneidad y dinámicas de la formación italiana dignas de encomio, superando ligeros desajustes en partes puntuales pero que dieron como resultado final una tarde agradable de sabor clásico.
Nadie mejor que Rossini para abrir boca con la obertura de El contrato de matrimonio (La cambiale di matrimonio) de 1809, breve pero fresca antes de volver a escuchar en el auditorio el famoso Concierto para clarinete y orquesta en LA M., K. 622 (1791) de Mozart con el clarinete solista de la Orquesta della Scala. Diálogos bien conseguidos entre orquesta y solista en ese Adagio que nos evoca las Memorias de África de Pollack (también apuntado en las estupendas notas al programa de Ramón G. Avello) y que las toses impidieron enlazar mejor con el Rondó: Allegro realmente fluido, escuchando todas y cada una de las notas escritas por el prodigio de Salzburgo. Digo en estos casos que la música respira y transpira, y como se ha escrito mucho y bien de este concierto, me limitaré a concluir diciendo que disfruté con esta versión "made in Italy".
Y la propina, como en septiembre pasado, Piazzolla, esta vez no el Oblivion de entonces sino las Ausencias que yo parecía prevenir (y espero no volver a confundir... bueno leer al final la P. D. 2) haciendo sonar el clarinete cual bandoneón soplado, y recuperando estos arreglos donde toda la música del argentino suena bien en cualquier versión, si bien el toque jazzístico no puede faltar incluso en las grabaciones del virtuoso italiano.
La segunda parte nos traería la Sinfonía nº 3 en RE M., D. 200 (1815) de Schubert, para mí redescubierta el siglo pasado por Harnoncourt tras las anteriores versiones de Marriner, y también por el tristemente desaparecido El Cuervo López en su elección de Abbado. Como bien escribe Ramón que todas las sinfonías de Schubert son póstumas, "las más póstumas de las póstumas fueron, paradojicamente las cuatro primeras sinfonías", recordando igualmente las versiones del inolvidable Kleiber, cada vez más citado por los actuales directores como punto de referencia en tantas y tantas obras.
Siguiendo o tirando de ese fino hilo conductor en el tiempo dábamos un paso más clásico y puro en la música occidental, con ecos del gran Beethoven que se mastican en esta sinfonía vienesa casi "de libro" pero con hechuras mozartianas (el Allegretto) y ese aire de lied que se respira en toda la obra de Schubert y en cierto modo del programa escuchado: un culto a la melodía independientemente sea vocal o instrumental. Con la orquesta al completo (16-4-4-2 y viento a 2 más timbales) se consigiuó una lectura mucho más allá de lo académico y con esa unidad lograda en todo el concierto. El Adagio maestoso realmente una obertura llevada hasta el Allegro con brio, sonando como tal. Un Allegretto juguetón que hubiese firmado el mismo Mozart como apuntaba anteriormente, y con un clarinete llevando el protagonismo (que alcanzará el cénit precisamente en el concierto a él dedicado). El Menuetto no sólo mantiene el ritmo sino un excelente nivel en la madera italiana (oboe y fagot) con rememoranzas "al sordo", hasta ese Presto vivace finale que rizando el rizo parece hacer un guiño al Rossini de 1815, y pide a la cuerda un último esfuerzo para mantener perfecto el empaste con el viento.
Mas como cerrando un círculo mágico, otra Obertura de Mozart (Las Bodas de Fígaro) pero de propina, donde si el menú elegido estuvo bien, los postres resultaron exquisiteces no previstas y bien servidas por un conjunto salido de un seismo y con cuya música no sólo consuela a las víctimas sino que ayuda a la reconstrucción y vuelta a la normalidad de los pueblos afectados (como indica en el inicio de las notas al programa).
FOTO de La Vanguardia
El Jueves más conciertos... si el tiempo no lo impide.P. D. 1: Prensa del martes 26 con reseña en El Comercio y crítica de Pablo Gallego en LNE, ya actualizada y usando la tecnología para la inmediatez, así como:
(1) donde puedo leer que TODA LA TAQUILA se destina a la reconstrucción, abono y localidades sueltas, lo que me congratula.
P. D. 2: Críticas del miércoles 27 a cargo de Aurelio M. Seco en LVA y de Joaquín Valdeón en LNE, de nuevo con mi ausencia piazzolliana del "Oblivion". El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra... Y las "ausencias" comienzan a preocuparme.
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