Cuarteto Clásico de Oviedo, pero muy jóvenes
Martes 1 de diciembre, 19:45 horas. Teatro Filarmónica, Sociedad Filarmónica de Oviedo: concierto 14 del año 2009: Cuarteto Clásico de Oviedo. Obras de W. A. Mozart, Mahler y R. Schumann.
Ya avanzaba ayer que diciembre sería un mes muy musical, y sin contar con ello ya me llegó el primer regalo de manos de mi querido José Manuel Ovín de la Vega para regalarme un pase y asistir a este concierto que me hacía mucha ilusión no sólo por escuchar una obra poco habitual de Mahler sino porque esta formación de cámara destila juventud y profesionalidad en cada uno de sus componentes. Si además a la componte femenina lo conozco desde que daba sus primeros pasos reales y a otro desde los primeros musicales, juntándose en un cuarteto que actuaba en mi añorado Teatro Filarmónica, no podía menos que subir a Anfiteatro dudando entre "mi butaca de juventud" o la del Paco Sarandeses (1902-1982), amigo de mi abuelo desde sus inicios futbolísticos (curiosamente como Pepe Ovín y un servidor), además de un fenómeno del humor y reconocido melómano, decantándome las canas de mi medio siglo abundante por la de más edad (me refiero a la butaca), aunque cercanas ambas en la esquina izquierda.
Este joven Cuarteto formado por María Ovín Carrera (violín), Jesús Rodríguez González (viola), Gabriel Ureña Hevia (cello) y Manuel Cabo González (piano), todos ellos solistas de larga trayectoria pese a sus pocos años de edad y con probada experiencia en formaciones sinfónicas como la JONDE o la EUYO, incluso ya docentes desde hace un año de la Junta de Castilla y León como es el caso de Manuel, nos ofrecieron un programa no exento de dificultades y lleno de lírico virtusismo que solventaron con la profesionalidad y frescura que dan el estudio prolongado y la alegría juvenil.
La primera parte arrancó con el Cuarteto para piano y cuerdas en Sol m., K. 478 de Mozart lleno de múltiples "recovecos" desde un segurísimo arranque inicial del Allegro pasando por un melódico Andante donde se apreció no solamente lo conjuntados que están sino la calidad que cada uno de ellos atesora, para finalizar ese Rondo. Allegro pleno de equilibrios en cada diálogo, desde el tema a la coda final. No doy mayor importancia a los mínimos desajustes o imprecisiones que pudieron haber porque se mostraron como la formación camerística que son, tal vez más conjuntada la cuerda entre sí que con el piano, además con media tapa abierta que pudo restar algo de equilibrio dinámico entre ellos a lo largo de la velada, pero con un resultado final notable. Destacar el cálido timbre que tiene este Steinway de la Sociedad Filarmónica ovetense que los dos Jesús Arévalo (padre e hijo) miman como "la niña de sus ojos", pues empastó perfectamente con el trío de cuerda, no siendo los "culpables del volúmen" que se pudo evitar simplemente cerrando la tapa.
Prosiguieron con el Cuarteto para Piano y cuerdas en La m. (1876) de Mahler, la única música de cámara del bohemio precisamente compuesta en sus años de estudiante de conservatorio con apenas 17 años pero cuya juventud encontró perfectos intérperetes en la sesión del Teatro Filarmónica. Obra de un solo movimiento pero que desarrollando un tema lento va transformándose hacia un pasaje rápido por dos veces, dando en cierto modo los cuatro movimientos de rigor aunque en forma libre. La interpretación del cuarteto resultó lo mejor del concierto, con dinámicas amplias en cada uno de los solistas (aquí se notó menos la apertura de la tapa del piano) y una cuidada sonoridad, llegando ese final del violín solo que me evocaba muchos motivos de las sinfonías.
La segunda parte la ocupó el Cuarteto para piano y cuerdas Op, 47 (1842) de Schumann estrenado en la Gewandhaus de Leipzig con Clara Schumann (piano), Ferdinand David (violín), Niels W. Gade (viola) y Count Wielhorsky (cello), pero con el que también se han atrevido formaciones como Renaud Capuçon (violin), Youri Bashmet (viola), Gautier Capuçon (cello) y Frank Braley (piano), que como la de Mahler es única de este género. Con un arranque Sostenuto Assai de apenas doce compases que nos lanzará al Allegro ma non troppo muy clásico en cuanto a la forma sonata utilizada pero rotundo y romántico en la escritura de cada uno de los instrumentos, fue mostrándonos lo mejor de los intérpretes. El Scherzo Molto Vivace de nuevo juega con esa dualidad clásica-romántica para en el Andante cantabile rebosar de ese sublime lirismo que comienza en el cello (sonó realmente pleno) y le siguen violín (igualmente redondo en su sonoridad) y piano (para mí de nuevo algo "desbocado" en su dinámica). Quedaba el Finale: Vivace virtuosístico en cada línea escrita, con modulaciones originales sin ocultar nunca cierta evocación romántica a su amigo Mendelssohn (que parece impregnar todo el cuarteto) donde se mostró y demostró la buena sincronización de los músicos, primero en los cánones (piano-viola primero, y violín-cello después) y luego en los amplios desarrollos contrapuntísticos.
Una interpretación madura de tres cuartetos juveniles que fueron in crescendo todo el concierto, merecida y largamente aplaudidos por un público menos numeroso del esperado aunque con más caras nuevas de las habituales y renovándose lentamente.
Al salir aún me quedó tiempo para charlar un buen rato en la puerta con mi admirado Ignacio Rodríguez y su madre Maque sobre Leipzig y Bach, incluso de felicitar personalmente a medio cuarteto: Gabriel y "mi" María, ante los que me quité la visera, así como otro montón de amigos y conocidos que coincidimos felizmente en esta velada musical (dónde mejor).
Como autopenitencia bajé a los infiernos para "colarme" en el ensayo del Coro de la Fundación donde también "ya es Navidad", pero esto lo contaremos otro día. O no: depende del candasu Chonchi, buen padre y esposo, a pesar de ser tenor y del Sporting... (no hay nadie perfecto), a quien le dedico la caricatura de la izquierda (para no usar la suya).
Ya avanzaba ayer que diciembre sería un mes muy musical, y sin contar con ello ya me llegó el primer regalo de manos de mi querido José Manuel Ovín de la Vega para regalarme un pase y asistir a este concierto que me hacía mucha ilusión no sólo por escuchar una obra poco habitual de Mahler sino porque esta formación de cámara destila juventud y profesionalidad en cada uno de sus componentes. Si además a la componte femenina lo conozco desde que daba sus primeros pasos reales y a otro desde los primeros musicales, juntándose en un cuarteto que actuaba en mi añorado Teatro Filarmónica, no podía menos que subir a Anfiteatro dudando entre "mi butaca de juventud" o la del Paco Sarandeses (1902-1982), amigo de mi abuelo desde sus inicios futbolísticos (curiosamente como Pepe Ovín y un servidor), además de un fenómeno del humor y reconocido melómano, decantándome las canas de mi medio siglo abundante por la de más edad (me refiero a la butaca), aunque cercanas ambas en la esquina izquierda.
Este joven Cuarteto formado por María Ovín Carrera (violín), Jesús Rodríguez González (viola), Gabriel Ureña Hevia (cello) y Manuel Cabo González (piano), todos ellos solistas de larga trayectoria pese a sus pocos años de edad y con probada experiencia en formaciones sinfónicas como la JONDE o la EUYO, incluso ya docentes desde hace un año de la Junta de Castilla y León como es el caso de Manuel, nos ofrecieron un programa no exento de dificultades y lleno de lírico virtusismo que solventaron con la profesionalidad y frescura que dan el estudio prolongado y la alegría juvenil.
La primera parte arrancó con el Cuarteto para piano y cuerdas en Sol m., K. 478 de Mozart lleno de múltiples "recovecos" desde un segurísimo arranque inicial del Allegro pasando por un melódico Andante donde se apreció no solamente lo conjuntados que están sino la calidad que cada uno de ellos atesora, para finalizar ese Rondo. Allegro pleno de equilibrios en cada diálogo, desde el tema a la coda final. No doy mayor importancia a los mínimos desajustes o imprecisiones que pudieron haber porque se mostraron como la formación camerística que son, tal vez más conjuntada la cuerda entre sí que con el piano, además con media tapa abierta que pudo restar algo de equilibrio dinámico entre ellos a lo largo de la velada, pero con un resultado final notable. Destacar el cálido timbre que tiene este Steinway de la Sociedad Filarmónica ovetense que los dos Jesús Arévalo (padre e hijo) miman como "la niña de sus ojos", pues empastó perfectamente con el trío de cuerda, no siendo los "culpables del volúmen" que se pudo evitar simplemente cerrando la tapa.
Prosiguieron con el Cuarteto para Piano y cuerdas en La m. (1876) de Mahler, la única música de cámara del bohemio precisamente compuesta en sus años de estudiante de conservatorio con apenas 17 años pero cuya juventud encontró perfectos intérperetes en la sesión del Teatro Filarmónica. Obra de un solo movimiento pero que desarrollando un tema lento va transformándose hacia un pasaje rápido por dos veces, dando en cierto modo los cuatro movimientos de rigor aunque en forma libre. La interpretación del cuarteto resultó lo mejor del concierto, con dinámicas amplias en cada uno de los solistas (aquí se notó menos la apertura de la tapa del piano) y una cuidada sonoridad, llegando ese final del violín solo que me evocaba muchos motivos de las sinfonías.
La segunda parte la ocupó el Cuarteto para piano y cuerdas Op, 47 (1842) de Schumann estrenado en la Gewandhaus de Leipzig con Clara Schumann (piano), Ferdinand David (violín), Niels W. Gade (viola) y Count Wielhorsky (cello), pero con el que también se han atrevido formaciones como Renaud Capuçon (violin), Youri Bashmet (viola), Gautier Capuçon (cello) y Frank Braley (piano), que como la de Mahler es única de este género. Con un arranque Sostenuto Assai de apenas doce compases que nos lanzará al Allegro ma non troppo muy clásico en cuanto a la forma sonata utilizada pero rotundo y romántico en la escritura de cada uno de los instrumentos, fue mostrándonos lo mejor de los intérpretes. El Scherzo Molto Vivace de nuevo juega con esa dualidad clásica-romántica para en el Andante cantabile rebosar de ese sublime lirismo que comienza en el cello (sonó realmente pleno) y le siguen violín (igualmente redondo en su sonoridad) y piano (para mí de nuevo algo "desbocado" en su dinámica). Quedaba el Finale: Vivace virtuosístico en cada línea escrita, con modulaciones originales sin ocultar nunca cierta evocación romántica a su amigo Mendelssohn (que parece impregnar todo el cuarteto) donde se mostró y demostró la buena sincronización de los músicos, primero en los cánones (piano-viola primero, y violín-cello después) y luego en los amplios desarrollos contrapuntísticos.
Una interpretación madura de tres cuartetos juveniles que fueron in crescendo todo el concierto, merecida y largamente aplaudidos por un público menos numeroso del esperado aunque con más caras nuevas de las habituales y renovándose lentamente.
Al salir aún me quedó tiempo para charlar un buen rato en la puerta con mi admirado Ignacio Rodríguez y su madre Maque sobre Leipzig y Bach, incluso de felicitar personalmente a medio cuarteto: Gabriel y "mi" María, ante los que me quité la visera, así como otro montón de amigos y conocidos que coincidimos felizmente en esta velada musical (dónde mejor).
Como autopenitencia bajé a los infiernos para "colarme" en el ensayo del Coro de la Fundación donde también "ya es Navidad", pero esto lo contaremos otro día. O no: depende del candasu Chonchi, buen padre y esposo, a pesar de ser tenor y del Sporting... (no hay nadie perfecto), a quien le dedico la caricatura de la izquierda (para no usar la suya).
P.D.1: Reportaje de Aurelio M. Seco en LVA.
P.D.2: Crítica de Diana Díaz en LNE del viernes 4 de diciembre.
P.D.2: Crítica de Diana Díaz en LNE del viernes 4 de diciembre.
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