Comienza una semana muy musical
Lunes 24 de mayo, 20:00 horas (pese a figurar en otras informaciones las 19:30). Casa de la Música de Mieres. Dúo Quaere (Antonio Peña, cello y Paula Raposo, piano).
Como ensayo de preparación al concierto del Teatro Toreno en Cangas de Narcea el próximo día 4 de junio titulado "Ecos del mundo invisible", esta pareja tan musical tuvo el detalle de presentarlo en familia, y nunca mejor dicho, pues en nuestro Mieres, como en otras poblaciones, la coordinación de eventos no parece ser el punto fuerte de los gestores, y a la misma hora tenía lugar en la Casa de Cultura un concierto de percusión a cargo del músico local José Ramón Vidal Pereira, que estoy seguro restó afluencia en el salón de actos de nuestra casa, y personalmente siempre apostaré por el Conservatorio aunque sea defecto profesional.
Antonio Peña Fernández, con un violonchelo Matthias Kloz fechado en 1.772 de sonido potente en los graves, lírico en el registro medio y armónicos algo opacos, más Paula Raposo Rodríguez en el piano del conservatorio mierense algo desajustado y desafinado aunque haciendo siempre bien su papel de acompañante en unas (aquí con mi admirado Ignacio Rodríguez) y protagonismo compartido en otras como la de esta tarde de lunes, nos dieron una lección camerística, auténtica base musical para intérpretes y público, con obras variadas en cuanto a dificultad y ejecución aunque siempre desde una conjunción fruto de arduos ensayos y carreras paralelas, cuando no convergentes, en sus ya amplias trayectorias.
Como decía, el programa elegido para Cangas de Narcea nos lo adelantaron en Mieres, con una inteligente elección de obras "populares y nuevas" que apuntaba desde el blog móvil, al menos no tan conocidas para el gran público, y aquí las dejo para que vean el repertorio, con pequeños comentarios sobre ellas.
Primera parte:
Wie Melodien zieth es mir, Op. 105 (1886) de J. Brahms, ese lied como una melodía que pasa (Like a melody it passes) con texto de Klaus Groth (1819- 1899), donde el cello no sustituye la voz sino que en esta versión canta con todo ese acompañamiento pianístico tan importante.
Menuetto (1801) de L. Boccherini, en arreglo para cello y piano del original orquestal.
Adagio cantabile-Allegro vivace, de la Sonata para violonchelo y piano en LA M., Op. 69 (1808) de L. van Beethoven, una de las joyas escritas para este dúo, realmente protagonistas ambos instrumentos con una escritura del sordo de Bonn realmente deliciosa y que en los enlaces podrá apreciarse que no ha faltado en el repertorio de los grandes del cello... por algo será, y nuestra pareja acabará haciéndola suya.
Salut d'Amour, Op. 12 (1889) de Sir Edward Elgar, ese regalo de bodas originalmente para violín y piano pero que en esta adaptación no desmerece gracias a la expresividad del "hermano barítono", probablemente más inglés que el pequeño de la familia, y con todo el amor interpretativo de la dedicatoria.
El Cisne, creo que la pieza más famosa de El carnaval de los animales (1886) de C. Saint-Saëns, donde el cello encuentra su registro más melancólico como así supieron darnos.
Andante, de la Sonata para piano y violonchelo en Sol m., Op. 19 (1901) de S. Rachmaninoff, un compositor que escribió con estilo propio tanto para el arco como para el piano del que era un virtuoso, incluso "negando el nombre" al considerar que ambos instrumentos son importantes, siendo esta obra imprescindible para quienes dominen su instrumento, y eso hicieron Antonio y Paula sabiendo compartir.
Rapsodia húngara (1894) del bohemio David Popper (Praga 1843-Baden 1913), obra difícil porque todo ese estilo magiar y zíngaro exige un virtuosismo en los dos intérpretes para resaltar la musicalidad que esconde la partitura, máxime en un compositor que fue también excelente cellista, siendo muy aplaudida por los presentes conocedores todos del sacrificio que conlleva alcanzar el nivel mostrado por este dúo.
Segunda parte:
Nocturno Op. 19 nº 4 (1873) de P. I. Tchaikovsky, en "reducción orquestal" donde el piano tiene que recrear toda esa atmósfera sinfónica sin quitar el protagonismo del solista, de nuevo perfectamente logrado.
À Chloris (1916) de Reynaldo Hahn (1874-1947), venezolano de madre vasca y padre alemán, otro de los llamados maestros de la melodía, una hermosa canción para soprano y piano (también cantada por contratenor) transcrita para cello que evidentemente es de nuevo un "buen suplente" de la voz como pudimos apreciar, siempre bien acompañada al piano.
Nana y Asturiana de las Siete canciones populares españolas (1914) de M. de Falla, obras de nuevo para voz y piano aunque con todo tipo de arreglos como el elegido esta vez de cello y piano, siendo parte habitual de la literatura para nuestro dúo porque se ha repetido muchas veces que el cello es probablemente el instrumento más parecido a la voz humana, por lo cual la transcripción de obras para él son muchas en la literatura violoncellística, siendo el piano o la guitarra los fieles acompañantes.
Le Grand Tango (1982) de Astor Piazzolla, enorme y auténtica biografía borgiana hecha música, una de las obras cumbres del argentino donde el dúo se volcó para ofrecernos lo mejor del concierto. Por momentos el cello con sus armónicos recordaba el bandoneón y el piano supo darle ese aroma porteño que respita toda la obra del gran Astor, que atesoro en la versión de Guidon Kremer.
Requiebros (1934) del también cellista Gaspar Cassadó -alumno de Pau Casals, Falla y Ravel- pusieron el broche final con ambiente de alhambrismo camerístico en obra pensada para esta formación que supo darnos una lección familiar.
Y de propina una joya sólo al piano, Cristal del brasileño César Camargo Mariano (19-11-1943), músico al que descubrí hace casi treinta años, con aromas caribeños que me recordaron a Michel Camilo y donde Paula Raposo nos deleitó demostrando que su repertorio abarca "lo que le echen" y siempre bien.
Mi semana musical acaba de comenzar, aún me esperan Carmen Yepes el jueves 27 en nuestra casa de Mieres, Oviedo con la OSPA y Max Valdés interpretando a Shostakovich -entre otros- el viernes 28, un sábado 29 de gala con Maria João Pires también en la capital asturiana, para acabar peregrinaje musical nada mejor que en Covadonga con la organista uruguaya Cristina Gª Banegas el domingo 30 a las 19:00 horas cerrando el XXI Festival de Órgano de Asturias.
Ya lo iremos contando...
Como ensayo de preparación al concierto del Teatro Toreno en Cangas de Narcea el próximo día 4 de junio titulado "Ecos del mundo invisible", esta pareja tan musical tuvo el detalle de presentarlo en familia, y nunca mejor dicho, pues en nuestro Mieres, como en otras poblaciones, la coordinación de eventos no parece ser el punto fuerte de los gestores, y a la misma hora tenía lugar en la Casa de Cultura un concierto de percusión a cargo del músico local José Ramón Vidal Pereira, que estoy seguro restó afluencia en el salón de actos de nuestra casa, y personalmente siempre apostaré por el Conservatorio aunque sea defecto profesional.
Antonio Peña Fernández, con un violonchelo Matthias Kloz fechado en 1.772 de sonido potente en los graves, lírico en el registro medio y armónicos algo opacos, más Paula Raposo Rodríguez en el piano del conservatorio mierense algo desajustado y desafinado aunque haciendo siempre bien su papel de acompañante en unas (aquí con mi admirado Ignacio Rodríguez) y protagonismo compartido en otras como la de esta tarde de lunes, nos dieron una lección camerística, auténtica base musical para intérpretes y público, con obras variadas en cuanto a dificultad y ejecución aunque siempre desde una conjunción fruto de arduos ensayos y carreras paralelas, cuando no convergentes, en sus ya amplias trayectorias.
Como decía, el programa elegido para Cangas de Narcea nos lo adelantaron en Mieres, con una inteligente elección de obras "populares y nuevas" que apuntaba desde el blog móvil, al menos no tan conocidas para el gran público, y aquí las dejo para que vean el repertorio, con pequeños comentarios sobre ellas.
Primera parte:
Wie Melodien zieth es mir, Op. 105 (1886) de J. Brahms, ese lied como una melodía que pasa (Like a melody it passes) con texto de Klaus Groth (1819- 1899), donde el cello no sustituye la voz sino que en esta versión canta con todo ese acompañamiento pianístico tan importante.
Menuetto (1801) de L. Boccherini, en arreglo para cello y piano del original orquestal.
Adagio cantabile-Allegro vivace, de la Sonata para violonchelo y piano en LA M., Op. 69 (1808) de L. van Beethoven, una de las joyas escritas para este dúo, realmente protagonistas ambos instrumentos con una escritura del sordo de Bonn realmente deliciosa y que en los enlaces podrá apreciarse que no ha faltado en el repertorio de los grandes del cello... por algo será, y nuestra pareja acabará haciéndola suya.
Salut d'Amour, Op. 12 (1889) de Sir Edward Elgar, ese regalo de bodas originalmente para violín y piano pero que en esta adaptación no desmerece gracias a la expresividad del "hermano barítono", probablemente más inglés que el pequeño de la familia, y con todo el amor interpretativo de la dedicatoria.
El Cisne, creo que la pieza más famosa de El carnaval de los animales (1886) de C. Saint-Saëns, donde el cello encuentra su registro más melancólico como así supieron darnos.
Andante, de la Sonata para piano y violonchelo en Sol m., Op. 19 (1901) de S. Rachmaninoff, un compositor que escribió con estilo propio tanto para el arco como para el piano del que era un virtuoso, incluso "negando el nombre" al considerar que ambos instrumentos son importantes, siendo esta obra imprescindible para quienes dominen su instrumento, y eso hicieron Antonio y Paula sabiendo compartir.
Rapsodia húngara (1894) del bohemio David Popper (Praga 1843-Baden 1913), obra difícil porque todo ese estilo magiar y zíngaro exige un virtuosismo en los dos intérpretes para resaltar la musicalidad que esconde la partitura, máxime en un compositor que fue también excelente cellista, siendo muy aplaudida por los presentes conocedores todos del sacrificio que conlleva alcanzar el nivel mostrado por este dúo.
Segunda parte:
Nocturno Op. 19 nº 4 (1873) de P. I. Tchaikovsky, en "reducción orquestal" donde el piano tiene que recrear toda esa atmósfera sinfónica sin quitar el protagonismo del solista, de nuevo perfectamente logrado.
À Chloris (1916) de Reynaldo Hahn (1874-1947), venezolano de madre vasca y padre alemán, otro de los llamados maestros de la melodía, una hermosa canción para soprano y piano (también cantada por contratenor) transcrita para cello que evidentemente es de nuevo un "buen suplente" de la voz como pudimos apreciar, siempre bien acompañada al piano.
Nana y Asturiana de las Siete canciones populares españolas (1914) de M. de Falla, obras de nuevo para voz y piano aunque con todo tipo de arreglos como el elegido esta vez de cello y piano, siendo parte habitual de la literatura para nuestro dúo porque se ha repetido muchas veces que el cello es probablemente el instrumento más parecido a la voz humana, por lo cual la transcripción de obras para él son muchas en la literatura violoncellística, siendo el piano o la guitarra los fieles acompañantes.
Le Grand Tango (1982) de Astor Piazzolla, enorme y auténtica biografía borgiana hecha música, una de las obras cumbres del argentino donde el dúo se volcó para ofrecernos lo mejor del concierto. Por momentos el cello con sus armónicos recordaba el bandoneón y el piano supo darle ese aroma porteño que respita toda la obra del gran Astor, que atesoro en la versión de Guidon Kremer.
Requiebros (1934) del también cellista Gaspar Cassadó -alumno de Pau Casals, Falla y Ravel- pusieron el broche final con ambiente de alhambrismo camerístico en obra pensada para esta formación que supo darnos una lección familiar.
Y de propina una joya sólo al piano, Cristal del brasileño César Camargo Mariano (19-11-1943), músico al que descubrí hace casi treinta años, con aromas caribeños que me recordaron a Michel Camilo y donde Paula Raposo nos deleitó demostrando que su repertorio abarca "lo que le echen" y siempre bien.
Mi semana musical acaba de comenzar, aún me esperan Carmen Yepes el jueves 27 en nuestra casa de Mieres, Oviedo con la OSPA y Max Valdés interpretando a Shostakovich -entre otros- el viernes 28, un sábado 29 de gala con Maria João Pires también en la capital asturiana, para acabar peregrinaje musical nada mejor que en Covadonga con la organista uruguaya Cristina Gª Banegas el domingo 30 a las 19:00 horas cerrando el XXI Festival de Órgano de Asturias.
Ya lo iremos contando...
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