Una orquesta en ascenso

Miércoles 3 de marzo, 20:00 horas. Teatro Jovellanos, Concierto 1.499 de la Sociedad Filarmónica Gijonesa. Orquesta Clásica de Asturias (OCAS), Javier Andrés Rojo (violoncello), Daniel Sánchez Velasco (director). Obras de Mozart, Haydn y Beethoven.
Esta orquesta la estoy siguiendo desde su presentación hace 9 meses y como comentaba ayer, con un programa gijonés en la línea de conciertos anteriores y continuando su periplo con la misma claridad de ideas que su titular. Da gusto ver a jóvenes estudiantes ligeramente reforzados por algún "veterano" de la OSPA y otras agrupaciones asturianas (que también suelen reforzar la citada), compartiendo atril con un director que alterna igualmente su labor de instrumentista con sus compañeros a la vez que los dirige, ampliando así todos ellos su formación y rodaje. Creo que Daniel ha tenido siempre claro qué quería, creando una orquesta que progresa a pasos agigantados desde un repertorio clásico como su identidad, en el amplio sentido de la palabra, aprovechando para dar conciertos solistas a músicos de ella, llevando lo didáctico al disfrute por parte de intérpretes y público. Más no se puede pedir.
Arrancaba el concierto con la "Obertura" de la ópera Cossi fan tutte (Mozart), sin complejos, con un tempo giusto donde se pudieron lucir tanto instrumentistas como director (sin partitura delante), gracias un estilo elegante, claro, preciso, sin grandilocuencia pero con un entendimiento perfecto con todos ellos para lograr un excelente comienzo de velada. Evidentemente quedan detalles por pulir, buscar una mejor afinación (ni siquiera orquestas profesionales la alcanzan) y mayor conjunción, pero el empaste y la valentía para enfrentarse a una partitura engañosamente simple, son dignos de encomio.
Continuando ese ambiente vienés le llegó el turno al hermoso y difícil Concierto para Cello y orquesta en Do Mayor de Haydn, con el palentino Javier Andrés Rojo (1989), cello principal de la orquesta que con arrojo y valentía se atrevió con esta obra, muy trabajada (la interpretó de memoria) y ensayada. La responsabilidad creo que le atenazó, de hecho "sudó tinta" y el Moderato creo que faltó reposarlo, aunque el director lo intentase. Más sosegado en todos los sentidos resultó el Adagio, pleno de lirismo, que le sirvió para afrontar el Allegro, de nuevo en su justo tempo, siempre desde un arco brillante, un vibrato de calidad pero ciertos problemas de afinación, en especial en el registro agudo, lo que no es óbice para habernos dejado una versión que con más tablas y años, acabará haciendo suya. Merecida ovación de público y compañeros con los que volvería como uno más para la segunda parte.
Y en ella estaba lo mejor, no sólo porque el orden del programa era estilísticamente perfecto, pues la Sinfonía nº 2 en RE M, Op. 36 de Beethoven conjuga y homenajea lo mejor de los dos "maestros" para apuntar ya el lenguaje propio del sordo genial, sino porque la orquesta, de nuevo sin complejos y con una dirección brillante, estuvo atenta a cada detalle escondido en esa maravilla que cierra el Clasicismo y abre el Romanticismo, obra que teniéndola memorizada no deja nada al azar, y menos con unos músicos que siguen todas y cada una de las indicaciones de la batuta. Puedo decir que la frescura del avilesino, siempre desde esa dirección sobria y preclara para cualquier atril, con la interpretación de La segunda merecería un comentario sosegado (algo difícil en mí que escribo rápido y desde el corazón). La entrada del Adagio molto (totalmente mozartiana) es de maestro consagrado con orquesta de años... más el tránsito al Allegro con brio se hizo sin sobresaltos, escuchando cada línea perfectamente dibujada, con una gama de colores increíbles para una formación que lleva tan poco tiempo ¡y amateur!, de nuevo con el conocimiento como músico de atril de lo que se juegan en los pasajes difíciles, sin "apretar" e igualmente "sin concesiones". El Larghetto resultó una pequeña joya de ese "remanso que fluye", el inequívoco tránsito del XVIII al XIX en el que Beethoven tanto influyó. El Scherzo: Allegro demostró la calidad que estos músicos atesoran, empastados de una forma que la acústica y tamaño del escenario gijonés ayudan enormemente, contestándose unos a otros en perfeca conjunción y llegando al clímax, como no podía ser menos, con el Allegro molto, esos guiños a "la gallina" de Haydn o la obertura "donjuanesca" de Mozart para acabar imponiéndose "a la tercera" Beethoven, toda una paleta sonora perfectamente trazada desde la batuta cual pincel de este fenómeno que dará mucho que hablar en cuanto pueda cambiar el clarinete por la dirección, que de momento alterna sin problemas y excelente profesionalidad en ambos lados.
Espero poder seguir la trayectoria de estos jóvenes talentos, teniendo que agradecer no sólo la invitación que me hizo llegar el director por medio de su primer violín Don Ignacio, y las gestiones de sus abnegados padres (espero ver el vídeo de hoy) sino la vitalidad y amor por la música que transmiten. Como escribía ya al descanso desde el teléfono están "En el buen camino". El resto lo dará el trabajo... y el tiempo.

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