OSPA dúctil y madura
Viernes 15 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo. OSPA con velada franco-italiana por partida doble: invitados la guapísima mezzo francesa Annie Vavrille y su pareja sentimental el director genovés Marco Guidarini (aunque me han dicho quienes saben de esto, que en Oviedo están en proceso de separación, lo que puede "explicar algunos matices" que comentaré después), en un programa muy interesante, igualmente a medias de nacionalidad, una primera parte francesa con Ravel (dos días seguidos) y una segunda italiana con Nino Rota y Respighi.
Del compositor galo escuchamos Le Tombeau de Couperin, una interpretación justo lo "contrario" a Volodos, obra orquestal que sonó "camerística" (su origen es pianístico aunque con dos "danzas" más y también tiene una transcripción para quinteto de vientos) pese a la "masa orquestal" que dispone Ravel, difícil en cada uno de los cuatro números (Preludio, Forlana, Minueto y Rigodón) que exigen a los músicos de nuestra OSPA dar todo lo que pueden para seguir correctamente cada una de las muchas indicaciones del director italiano, auténtico "cliché" de gestualidad y movimientos pero también de precisión. Me gustaron los números primero y último, en una obra "poco agradecida" pese a todo lo que encierra, y quiero destacar a Juan Ferriol, siempre pulcro y preciso. Curiosamente ya la tocaron dirigida por Alberto Zedda en 2003, también habitual en nuestra tierra, y la pudimos escuchar por Purita de la Riva en su homenaje de septiembre del año pasado.
Para completar la "parte gala" (de la Galia) de Ravel, la mezzo lionesa cantó las tres Melodías de Scheherazade (1904): Asia, La flauta encantada y El indiferente, para voz y orquesta sobre textos de Tristan Klingsor (que figuraban en el programa junto con la traducción, iluminando la sala para poder seguirlos perfectamente). Pese a tener buena prensa tras la ya comentada La Fille du Régiment de Bilbao con Juan Diego Flórez (ver la crítica para el ABC mi amigo Cosme Marina), musicalmente la francesa me dejó algo indiferente. Timbre de voz bonito pero de registro grave opaco y sin volúmen, registro medio algo desigual -sobre todo en el paso al grave- y con poca proyección, tal vez porque el director "no la mimó" (de aquí lo comentado al principio de llevar los probemas sentimentales sobre el escenario) en el sentido de no "menguar" la dinámica orquestal lo más mínimo. Más "poderosa" en los agudos, con buena dicción (¡claro, es francesa!), apoyos necesarios y gestualidad teatralizando el texto. Seguramente con una orquesta en el foso el resultado hubiera sido otro (Je voudrais...). Lo mejor el segundo número donde brilló nuestra Myra Pearse, aunque es cierto que cada uno de los solistas se comportaron con sobresalientes intervenciones.
La segunda parte, aún con cierta atmósfera de nieblas que nos dejó el francés, nos llevó al país traslpino con más "sabor renacentista" que el "barroco anterior", o si lo prefieren más conservador o "clásico" en el amplio sentido de la palabra, algo así a como suelen "vestir los italianos" siempre con ese toque personal que les hace unir moda y elegancia.
La OSPA volvió a adaptarse con una ductilidad que sólo una formación tan madura como la nuestra puede acometer. La suite de la película de Fellini La Strada compuesta por Nino Rota (son famosas otras bandas sonoras de este dúo: Amarcord, Casanova...) nos brindó una maravilla orquestal, un repertorio del que sigo insistiendo que hay que programar más a menudo, pues el celuloide ha dado grandes compositores ya desde el cine mudo (no olvidemos a Prokofiev), siendo algunos "especialistas" los sinfonistas del siglo XX... de los que también debería hacer alguna entrada en el blog.
Guidarini y una OSPA en escena con un número que sería el ideal de plantilla, de nuevo con solistas excepcionales (ese violín de Vasiliev, la trompeta de Maarten van Weverwijk, la sección de metal, etc., porque incluso alumnos del Master tocaron como veteranos), nos brindaron esta maravilla que incluso nos hizo olvidar la finalidad de esta música, autónoma y con una contemporaneidad por la que no pasa al tiempo. Las obras bien compuestas tienen el don de la atemporalidad y el gran Nino Rota está ya en la historia de la música por méritos propios más allá del séptimo arte. Tampoco quiero olvidarme de las buenísimas y documentadas notas al programa de mi amigo Aurelio M. Seco.
Y para finalizar en Italia qué menos que la capital y escuchar los Pinos de Roma (1923) de Respighi, curiosamente con reminiscencias del impresionismo francés más de Ravel que de Debussy y con una orquestación muy del gusto "ruso" (del Paris de los ballets de Diaghilev), cerrando el ambiente franco-italiano de la velada del viernes. El director genovés dispuso al trompeta solista fuera de escenario en "las catacumbas" y un grupo de metal en el primer piso cual "ascenso al triunfo en el Capitolio" en un final que utilizaron, ya que hoy también hubo música de películas, usó la "factoría Disney" en el segundo número de su Fantasía 2000 (homenaje a la primigenia de 1940) y que supuso el "ascenso de la OSPA al triunfo en el Auditorio".
A la misma hora estaba actuando Raúl Prieto enfrente del auditorio. Menos mal que le "repesco" el domingo, aunque la misma prensa escriba que ¿repetirá mañana sábado si la prensa es del viernes? ¿me lo han vuelto a cambiar?... mi tocayo Pablo Gallego va a acabar conmigo, ya ni informar correctamente...
Mañana sí que me espera Maazel con Beethoven ¡vaya dúo! (aunque me temo que terminará siendo con Gabino).
Del compositor galo escuchamos Le Tombeau de Couperin, una interpretación justo lo "contrario" a Volodos, obra orquestal que sonó "camerística" (su origen es pianístico aunque con dos "danzas" más y también tiene una transcripción para quinteto de vientos) pese a la "masa orquestal" que dispone Ravel, difícil en cada uno de los cuatro números (Preludio, Forlana, Minueto y Rigodón) que exigen a los músicos de nuestra OSPA dar todo lo que pueden para seguir correctamente cada una de las muchas indicaciones del director italiano, auténtico "cliché" de gestualidad y movimientos pero también de precisión. Me gustaron los números primero y último, en una obra "poco agradecida" pese a todo lo que encierra, y quiero destacar a Juan Ferriol, siempre pulcro y preciso. Curiosamente ya la tocaron dirigida por Alberto Zedda en 2003, también habitual en nuestra tierra, y la pudimos escuchar por Purita de la Riva en su homenaje de septiembre del año pasado.
De la Web de la mezzo, en PABLO, LA MÚSICA EN SIANA |
La segunda parte, aún con cierta atmósfera de nieblas que nos dejó el francés, nos llevó al país traslpino con más "sabor renacentista" que el "barroco anterior", o si lo prefieren más conservador o "clásico" en el amplio sentido de la palabra, algo así a como suelen "vestir los italianos" siempre con ese toque personal que les hace unir moda y elegancia.
La OSPA volvió a adaptarse con una ductilidad que sólo una formación tan madura como la nuestra puede acometer. La suite de la película de Fellini La Strada compuesta por Nino Rota (son famosas otras bandas sonoras de este dúo: Amarcord, Casanova...) nos brindó una maravilla orquestal, un repertorio del que sigo insistiendo que hay que programar más a menudo, pues el celuloide ha dado grandes compositores ya desde el cine mudo (no olvidemos a Prokofiev), siendo algunos "especialistas" los sinfonistas del siglo XX... de los que también debería hacer alguna entrada en el blog.
Guidarini y una OSPA en escena con un número que sería el ideal de plantilla, de nuevo con solistas excepcionales (ese violín de Vasiliev, la trompeta de Maarten van Weverwijk, la sección de metal, etc., porque incluso alumnos del Master tocaron como veteranos), nos brindaron esta maravilla que incluso nos hizo olvidar la finalidad de esta música, autónoma y con una contemporaneidad por la que no pasa al tiempo. Las obras bien compuestas tienen el don de la atemporalidad y el gran Nino Rota está ya en la historia de la música por méritos propios más allá del séptimo arte. Tampoco quiero olvidarme de las buenísimas y documentadas notas al programa de mi amigo Aurelio M. Seco.
Y para finalizar en Italia qué menos que la capital y escuchar los Pinos de Roma (1923) de Respighi, curiosamente con reminiscencias del impresionismo francés más de Ravel que de Debussy y con una orquestación muy del gusto "ruso" (del Paris de los ballets de Diaghilev), cerrando el ambiente franco-italiano de la velada del viernes. El director genovés dispuso al trompeta solista fuera de escenario en "las catacumbas" y un grupo de metal en el primer piso cual "ascenso al triunfo en el Capitolio" en un final que utilizaron, ya que hoy también hubo música de películas, usó la "factoría Disney" en el segundo número de su Fantasía 2000 (homenaje a la primigenia de 1940) y que supuso el "ascenso de la OSPA al triunfo en el Auditorio".
A la misma hora estaba actuando Raúl Prieto enfrente del auditorio. Menos mal que le "repesco" el domingo, aunque la misma prensa escriba que ¿repetirá mañana sábado si la prensa es del viernes? ¿me lo han vuelto a cambiar?... mi tocayo Pablo Gallego va a acabar conmigo, ya ni informar correctamente...
Mañana sí que me espera Maazel con Beethoven ¡vaya dúo! (aunque me temo que terminará siendo con Gabino).
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