A la OSPA lo que le echen... y bien

Viernes 6 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Concierto de Abono nº 12: OSPA, Peter Sadlo (percusión), Danail Rachev (director). Obras de Ravel, Ferran Cruixent (1976), Thierry de Mey (1956) y Chaikovski. Todas las fotos: ©Marta Barbón, OSPA.
 Si hace una semana escribía de la OSPA como un Gran Reserva del 91, lo degustado en este último no hace sino corroborar toda la cosecha. Le puedes beber solo, acompañando cualquier tipo de comida, usarlo para cocinar (olvidando aquéllo del peor vino para el puchero) e incluso echarle un poco de gaseosa porque los vinos excelentes "aguantan" de todo. Esta vez pudo caer algo del corcho pero no empaña el sabor, regusto en boca ni por supuesto el empaque de este gran reserva del que seguiremos saboreando muchas más botellas, la próxima precisamente la del XX Aniversario... y si hay que decantarlo para poder paladearlo aún más, pues ya tenemos al sumiller de turno.
Sólo una orquesta como la nuestra es capaz de pasar en el mismo concierto del impresionismo a la música de nuestro tiempo y terminar con el fatum de uno de los grandes sinfonistas de la historia, con un "entremés" de percusión aprovechando no ya al solista invitado sino con los dos de casa en el mismo nivel del virtuoso, haciendo acallar las toses de un público bastante enemigo de "frivolidades" por no llamarlo conservador en sus gustos musicales, muy unido a la media de edad. Realmente podríamos hablar de un concierto que cuidó "el sonido" como el vino mantiene "el sabor"
Mi madre la oca ("Ma mère l'oye") de Ravel es una maravilla de la orquestación a partir de la original para piano a cuatro manos, llena de color y vigor, "obra cumbre de la historia de la música" para el nuevo aspirante a director titular,  un búlgaro que hace carrera en EE.UU. y nos prometía "dar color a la OSPA" lo que realmente consiguió. En cada concierto examinamos tanto el director como a cada uno de los componentes de la orquesta no ya los solistas, realmente auténticos músicos, sino al conjunto, volviendo a presumir de un bloque con sonido propio que en los cinco números escuchados dejaron momentos para la historia de la formación en cuanto a ejecución e interpretación muy bien entendida por el director.
 
Un salto a la música de ahora nos lo trajo Foc d'artifici (2007) para percusión y orquesta del barcelonés Ferran Cruixent, estreno en España con Peter Sadlo de solista, el mismo que la estrenó en Alemania (y lleva colaborando con el compositor desde 2005), quien sonando ya la orquesta entró en escena con un pequeño tambor colgado a la cintura antes de situarse ante el arsenal (28 instrumentos) del que sacaría todo el color y calor que atesoran. Lástima haberme perdido la conferencia previa donde el compositor habló de su obra, y es que habría para escribir y mucho de ella (lo hace mejor Diana Díaz en las notas al programa) con tres movimientos que como dice el título, se inspiran en los fuegos artificiales (como también hiciese Händel) que no faltan en ninguna fiesta, más aún en el Mediterráneo pero también en "La descarga" de Cangas de Narcea (Asturias) del día del Carmen, por lo que realmente me emocionó. Aunque el protagonismo lo lleva el solista, no se puede olvidar el importantísimo "colchón orquestal" que en difíciles y exigentes pasajes comparte ese universo de color, perfectamente concertado desde el podio con un entendimiento total entre los músicos. Obra realmente demoníaca que sacó "tonalidades" inexploradas de todos, y si me tengo que quedar con algo de tanto como ahí hay, la genialidad del compositor, intérprete o ambos (lo desconozco) de colocar la kalimba sobre un timbal para aprovechar la resonancia y potenciarla con el pedal, así como utilizar un arco de contrabajo sobre el vibráfono, creando un auténtico universo sonoro, y cómo no, la "traca final".
Partitura de Musique de tables
Para aprovechar la presencia de este virtuoso de la percusión, qué mejor que Musique de tables del belga Thierry de Mey, auténtica coreografía a seis manos en tres mesas amplificadas, con la sala a oscuras y unos rayos de luz proyectados sobre ellas para poder disfrutar con esta obra en la que participaron los percusionistas de la OSPA Rafael Casanova y Francisco Revert con el alemán en igualdad de protagonismo, calidad y sincronización, tras arduos ensayos para llevar a buen puerto una obra de unos diez minutos. Enhorabuena.
No hay vídeo con ellos pero sí de esta obra, que dejo aquí por curiosa y original, más allá como bien escribe Diana de grupos como Mayumaná, porque aunque parezca increíble podemos hablar realmente de música sin notas.

Y por si el esfuerzo intelectual de la primera parte, "entremés sobre mesas" incluido, no fuese bastante, saltar a La Cuarta de Chaikovski es ya de por sí todo un ejercicio de autocontrol y dominio para la Sinfonía nº 4 en Fa m., Op 36, exigente con todos y realmente una prueba más de la calidad que atesora nuestra orquesta, a la que hay que reconocerle su excelencia en este repertorio, no ya por una cuerda que maravilla en cada concierto sino por una cohesión y empaste de todos (la madera es como la barrica para el vino y los bronces que diría Valdés dan el color) logrando un sonido propio con una gama tímbrica en obras maestras del mundo sinfónico que pocos como ellos son capaces de sacar, y más si el director conoce y recrea como sucedió con esta interpretación de La Cuarta.
Las intervenciones solistas, imposible destacarlas todas (el trozo de corcho es anecdótico), fueron propias, dejándoles participar de la interpretación, pues de eso se trata, hacer música juntos, y hay tanta calidad en nuestra orquesta, que la versión escuchada resultó de primera.
El Andante sostenuto arrancó con el cuarteto de trompas sonando redondo y empastado, contestado por unas trompetas potentes pero contenidas, para llegar la cuerda en toda su expresividad y congoja, siempre seguida de una madera impecable, con un desarrollo temático que el maestro búlgaro supo desgranar al detalle hasta ese final de movimiento en ff.
Me puso la carne de gallina ese oboe que comienza el Andantino in modo di canzona con la cuerda tensa, jugosa, lamento más que canción, al que siguieron en igualdad emotiva el resto.
Maravilloso resultó el Scherzo: Pizzicato ostinato, sin velocidades cara a la galería pero dejándonos paladear la dinámica de este movimiento y las intervenciones del viento, nuevamente bien llevados desde el podio jugando con esos cambios de tempo que marcó y siguieron al detalle.
El Finale: Allegro con fuoco con auténtico arrebato sonoro en el tutti pero de agógicas nada alocadas que permitieron escuchar todo lo escrito, puso la guinda a un concierto distinto e incluso divertido en cuanto a las obras elegidas, pero del que sigo paladeando el último trago.
P. D. 1: Crítica de Ramón Avello en El Comercio del concierto del día antes en Gijón.
P. D. 2: Crítica de Diana Díaz en LNE del domingo 8.

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