Mahler-Mahler, bien bien Baden-Baden
Este jueves en Oviedo uno de esos conciertos que me dejan un sabor de boca especial:
La Orquesta Sinfónica SWR de Baden-Baden y Friburgo bajo la batuta de Michael Gielen, que sabe conjugar un gesto parco pero preciso con una orquesta que "lleva de la mano" y a la que saca todo el jugo de ese "sonido alemán" que se necesitaba para el programa, ejerciendo de auténtico kaiser de ese ejército sinfónico. La otra gran figura de la velada fue el barítono-bajo Hanno Müller-Brachmann en una primera parte "todo Mahler":
Blumine "calentó motores", público y músicos demostrando que esta orquesta nos iba a dar la tarde en el buen sentido, colocando los violines I y I enfrentados, cellos y violas delante del director y contrabajos detrás a la izquierda. El solo de trompeta de Frank Pulcini acalló las habituales toses del Auditorio. Y flotó en el ambiente Titán.
Y llegó la esperada selección de canciones de El cuerno mágico o mejor Lieder auf Des Knaben Wunderhorn de Mahler, no exactamente las que estaban previstas en el avance de temporada que yo preveía y comentaba el día 2 (por cierto con la letra original y su traducción en el programa de mano, más unos excelentes comentarios de Joaquín Valdeón): Des Antonius zu Padua Fischpredigt, Rheinlegendchen, Lob des hohen Verstanden, Der Tambourg' sell, Urlicht y Revelge. La elección resultó excelente incluso en el orden dramático de cada lied, Hanno "pese al nombrecito" resultó una voz de dicción excelente (¡claro, qué suerte tienen los alemanes de poder cantar sacando cada consonante y sin problemas de pronunciación!), un timbre de voz realmente bello con un registro grave algo "oscuro" de volumen pero con una orquesta acompañando en su plano sonoro sin variar un ápice la dinámica mahleriana, una puesta en escena que imprimía carácter distinto a cada canción, y sin forzar, haciendo casi el milagro ¿San Antonio de Padua? de crear "música de cámara" con 70 músicos detrás... Lo dicho, un artistazo que debutó en Canarias allá por 2006 al que tendré que seguirle la pista con más Mahler (La Octava con Boulez), sus Schumann, Schubert, las Cantatas y Pasiones de Bach (que tiene en de todo ello en su repertorio) pero también óperas con un Leporello o el Papageno de Abbado.
Y en la segunda parte escuchamos la Sinfonía nº 1 en Do menor, A77, de Bruckner, donde la orquesta alemana realmente se lució con el kaiser Gielen. Aún siendo obra "joven" que me recordaba algunos toques o pinceladas de Schubert y de Wagner (Valdeón escribe que «"puentea" por decirlo en una expresión coloquial, el sinfonismo brahmsiano y también a Schumann o Mendelssohn para volver la mirada hacia el puro sinfonismo de Schubert») más plena la orquesta en los temas extremos rápidos que en los lentos intermedios, aunque el Scherzo fue pieza de orfebrería gracias a unos solistas auténticas "máquinas de precisión" en manos del experto "relojero". Claro, no podían dejarnos sin un regalo, y como parecía preveer por coherencia con todo lo escuchado, el wagneriano "Preludio" del Acto III de Lohengrin sirvió la "artillería pesada alemana", lanzó toda su "munición" y el kaiser vencedor se retiró a sus aposentos con la satisfacción del deber cumplido dejándonos a todos preparados para posteriores batallas.
La Orquesta Sinfónica SWR de Baden-Baden y Friburgo bajo la batuta de Michael Gielen, que sabe conjugar un gesto parco pero preciso con una orquesta que "lleva de la mano" y a la que saca todo el jugo de ese "sonido alemán" que se necesitaba para el programa, ejerciendo de auténtico kaiser de ese ejército sinfónico. La otra gran figura de la velada fue el barítono-bajo Hanno Müller-Brachmann en una primera parte "todo Mahler":
Blumine "calentó motores", público y músicos demostrando que esta orquesta nos iba a dar la tarde en el buen sentido, colocando los violines I y I enfrentados, cellos y violas delante del director y contrabajos detrás a la izquierda. El solo de trompeta de Frank Pulcini acalló las habituales toses del Auditorio. Y flotó en el ambiente Titán.
Y llegó la esperada selección de canciones de El cuerno mágico o mejor Lieder auf Des Knaben Wunderhorn de Mahler, no exactamente las que estaban previstas en el avance de temporada que yo preveía y comentaba el día 2 (por cierto con la letra original y su traducción en el programa de mano, más unos excelentes comentarios de Joaquín Valdeón): Des Antonius zu Padua Fischpredigt, Rheinlegendchen, Lob des hohen Verstanden, Der Tambourg' sell, Urlicht y Revelge. La elección resultó excelente incluso en el orden dramático de cada lied, Hanno "pese al nombrecito" resultó una voz de dicción excelente (¡claro, qué suerte tienen los alemanes de poder cantar sacando cada consonante y sin problemas de pronunciación!), un timbre de voz realmente bello con un registro grave algo "oscuro" de volumen pero con una orquesta acompañando en su plano sonoro sin variar un ápice la dinámica mahleriana, una puesta en escena que imprimía carácter distinto a cada canción, y sin forzar, haciendo casi el milagro ¿San Antonio de Padua? de crear "música de cámara" con 70 músicos detrás... Lo dicho, un artistazo que debutó en Canarias allá por 2006 al que tendré que seguirle la pista con más Mahler (La Octava con Boulez), sus Schumann, Schubert, las Cantatas y Pasiones de Bach (que tiene en de todo ello en su repertorio) pero también óperas con un Leporello o el Papageno de Abbado.
Y en la segunda parte escuchamos la Sinfonía nº 1 en Do menor, A77, de Bruckner, donde la orquesta alemana realmente se lució con el kaiser Gielen. Aún siendo obra "joven" que me recordaba algunos toques o pinceladas de Schubert y de Wagner (Valdeón escribe que «"puentea" por decirlo en una expresión coloquial, el sinfonismo brahmsiano y también a Schumann o Mendelssohn para volver la mirada hacia el puro sinfonismo de Schubert») más plena la orquesta en los temas extremos rápidos que en los lentos intermedios, aunque el Scherzo fue pieza de orfebrería gracias a unos solistas auténticas "máquinas de precisión" en manos del experto "relojero". Claro, no podían dejarnos sin un regalo, y como parecía preveer por coherencia con todo lo escuchado, el wagneriano "Preludio" del Acto III de Lohengrin sirvió la "artillería pesada alemana", lanzó toda su "munición" y el kaiser vencedor se retiró a sus aposentos con la satisfacción del deber cumplido dejándonos a todos preparados para posteriores batallas.
P.D. Perdón por lo manido de Baden-Baden y Friburgo, Mahler-Mahler y Bruckner, pero era previsible en mí.
Con fecha 8 de febrero dejo los enlaces a la crítica de mi amigo Aurelio M. Seco para LVA (que no le publicaron en la Edición Digital en su fecha, sábado 7), y la de mi otro colega Ramón G. Avello en El Comercio.
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