Tenemos cantera (de orquesta)
El Shostakovich de nuestra joven Orquesta Sinfónica del CONSMUPA en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo me ha dejado claros y nubes, como el día.
Primero hay que felicitarse por los 125 años de "mi" Conservatorio, aquél del ático de la calle Rosal esquina Fruela que se caía a trozos y consiguió "ampliarse" cuando "Artes y Oficios" se marchó para El Cristo. Del claustro de músicos todavía quedan maravillosos profesores (desgraciadamente y por cuestiones de edad cada vez menos) entre los que no quiero olvidar a mi querido D. Alfonso Ordieres (uno de los padres de la OSPA y profesor de violín de toda una generación entre la que se cuenta su propio hijo, al que por cuestión de lógica cariñosa he bautizado como junior, Pedro Ordieres, violín 2º coprincipal de la OSPA) que pese a su lesión de brazo no pierde conciertos en la capital y disfruta viendo "crecer el árbol plantado". El cambio de dirección política (sonaría mejor "sponsor") de la por entonces Diputación Provincial a la actual Consejería de Educación y/o Cultura conllevó también nuevo edificio (la Casa del Deán Payarinos en la Corrada del Obispo) con "todo lo bueno y malo" que supuso, y en especial el salto de calidad de un provinciano "Conservatorio Profesional" a un más profundo "Conservatorio Superior de Música" de Asturias, que no hubiera sido posible sin las creadas y nuevas Escuelas Municipales de Música, reconvertidas muchas en Conservatorios Elementales que sirvieron para "descongestionar", descentralizar y en cierta paradoja, "profesionalizar" la educación musical del Conservatorio de Oviedo... Algún día se escribirá esta otra historia, pero la actual nos da una cantera de músicos que van llenando atriles nuestra región, país, continente... en fin la globalización que en la parte musical que me atañe nos ha acercado a la "realidad" y pese a mantener ese término de "conservar", nos hace estar menos lejos (que no más cerca) de otros países de nuestro entorno de los que nos separaban siglos de educación musical. Poder tener una Orquesta Sinfónica en nuestro Conservatorio es todo un lujo, y que se "atrevan" con la Sinfonía nº 7, Op. 60, "Leningrado" del gran Dimitri Shostakovich, algo impensable para alguien que como yo estuvo en las antiguas aulas de 1968 a 1977. La obra tiene mucho que tocar ("mucho que rascar" comentaba al final D. Alfonso) y sobre todo mucho que dirigir e interpretar, algo que a mi gusto le faltó a un hierático y poco emotivo Josep Vicent. No supo entresacar de la partitura todo lo "oculto" que a un director de orquesta debe "saltarle a la vista". Reconozco el esfuerzo por intentar tocar todo lo escrito (que ya es difícil) pero además de la dirección no se puede olvidar la interpretación, esa línea delgada que diferencia lo que es emitir de transmitir. La emoción no se escribe pero hay que "contagiarla", y los músicos tocaron lo que se les exigió y más, pero faltó "pellizco" que dicen los entendidos de flamenco, el "feeling" que añaden los jazzísticos, o directamente la emoción que en esta sinfonía de Shostakovich emana por cada compás de sus cuatro movimientos, algo planos por la falta de muchos matices no escritos, de rubatos que "me pedía el cuerpo", de diferentes dinámicas y agógica que estoy seguro esta orquesta hubiera sido capaz de ello y más de existir algo de "catársis" entre batuta e intérpretes, lo dicho, algo más que tocar lo escrito.
La alegría es saber que hay cantera para años (pese a alguna baja como "mi" concertino María Ovín lesionada, o refuerzos puntuales en alguna sección). La cuerda suena mejor que muchas orquestas autonómicas, el viento no tiene nada que envidiar a cualquier banda sinfónica valenciana de primera, y la percusión cumplió con lo mucho que tenía que tocar. Lástima una dirección "blandengue" que debe vender algo más que imagen. Espero nuevo concierto y dirección el domingo 22 en sesión matutina, pero ésto será en otra entrada del blog.
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