Casi un concierto en privado
Martes 20 de octubre, 20:00 horas. Centro Cultural CajAstur, Mieres. XVIII Semana de Música CajAstur. Cristina Gestido, viola y Luis Parés, piano. Obras de Schumann, Prokofiev, Hindemith y Piazzolla. Entrada libre (11 personas contando familiares y amigos).
Lástima que en Mieres y con poca publicidad apenas haya público para la llamada música clásica, y sobre todo de cámara, auténtica escuela para intérpretes y en especial para espectadores, además con esta formación poco habitual y un programa variado e intenso.
Hecha esta breve entradilla no me queda sino agradecer a CajAstur que en esta nueva edición de sus ya dieciocho semanas de la música siga teniéndonos en su agenda aunque no exista tanta respuesta ni tradición como en sus otras sedes, no ya Oviedo (que cerrará el jueves con La Vida Breve de Falla tras el ensayo general del miércoles abierto al público) o Gijón, por razones obvias, sino otras localidades como Avilés, Langreo, Luarca o Piedras Blancas, que como mi Mieres natal sólo tendrán un concierto.
Tener un dúo de viola y piano no es habitual, máxime cuando aquélla siempre ha parecido "la hermana pobre de la familia de la cuerda", pero con intérpretes de primera y obras apropiadas puede resultar algo emotivo por su color y expresividad, algo difícil de escuchar en directo. Así resultó este concierto casi privado con el que nos deleitó la extraordinaria violista ovetense Cristina Gestido y el pianista italo-venzolano Luis Parés, dúo muy compenetrado en un repertorio donde el protagonismo es de ambos y la necesaria compenetración que las partituras exigían funcionó a la perfección.
Comenzaron con el Adagio y allegro Op. 70 de Schumann, obra original donde el lenguaje romántico alcanza a los dos instrumentos protagonistas, exigiendo a la viola cual si de su hermano mayor se tratase, y al piano un seguimiento casi de lied.
A continuación vendría un plato fuerte con el arreglo que Borissovsky hizo del famoso Romeo y Julieta de su compatriota Prokofiev, pues sólo un conocedor y virtuoso maestro del instrumento podría escribir una partitura que es todo un examen para el intérprete al utilizar todas las técnicas y sonoridades posibles de la viola, trascendiendo la obra original para crear casi unas "variaciones" sobre los números elegidos: Introducción, que ya presenta el muestrario con el que se enfrentará el dúo, seguido de la conocida Danza de los Caballeros que requiere un virtuosismo al alcance de muy pocos, del que no podemos olvidar la interpretación implícita, siguiendo el Meruccio aún con muchísimo trabajo no sólo de armónicos y arco -por otra parte auténtica locura- para finalizar con esa lánguida Muerte de Julieta que consigue dejarnos un nudo en la garganta.
Excelente primera parte que ya era suficiente para deleitar al paladar-oído más exquisito.
Y el dicho nunca segundas partes fueron buenas no se cumplió esta vez. Aún quedaba Hindemith y su Sonata para viola y piano nº 4, Op. 11, compuesta como indica su nombre ex-profeso para esta agrupación, siendo además el alemán intérprete e impulsor de mucha literatura actual para la viola. Sus tres partes, Fantasía, Tema y variación y Final, de nuevo se muestran exigentes con los instrumentistas que deben "torear" mucho y bien si quieren conseguir todo lo que esta sonata "esconde", como así resultó sin defraudarme ni un ápice.
El broche final sería Le grand tango de Piazzolla, escrita para viola o cello y piano, donde totalmente volcados con la obra, el piano consiguió imprimir no sólo el tempo porteño o la diámica del bandoneón sino convertir el teclado en una orquestina rioplatense tan protagonista como la viola, ya sin ataduras de papel (facilitando la interpretación, de memoria) cantabile y arrastrá si se me permite la expresión, que el tango reinventado por el gran Piazzolla destila en cada nota y que ha dado geniales versiones más con cello que esta de hoy con viola, aunque no por ello menos agradecida ni fantástica, al menos para un servidor que no pudo sino soltar un merecidísimo ¡Bravo! nada más concluirla.
Todo un privilegio asistir a esta sesión casi familiar con un dúo que demostró no sólo profesionalidad sino compenetración y pinceladas de maestría.
Lástima que en Mieres y con poca publicidad apenas haya público para la llamada música clásica, y sobre todo de cámara, auténtica escuela para intérpretes y en especial para espectadores, además con esta formación poco habitual y un programa variado e intenso.
Hecha esta breve entradilla no me queda sino agradecer a CajAstur que en esta nueva edición de sus ya dieciocho semanas de la música siga teniéndonos en su agenda aunque no exista tanta respuesta ni tradición como en sus otras sedes, no ya Oviedo (que cerrará el jueves con La Vida Breve de Falla tras el ensayo general del miércoles abierto al público) o Gijón, por razones obvias, sino otras localidades como Avilés, Langreo, Luarca o Piedras Blancas, que como mi Mieres natal sólo tendrán un concierto.
Tener un dúo de viola y piano no es habitual, máxime cuando aquélla siempre ha parecido "la hermana pobre de la familia de la cuerda", pero con intérpretes de primera y obras apropiadas puede resultar algo emotivo por su color y expresividad, algo difícil de escuchar en directo. Así resultó este concierto casi privado con el que nos deleitó la extraordinaria violista ovetense Cristina Gestido y el pianista italo-venzolano Luis Parés, dúo muy compenetrado en un repertorio donde el protagonismo es de ambos y la necesaria compenetración que las partituras exigían funcionó a la perfección.
Comenzaron con el Adagio y allegro Op. 70 de Schumann, obra original donde el lenguaje romántico alcanza a los dos instrumentos protagonistas, exigiendo a la viola cual si de su hermano mayor se tratase, y al piano un seguimiento casi de lied.
A continuación vendría un plato fuerte con el arreglo que Borissovsky hizo del famoso Romeo y Julieta de su compatriota Prokofiev, pues sólo un conocedor y virtuoso maestro del instrumento podría escribir una partitura que es todo un examen para el intérprete al utilizar todas las técnicas y sonoridades posibles de la viola, trascendiendo la obra original para crear casi unas "variaciones" sobre los números elegidos: Introducción, que ya presenta el muestrario con el que se enfrentará el dúo, seguido de la conocida Danza de los Caballeros que requiere un virtuosismo al alcance de muy pocos, del que no podemos olvidar la interpretación implícita, siguiendo el Meruccio aún con muchísimo trabajo no sólo de armónicos y arco -por otra parte auténtica locura- para finalizar con esa lánguida Muerte de Julieta que consigue dejarnos un nudo en la garganta.
Excelente primera parte que ya era suficiente para deleitar al paladar-oído más exquisito.
Y el dicho nunca segundas partes fueron buenas no se cumplió esta vez. Aún quedaba Hindemith y su Sonata para viola y piano nº 4, Op. 11, compuesta como indica su nombre ex-profeso para esta agrupación, siendo además el alemán intérprete e impulsor de mucha literatura actual para la viola. Sus tres partes, Fantasía, Tema y variación y Final, de nuevo se muestran exigentes con los instrumentistas que deben "torear" mucho y bien si quieren conseguir todo lo que esta sonata "esconde", como así resultó sin defraudarme ni un ápice.
El broche final sería Le grand tango de Piazzolla, escrita para viola o cello y piano, donde totalmente volcados con la obra, el piano consiguió imprimir no sólo el tempo porteño o la diámica del bandoneón sino convertir el teclado en una orquestina rioplatense tan protagonista como la viola, ya sin ataduras de papel (facilitando la interpretación, de memoria) cantabile y arrastrá si se me permite la expresión, que el tango reinventado por el gran Piazzolla destila en cada nota y que ha dado geniales versiones más con cello que esta de hoy con viola, aunque no por ello menos agradecida ni fantástica, al menos para un servidor que no pudo sino soltar un merecidísimo ¡Bravo! nada más concluirla.
Todo un privilegio asistir a esta sesión casi familiar con un dúo que demostró no sólo profesionalidad sino compenetración y pinceladas de maestría.
P.D.: Quiero agradecerles a los músicos el permiso para publicar sus fotos del concierto.
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