Con México... fantástica
Entrada original del día 24 de abril de 2010 a las 01:13 horas, y suprimida (censurada) por Blogger© tras "denuncia" yanqui (de la DMCA, Digital Millennium Copyright Act). Quitados unos pocos links de la llamada "tierra de la libertad" (por si es parte de su "queja"), la dejo como estaba ¡y con MIS FOTOS!: Viernes 23 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: concierto de abono nº 13: OSPA, Alexandre da Costa (violín), Carlos Miguel Prieto (director). Obras de Chávez, Daugherty y Berlioz.
Llegaba de director invitado un asturiano de corazón, Carlos Miguel Prieto (Ciudad de México, 1965), hijo del chelista Carlos Prieto, con un programa interesantísimo cuya primera parte traía música de su tierra, bien directamente o inspirada en ella. Así comenzaba el concierto con Chávez y la Sinfonía nº 2 “Sinfonía india”, con una orquesta que daba gloria verla en el escenario por los refuerzos (¿para cuándo la deseada ampliación de plantilla?) en una composición realmente compleja y exigente para todos los músicos, en especial de la percusión, por las dificultades polirítimicas y de cambios de tempi que la salpican, inspirados en cantos de los indios "más allá de ese término "nacionalista" que a Cháves -siempre oteando un panorama más amplio desde su propio balcón mexicano, indio y hasta precolombino- no le gustaba en absoluto", como bien apunta Luis Suñén (director de la revista Scherzo) en las notas al programa.
Llegaba de director invitado un asturiano de corazón, Carlos Miguel Prieto (Ciudad de México, 1965), hijo del chelista Carlos Prieto, con un programa interesantísimo cuya primera parte traía música de su tierra, bien directamente o inspirada en ella. Así comenzaba el concierto con Chávez y la Sinfonía nº 2 “Sinfonía india”, con una orquesta que daba gloria verla en el escenario por los refuerzos (¿para cuándo la deseada ampliación de plantilla?) en una composición realmente compleja y exigente para todos los músicos, en especial de la percusión, por las dificultades polirítimicas y de cambios de tempi que la salpican, inspirados en cantos de los indios "más allá de ese término "nacionalista" que a Cháves -siempre oteando un panorama más amplio desde su propio balcón mexicano, indio y hasta precolombino- no le gustaba en absoluto", como bien apunta Luis Suñén (director de la revista Scherzo) en las notas al programa.
Y a continuación ese concierto para violín y orquesta de Daugherty: Fire and blood (2003) con Alexandre da Costa de solista, inspirado en los murales de Diego Rivera en Detroit, realmente complicada de ejecución para todos los músicos sin excepción, que el canadiense resolvió con auténtico virtuosismo, pues como nos dijo el maestro Prieto antes de comenzarlo, "es quien mejor interpreta esta obra". De nuevo perfecta conjunción de todos los "intervinientes" y auténtica explosión de color desde el Volcano que parecía homenajear al islandés de estos días, pasando por la melancolía, amargura y toda la triste vida de Frida Kalo de Río Carmín, hasta la Cadena de montaje de Detroit. Excelencia de escritura musical contemporánea que tuvo su fiel reflejo en nuestra OSPA, con unas marimbas excelentes, unas trompetas que lograron el ambiente de mariachi que el compositor apunta, y todos los atriles realmente volcados con la partitura, tal vez necesitados de algún "ensayo extra", pero también de algunos cellos y contrabajos más para lograr una "mayor pegada" en los graves, tan necesaria para las tres obras de hoy, con una dirección clara, precisa no exenta de vigor y muy expresiva, y un solista que, nunca mejor dicho, "sabe lo que se trae entre manos".
La propina del violinista canadiense fue un homenaje a otro virtuoso, al regalarnos el Liebesleid de Fritz Kreisler no en la versión original con piano o el arreglo de orquesta, como bien me aleccionó el maestro Alfonso Ordieres Rivero, sino para solista con cuarteto de cuerda, disfrutando de un acompañamiento de lujo con Vasiliev, Corpus, Lev y Cadenas.
Para la segunda parte esperaba una de las obras que hacen las delicias de todos los públicos y yo enmarco en las llamadas "40 principales": Berlioz y su Sinfonía fantástica, op. 14, prueba del algodón para toda orquesta y director. La nota global cerca del sobresaliente porque, pese a lo apuntado de "falta de punch" o alguna indecisión en entradas puntuales, lo conseguido por el director mexicano con la orquesta en esta obra, nos dejó un excelente sabor de boca tal y como preveíamos. La perfecta comun-unión entre podio y atriles, incluso en las campanas o el corno inglés fuera del escenario, fue de menos a más, una interpretación llena de sutilezas desde el dominio de la obra, con una gama dinámica realmente portentosa que dejó al público casi sin aliento (¡y sin tos!). Como dicen los niños al ver un anuncio de juguetes, esta vez respecto al futuro titular de la OSPA, "ME LO PIDO" (aunque sé que los Reyes Magos y Papa Noel son personajes de ficción).La propina del violinista canadiense fue un homenaje a otro virtuoso, al regalarnos el Liebesleid de Fritz Kreisler no en la versión original con piano o el arreglo de orquesta, como bien me aleccionó el maestro Alfonso Ordieres Rivero, sino para solista con cuarteto de cuerda, disfrutando de un acompañamiento de lujo con Vasiliev, Corpus, Lev y Cadenas.
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