Sobre todo honestidad
Sábado 11 de febrero, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: Natalia Gutman (cello), OvFi, Marzio Conti (director). Obras de Bernstein, Prokófiev y Mussorgski.
El gran pianista Sviatoslav Richter, admirador de la solista rusa que llegó a Oviedo para este ciclo, decía de ella que "es la encarnación de la honestidad en la música", y puedo hacerlo extensible a lo escuchado esta tarde invernal en el auditorio asturiano.
Las notas al programa de Arturo Reverter se titulaban "Prodigios orquestales", y es que las obras elegidas, todas del siglo XX, resultan auténticas obras maestras de la orquestación, comenzando nada menos que con la Obertura de Candide (Bernstein) para solaz de músicos, director y público, realmente colorista aunque tal vez les / nos pillase un poco fríos. La Oviedo Filarmonía está alcanzando con el maestro florentino un buen nivel de empaste y responde muy bien a cualquier repertorio, especialmente concertando tal y como comprobamos en el anterior concierto de enero. El ser la titular de este ciclo le está viniendo de perlas para afianzarse como la gran orquesta que todos los melómanos esperamos.
La Sinfonía concertante para violonchelo y orquesta en Mi m., Op. 125 de Prokófiev con Gutman de solista, corroboró lo antes apuntado, obra densa estrenada por su profesor Rostropóvich y que la rusa no domina como hace años aunque siga asombrando su fraseo y sonido, muy bien arropada por la orquesta que tuvo que trabajar de lo lindo en todas sus secciones (de las interioridades que me cuentan algunos músicos no pienso decir nada). Lírico resultó el Andante y algo más tenso el Allegro giusto para la solista, para dejarnos el Andante con moto como lo mejor en cuanto a concertación, una orquesta auténticamente coprotagonista con el cello embriagando tímbrica y melódicamente, pues no podemos obviar que no es un concierto sino una sinfonía concertante, matiz a tener en cuenta para entender la obra en su conjunto. Sin llegar a tachar la obra de "un tanto pesante, repetitiva y morosa" como hace Reverter, la interpretación escuchada salió a flote precisamente por la calidad de la solista y el buen hacer del conjunto. La propina bachiana nos retornó al magisterio de la Gutman con un sonido perfecto para la interpretación del padre de todas las músicas.
La orquestación que Ravel hizo de los Cuadros de una exposición de Mussorgski es una tentación para cualquier orquesta y director, pero precisamente por ello y las excelentes versiones escuchadas, siempre tendemos a las comparaciones, aunque de ello hablaba antes del concierto con unos amigos, recomendándoles que disfrutasen con cada una, un Carpe Diem que sólo los directos son capaces de lograr. El maestro Conti optó por tiempos nada excesivos que permitiesen escuchar cada motivo y los solistas centrarse en sus difíciles intervenciones, no todas perfectas (lástima de Bydlo) pero como todo el concierto, honestas. A falta de más cuerda que equilibrase las sonoridades buscadas por el gran orquestador francés (en especia La Cabaña sobre patas de gallina), hubo momentos álgidos, bien las Tullerías, y algún que otro rubato bien resuelto por todos, así como el final siempre apoteósico de La gran puerta de Kiev que no cayó en lo grandilocuente sino buscando impactar más por la contundencia. Aunque creo que todavía no es obra para la OvFi, no está mal incorporar obras de esta enjundia porque el público siempre las agradece y perdona los desajustes que incluso orquestas con más solvencia y antigüedad también tienen.
Como propina Conti y la OvFi bisaron la Obertura Candide, tal vez más ajustada al brillo y rítimicas deseadas, que tras los "Cuadros" vino bien para subir la nota global.
Sobre los cellistas en Oviedo habría para hacer todo un estudio pormenorizado, pues han pasado muchos y todavía quedan más: Asier Polo vuelve la próxima semana con la OSPA...
El gran pianista Sviatoslav Richter, admirador de la solista rusa que llegó a Oviedo para este ciclo, decía de ella que "es la encarnación de la honestidad en la música", y puedo hacerlo extensible a lo escuchado esta tarde invernal en el auditorio asturiano.
Las notas al programa de Arturo Reverter se titulaban "Prodigios orquestales", y es que las obras elegidas, todas del siglo XX, resultan auténticas obras maestras de la orquestación, comenzando nada menos que con la Obertura de Candide (Bernstein) para solaz de músicos, director y público, realmente colorista aunque tal vez les / nos pillase un poco fríos. La Oviedo Filarmonía está alcanzando con el maestro florentino un buen nivel de empaste y responde muy bien a cualquier repertorio, especialmente concertando tal y como comprobamos en el anterior concierto de enero. El ser la titular de este ciclo le está viniendo de perlas para afianzarse como la gran orquesta que todos los melómanos esperamos.
La Sinfonía concertante para violonchelo y orquesta en Mi m., Op. 125 de Prokófiev con Gutman de solista, corroboró lo antes apuntado, obra densa estrenada por su profesor Rostropóvich y que la rusa no domina como hace años aunque siga asombrando su fraseo y sonido, muy bien arropada por la orquesta que tuvo que trabajar de lo lindo en todas sus secciones (de las interioridades que me cuentan algunos músicos no pienso decir nada). Lírico resultó el Andante y algo más tenso el Allegro giusto para la solista, para dejarnos el Andante con moto como lo mejor en cuanto a concertación, una orquesta auténticamente coprotagonista con el cello embriagando tímbrica y melódicamente, pues no podemos obviar que no es un concierto sino una sinfonía concertante, matiz a tener en cuenta para entender la obra en su conjunto. Sin llegar a tachar la obra de "un tanto pesante, repetitiva y morosa" como hace Reverter, la interpretación escuchada salió a flote precisamente por la calidad de la solista y el buen hacer del conjunto. La propina bachiana nos retornó al magisterio de la Gutman con un sonido perfecto para la interpretación del padre de todas las músicas.
La orquestación que Ravel hizo de los Cuadros de una exposición de Mussorgski es una tentación para cualquier orquesta y director, pero precisamente por ello y las excelentes versiones escuchadas, siempre tendemos a las comparaciones, aunque de ello hablaba antes del concierto con unos amigos, recomendándoles que disfrutasen con cada una, un Carpe Diem que sólo los directos son capaces de lograr. El maestro Conti optó por tiempos nada excesivos que permitiesen escuchar cada motivo y los solistas centrarse en sus difíciles intervenciones, no todas perfectas (lástima de Bydlo) pero como todo el concierto, honestas. A falta de más cuerda que equilibrase las sonoridades buscadas por el gran orquestador francés (en especia La Cabaña sobre patas de gallina), hubo momentos álgidos, bien las Tullerías, y algún que otro rubato bien resuelto por todos, así como el final siempre apoteósico de La gran puerta de Kiev que no cayó en lo grandilocuente sino buscando impactar más por la contundencia. Aunque creo que todavía no es obra para la OvFi, no está mal incorporar obras de esta enjundia porque el público siempre las agradece y perdona los desajustes que incluso orquestas con más solvencia y antigüedad también tienen.
Como propina Conti y la OvFi bisaron la Obertura Candide, tal vez más ajustada al brillo y rítimicas deseadas, que tras los "Cuadros" vino bien para subir la nota global.
Sobre los cellistas en Oviedo habría para hacer todo un estudio pormenorizado, pues han pasado muchos y todavía quedan más: Asier Polo vuelve la próxima semana con la OSPA...
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