Murciego, In Memoriam
El pasado día 12 fallecía Manuel Murciego Rodríguez, Murci para muchos, y Manolín para los más cercanos. Tristemente me enteré ayer mismo al salir del instituto que juntos inauguramos en 1996, a donde llegamos los dos desde Avilés, él en "el Politécnico" y yo del de enfrente, "el Carreño", tomando muchos cafés juntos en El Lolo por esas casualidades de la vida que te reencuentran tras haber estudiado juntos en "el Bernaldo", único instituto de aquél Mieres de los años 70. Ya de aquélla compartimos algo más que pupitres, y nuestros gustos musicales eran distintos aunque coincidentes en muchos puntos. Muchas otras cosas y amistades nos distanciaban...
La Universidad nos alejó al cursar él Biológicas y yo Magisterio, aunque algunos fines de semana nos encontrábamos. Después le perdí la pista.
Precisamente en Avilés me enteré de sus derroteros, su matrimonio cual bálsamo, sus oposiciones a Matemáticas que sacó pronto, y siempre su pasión por la informática. Coincidir dos años supuso un reencuentro que nos unió además trasladándonos voluntariamente al mismo centro de nuestro Mieres natal, uno nuevo donde compartiríamos claustros y más cafés. Supe de su querida hija Aida, arrancamos aquel curso 1996-97 volviendo a intercambiarnos música: él con Kraftwerk ó Prodigy, yo con Shostakovich o Mahler, también programas de ordenador, sobre todo musicales (claro está...) y siempre con "muchas risas", a raíz de organizar una especie de peña lúdico-gastronónima de nombre "CAGO" (Comisión de Actividades Grastronómicas Obligatorias) donde no faltaba a ninguna de las comidas y los chistes eran la mejor de las terapias.
La vida da muchas vueltas, parece que los "problemas de juventud" volvían y los familiares también, llevando a una ruptura que no hizo sino acelerar su propia autodestrucción. Comenzó su cuesta abajo sin freno, desgracias que nunca venían solas, sus ingresos hospitalarios, las consultas psiquiátricas... un deterioro del que nunca fuimos capaces de sacarlo o él de salir. Incluso pienso que no quiería. Recuerdo que llegamos a compartir otra vez pupitre, esta vez en la EOI que comparte edificio y aulas con el instituto, pasando de ser profesores en la mañana a alumnos por la tarde, esta vez ¡de Alemán! (que él simultaneaba con el inglés, pues siempre fue lo que decíamos un cerebrito). Pero la verdad es que se hacía difícil seguir una clase con él al lado, era como "Volver a los 17" e incluso tiramos la toalla antes de acabar el segundo trimestre de hace ya unos años.
Finalmente, tras papeleos e indecisiones, así como una baja prolongada, le llegó la jubilación por enfermedad, aunque seguía viniendo a algunas comidas de la peña, como la de las Navidades de 2004 en Espineo, de las últimas, aunque no faltaba a las despedidas y homenajes.
El nudo en el estómago se me puso al ver la esquela ayer en la puerta del instituto que arrancamos juntos. Le despedimos cristianamente a las 6 de la tarde en la Iglesia de San Pedro, su barrio de siempre, y donde coincidimos varios profesores que también fuimos alumnos con él.
Por el camino dejó algunos compañeros de delirio (también dos hermanos). Le lloraban su madre Abundia, sus cinco hermanas, incluso su cuñada y también antigua compañera mía, Tere, pero sobre su Aida, la única que le hacia retomar la lucidez los fines de semana que estaban juntos.
Como le repetíamos siempre "Manolín nun yes buenu pa tí"...
Siempre entendió la libertad de otra forma y fue su elección personal, para mí equivocada, evidentemente, aunque nunca sabremos todo lo que pasaba por un cerebro privilegiado utilizado de manera distinta...
Colocada la noticia en el Facebook© donde están muchos de nuestros ex-alumnos del entonces recién estrenado insti, todos sentían su marcha y me dieron ánimos, pues aunque fuese "Crónica de una muerte anunciada", jugando no ya la prórroga sino el regalo de vida, con todo:
TE ECHAREMOS DE MENOS MURCI.
Murci por fin descansa EN PAZ.
La Universidad nos alejó al cursar él Biológicas y yo Magisterio, aunque algunos fines de semana nos encontrábamos. Después le perdí la pista.
Precisamente en Avilés me enteré de sus derroteros, su matrimonio cual bálsamo, sus oposiciones a Matemáticas que sacó pronto, y siempre su pasión por la informática. Coincidir dos años supuso un reencuentro que nos unió además trasladándonos voluntariamente al mismo centro de nuestro Mieres natal, uno nuevo donde compartiríamos claustros y más cafés. Supe de su querida hija Aida, arrancamos aquel curso 1996-97 volviendo a intercambiarnos música: él con Kraftwerk ó Prodigy, yo con Shostakovich o Mahler, también programas de ordenador, sobre todo musicales (claro está...) y siempre con "muchas risas", a raíz de organizar una especie de peña lúdico-gastronónima de nombre "CAGO" (Comisión de Actividades Grastronómicas Obligatorias) donde no faltaba a ninguna de las comidas y los chistes eran la mejor de las terapias.
La vida da muchas vueltas, parece que los "problemas de juventud" volvían y los familiares también, llevando a una ruptura que no hizo sino acelerar su propia autodestrucción. Comenzó su cuesta abajo sin freno, desgracias que nunca venían solas, sus ingresos hospitalarios, las consultas psiquiátricas... un deterioro del que nunca fuimos capaces de sacarlo o él de salir. Incluso pienso que no quiería. Recuerdo que llegamos a compartir otra vez pupitre, esta vez en la EOI que comparte edificio y aulas con el instituto, pasando de ser profesores en la mañana a alumnos por la tarde, esta vez ¡de Alemán! (que él simultaneaba con el inglés, pues siempre fue lo que decíamos un cerebrito). Pero la verdad es que se hacía difícil seguir una clase con él al lado, era como "Volver a los 17" e incluso tiramos la toalla antes de acabar el segundo trimestre de hace ya unos años.
Finalmente, tras papeleos e indecisiones, así como una baja prolongada, le llegó la jubilación por enfermedad, aunque seguía viniendo a algunas comidas de la peña, como la de las Navidades de 2004 en Espineo, de las últimas, aunque no faltaba a las despedidas y homenajes.
El nudo en el estómago se me puso al ver la esquela ayer en la puerta del instituto que arrancamos juntos. Le despedimos cristianamente a las 6 de la tarde en la Iglesia de San Pedro, su barrio de siempre, y donde coincidimos varios profesores que también fuimos alumnos con él.
Por el camino dejó algunos compañeros de delirio (también dos hermanos). Le lloraban su madre Abundia, sus cinco hermanas, incluso su cuñada y también antigua compañera mía, Tere, pero sobre su Aida, la única que le hacia retomar la lucidez los fines de semana que estaban juntos.
Como le repetíamos siempre "Manolín nun yes buenu pa tí"...
Siempre entendió la libertad de otra forma y fue su elección personal, para mí equivocada, evidentemente, aunque nunca sabremos todo lo que pasaba por un cerebro privilegiado utilizado de manera distinta...
Colocada la noticia en el Facebook© donde están muchos de nuestros ex-alumnos del entonces recién estrenado insti, todos sentían su marcha y me dieron ánimos, pues aunque fuese "Crónica de una muerte anunciada", jugando no ya la prórroga sino el regalo de vida, con todo:
TE ECHAREMOS DE MENOS MURCI.
Murci por fin descansa EN PAZ.
Comentarios
Un fuerte abrazo,
Diego